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Este es el capítulo SEXTO
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SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes del embalse de Valdecañas, levantado entre 1958 y 1964 en el cauce del Tajo. Bajo sus aguas quedó sepultada Talavera la Vieja, población que se identifica con la antigua Augustóbriga; localización que no compartimos. Desde nuestra Parte III, venimos estudiando esta reducción de la ciudad dedicada a Augusto en ese pueblo al que también llamaban Talaverilla. Razonando las posibilidades de su situación en Villar del Pedroso, en Vascos de la Jara; e incluso, en Guadalupe.
A) INTRODUCCIÓN: Breve repaso a lo expuesto en anteriores capítulos:
Hemos visto -repetidamente- que la localización de esta ciudad dedicada a Augusto, se admitió desde 1887; tras el hallazgo en Talavera la Vieja de una losa escrita, donde se contenía la palabra “agustobrigense”. Descubrimiento que se produjo unos veinte años después de que Hübner publicase la hipótesis que reducía Augustóbriga a esta población; también conocida como Talaverilla (hoy hundida bajo las aguas del embalse de Valdecañas). Pese a ello, no están claros los pormenores sobre la aparición de esa lápida inscrita y descubierta por un juez de primera instancia, de Navalmoral. Ni menos, la posible ubicación de esta urbe ibero romana, que desde 1887 se sitúa en un lugar ajeno a toda descripción que los textos clásicos nos hacen. Pues, como hemos repetido, tan solo hay cuatro fuentes que citan esta ciudad perdida; en las que podremos encontrar los siguientes datos (que resumíamos en nuestros capítulos anteriores): Augustóbriga de los vettones, era estipendiaria de Lusitania; tal como nos dice Plinio en su Historia Natural. Más tarde, Ptolomeo, la situará prácticamente en la misma Latitud (geográfica) que Toledo y a unos 180 kilómetros al Oeste, de la capital manchega. El siguiente dato, lo aporta el Itinerario de Antonino; que refiere, estaba en el camino entre Emérita y Toletum -a unas 56 (o bien 66) millas romanas de Mérida y a 55 M.R. de Toledo-. Finalmente, las rutas que se seguían entre estas dos capitales durante los siglos IV-V (de nuestra Era) fueron recogidas por el Anónimo de Rávena. Donde se la llama Augustabria, señalando que se encontraba entre las paradas de Lebura -cerca de Alcaudete de la Jara- y Lomundo -identificada con Aldeacentenera-.
Asimismo, en los artículos anteriores, recogíamos literalmente esas cuatro menciones de los textos clásicos, donde se habla de la ciudad dedicada a Augusto. Fuentes que podemos consultar en nuestra cita (28) donde queda bien claro que prácticamente ninguna de las referencias que los autores antiguos dan sobre esta civitas, puede encajar con Talavera la Vieja (a excepción de ser estipendiaria de Lusitania). Principalmente, porque Talaverilla no se hallaba en el camino natural entre Toledo y Mérida; tal como dictan las menciones a Augustóbriga. Que es recogida como una parada -o “mansio”- entre la capital extremeña y la manchega; pero en una ruta, que no iba por la actual A-5 (tal como modernamente se ha supuesto). Carretera hoy llamada “De Extremadura”, que existía en el siglo XIX; cuando Hübner visita España y recorre estas tierras. Pero que jamás aparece en los itinerarios ni en las vías principales romanas; ya que en Almaraz nunca hubo cruce, ni puente. Al menos, hasta la llegada de los árabes; que elevaron junto al río Tajo la ciudad de Al-Balat, como medio de fortificar y defender el posible acceso de los cristianos hasta “La Extremadura” (los extremos del Duero). Por lo que allí se establece un sistema de barcas, para atravesar controladamente el río; todo lo que se completó en La Reconquista, cuando este acceso permitía llegar hasta los dominios musulmanes de Cáceres y Badajoz. Lo que convirtió ese cruce da Almaraz en un punto de enorme importancia, por lo que ya en el siglo XVI, la ciudad de Plasencia pagó la construcción de un puente renacentista sobre el Tajo, que finalmente unió Miravete con Navalmoral de la Mata. Debido a lo antes expuesto, hasta 1552 y antes de que los musulmanes no prestasen a esta zona una especial atención. Entre Almaráz y Miravete no hubo un paso de importancia, lo que explica por qué los romanos nunca elevaron allí una obra de ingeniería; debiendo cruzarse el río en barcaza. Siendo así, la mejor ruta para llegar desde el centro peninsular a Extremadura, era viajar por Los Ibores; pero principalmente, transitar por los puertos de Arrebatacapas y de San Vicente.
Podemos pensar que Talavera la Vieja se situaba como un paso hacia Los Ibores; aunque ya hemos visto y estudiado, que esta población se elevaba en un punto donde tampoco había puente y en una margen del Tajo, con el cauce muy ancho. Siendo, además, las orillas de esta Talaverilla; un lugar peligroso y pleno de rápidos (llamados antaño “chorreras”). Por lo que ni siquiera tenía barca y si se quería alcanzar la otra orilla, había dos opciones: Primera, dirigirse a unos siete kilómetros de distancia -rio arriba-, llegando cerca del actual Puente del Arzobispo; donde junto a Alija había barquero y cruce por el Puente del Conde (frente a Valdeverdeja y El Berrocalejo). La segunda fórmula de salvar el Tajo fue la utilizada por Ponz, cuando visita la zona; quien lo hizo en una embarcación tomada en un puerto fluvial localizado algunas millas, al Sur de Talaverilla (siguiendo las aguas; en las cercanías de Valdemoreno). Todo ello, unido al trazado natural en las vías de las calzadas principales entre Mérida y Toledo; obliga a pensar que la localización de Augustóbriga en Talaverilla, es un error. Una confusión nacida desde una hipótesis generalizada; donde se consideraba que desde Emérita Augusta viajaban a Toletum, por los caminos que se crearon después de que Felipe II ocupase el trono. Vías modernas nacidas cuando Madrid fue proclamada capital de España. Siendo estas nuevas rutas, sendas remodeladas desde La Reconquista; que se modificaron tras la declaración de la Villa y Corte matritense. Cuyo eje de comunicaciones procedía desde el centro peninsular, llegando a Talavera de la Reina; para luego seguir hasta Trujillo (pasando Miravete) y desde allí se dirigían a Cáceres, Badajoz ó a Mérida. En una red viaria absolutamente moderna; que muy poco tenía que ver con aquella que seguían los romanos y los vettones. Quienes no cruzaban por Almaraz el Tajo; sino utilizaban dos caminos principales, que llevaban desde Toletum y Complutum, hasta Émérita y a la Lusitania: La primera y más sencilla; pasando La Jara y pasando los puertos de Arrebatacapas o el de San Vicente. Arribando así a Guadalupe, que dista dos jornadas a caballo de la capital extremeña. La segunda, siguiendo desde Talavera de la Reina a Navalmoral de la Mata, para tomar luego dirección a Plasencia, alcanzando Galisteo (Rusticana, parada de la vía XXIV antoniniana, hoy denominada de La Plata). Donde después continuarían hasta la siguiente “Mansio”, llamada Turmulos (Alconétar, en Garrovillas, también marcada en el Itinerario de Antonino); desde donde se podría bajar hacia Cáceres y Emérita, o bien dirigirse al puente de Alcántara, para ir hacia las urbes lusitanas de Bracara, Conímbriga o Baso (Braganza, Coimbra o Viseo).
Una vez expuesto lo que vimos en anteriores capítulos, queda claro que Talavera la Vieja no estuvo en el camino entre Toledo y Mérida. Sino, se trataba de una importante fortaleza; que defendía la línea del Tajo. Un castro, seguramente de origen vettón denominado Aipura; amurallado y reaprovechado por los romanos. Convertida en una ciudad tardo-antigua que siguió siendo Eubura (ó Aipora); punto que los árabes reconstruyeron como fortín, denominándola Tal-Ebura. Población que siempre conservó su carácter de puesto defensivo en la frontera fluvial; debido a que los rápidos y desfiladeros del río comenzaban donde más tarde se construyó el famoso Puente del Arzobispo. Siendo esta zona del Tajo, una línea de protección natural, que se iniciaba con sucesivas alcazabas y castros; que comienzan en las cercanías de Navalmoralejo. Donde se sitúa Vascos de la Jara; al que sigue la torre de Azután, pasando luego a los puntos defensivos a orillas de Villar del Pedroso (con los fuertes de Los Castros, Espejel y Alija). Margen sur, poblada de puntos amurallados, que terminaban en esta Talavera la Vieja. Ya que a partir de Talaverilla, eran muy pronunciados los desfiladeros y saltos de agua; por lo que resultaba casi imposible cruzar (al menos, hasta llegar a Almaraz). Debido a un terrible desnivel en el terreno, que conformaba profundas hoces; lo que dio motivo a que allí se construyese el embalse de Valdecañas -hace unos sesenta años- .
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de Garrovillas y de Alconétar, identificadas con la parada “Turmulos” marcada en la Ruta XXIV del Itinerario de Antonino (que hoy llamamos de La Plata). Arriba y al lado, el famoso Puente de Alconétar que se restauró varias veces; la primera en el siglo XVIII y más tarde, cuando se trasladó, al crearse el embalse homónimo. Era -a mi juicio- el paso principal desde la Meseta y el centro peninsular, hacia la Lusitania. Por la vía que hemos descrito: Desde Talavera de la Reina a Navalmoral de la Mata y de allí a Galisteo, para luego cruzar el Tajo por este punto (actualmente en el municipio de Garrovillas). La siguiente parada hacia el sur, en la misma Vía XXIV, era Castra Caecilia (Norba, ó Cáceres capital), desde donde la calzada seguía hasta Mérida. Actualmente, este camino sigue siendo el más corto para acceder a la zona de Cáceres-La Aliseda, e incluso para llegar al interior de Badajoz (Villar del Rey o Alburquerque). Abajo, una curiosa pirámide que decora la plaza central de Garrovillas, donde podemos ver elementos arquitectónicos antiguos e incluso un ara romana (que parece haber sido reutilizada en 1626).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, foto del foro romano rescatado de Talavera la Vieja, cuando quedó hundida bajo las aguas del embalse de Valdecañas. Abajo, paso por el Puerto de Arrebatacapas; el camino natural hacia Mérida, partiendo desde Toledo.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, el pantano de Valdecañas, sobre el Tajo. Al fondo de la imagen podemos ver las paredes del embalse. Abajo, el puente de Almaraz, en el cruce de la antigua Al-Balat. Esta gran obra fue financiada por el cabildo de Plasencia y terminada en 1552. Se levantó para salvar el Tajo en este punto, pretendiendo atraer la transhumancia y a los viajeros hacia la zona norte de Cáceres. Ya que desde La Reconquista, el puente de Alconétar fue destruído y se abandonó la vía de entrada a Extremadura, por la ruta placentina (desde Navalmoral de la Mata a Galisteo).
B-) AUGUSTÓBRIGA Y TALAVERA LA VIEJA, EN DIFERENTES AUTORES:
B-1) : La opinión de Fernández-Miránda, Julio Mangas y Juan Pereira:
Tal como habíamos destacado en nuestro capítulo III, estos tres autores tampoco admiten la reducción en Talaverilla, de la ciudad dedicada a Augusto. Una clara idea que expresan en su trabajo “ALIO ITINERE AB EMERITA CAESARAUGUSTA; La vía romana entre Talavera de la Reina y Toledo” (29) . Donde comienzan expresando que “la identificación de Agustóbriga con Talavera de la Reina, presenta dudas razonables” (29a) . Una frase ambigua, que no sabemos si se trata de una errata, donde debió escribirse Talavera la Vieja: o realmente, refiere que es posible localizar esa ciudad perdida, en la capital toledana de La Reina. Aunque suponemos que se trata de una confusión entre ambas poblaciones, porque la siguiente frase añade que la reducción en este lugar junto al Tajo, se debe tan solo al hallazgo de una lápida que llevaba inscrito: “Senatus populusque Augustobrigensis, lo que situaría esa ciudad bajo las aguas del actual embalse de Valdecañas,” (29b) . Afirmando que un testimonio epigráfico aparecido en un yacimiento, donde se marque la procedencia del que en ella se rememora; no puede tomarse como dato concluyente, para identificar el punto de hallazgo con el que esa inscripción señala. Expresándolo los autores con las siguientes palabras “Sin embargo, debe advertirse que es opcional la indicación de origo” (29b) .
Por todo ello, creen que no se debe localizar Augustóbriga en Talaverilla, por el simple hecho de haberse hallado allí una leyenda romana que dicta “augustobrigense”. Del mismo modo que no debería hacerse lo mismo con Caesaróbriga y Talavera de la Reina; cuya identificación común nace desde la aparición en esta urbe, de lápidas donde se lee: “caesarobrigense”. Añadiendo los autores, que atendiendo a este principio, deberíamos considerar que Augustobriga está en Villar del Pedroso; ya que allí se encontró en el siglo XVIII una lápida donde se leía “Flavia Rufina, Augustobrigensis” (29c) . Estela funeraria, sobre la que ya hemos hablado repetidamente, que hizo localizar esa urbe de Augusto en Villar del Pedroso, desde 1789. Aunque en 1869, Hübner lanzó una nueva hipótesis, afirmando que se hallaba en Talaverilla; sin más argumento que su intuición (pues en nada coincidía este pueblo con lo que describen las fuentes clásicas). Argumentando Fdez-Miranda, Mangas y Pereira, sus palabras en la interpretación de la referida inscripción hallada en Talavera la Vieja; de la que sabemos, dicta: “C(aius). Iulius.C(ai). f(ilius). Gl[aber] / Senatui.Popu[loque] / Augustobri[gensi] / hospes [d(onum) / dat. ”. Añadiendo los autores: “Creemos, con Hübner, que donum dat no debe relacionarse con el dativo Senatui Populoque sino con un dativo implícito, deo alicui. El que C. Iulius fuera hospes del Senatus Populusque Augustobrigensis no debe necesariamente ser entendido como indicativo de que Augustobriga se identifique con Talavera la Vieja, lugar donde se halló la inscripción; la indicación de hospes puede funcionar como un título honorífico o de modo análogo a una indicación de origo” (29d) . Todo lo que deja bien claro que la aparición de esta losa en el lugar, no indica que allí estuviera la ciudad que buscamos; sino que aquella leyenda fue encargada por o para un augustobrigense adoptivo, llamado Caius Iulius.
Sigue el trabajo que analizamos, con unas interesantes frases donde se afirma: “No hay duda de que tanto Augustobriga como Caesarobriga fueron municipios" . Pasando a citar una obra de Galsterer (publicada en 1971), exponiendo: "sólo menciona una Augustobriga en Muro de Agreda (Soria) y a Caesarobriga-Talavera de la Reina como municipios. Pero cabe preguntarse si la identificación tradicional no está cruzada y nos encontramos más bien ante una Augustobriga en Talavera de la Reina y una Caesarobriga en Talavera la Vieja u otro núcleo urbano próximo” (29e) . En este momento ya nos encontramos ante las dudas generalizadas que plantea la localización de estas dos urbes llamadas Caesaróbriga y Augustóbriga. Principalmente la segunda, sobre la que los autores dejan claramente ver que Talaverilla, tanto podría ser Caesaróbriga; y que la ciudad vettona dedicada a Augusto, quizás se sitúa en un municipio próximo a esta población hoy hundida bajo el embalse. Todo lo que nos lleva a pensar en opciones como Vascos de la Jara, Navalmoralejo, La Estrella; pero principalmente, en Villar del Pedroso.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, dibujo mío de la losa de mármol hallada en 1887, en Talavera la Vieja; cuyo casual encuentro fue realizado por el juez de primera instancia de Navalmoral de la Mata. Según testimonios conservados, la pieza apareció adosada a la muralla, en su parte baja y exterior; todo lo que plantea la duda del por qué no fue vista antes. Pero sobre todo, hace pensar cómo se colocó en ese lugar de los muros, una lápida marmórea escrita y de color blanco. Pegándola en la zona inferior de la muralla; cuando este tipo de restos se suelen “colgar” en lugares altos y en el lienzo interior, con el fin de decorarlos. Por lo demás, su leyenda, solo indica que para un augustobriguense adoptivo, se encargó la losa, lo que no implica que Augustóbriga estuviera en el lugar del hallazgo. Al lado y abajo, dos hojas del tomo VI de la HISTORIA CRÍTICA DE ESPAÑA, escrita por J.F. de Masdeu (publicada en 1789 en Madrid). Abajo, vemos la referencia a la lápida hallada en Villar del Pedroso, cuya inscripción dictaba: “Flavia Rufina, augustóbriguense. De 23 años de edad, aquí está enterrada...”. El hecho de que en Villar del Pedroso apareciera la tumba de Flavia Rufina Augustobrigense; es mayor motivo de identificar esta población con la antigua ciudad dedicada a Augusto. Pues en el caso de la losa de Talavera la Vieja, se trata de una pieza adosada a la muralla, que pudo haber sido traída desde cualquier punto o población cercana (en un tiempo pasado, o cercano a su hallazgo).
Sigue el libro de Masdeu afirmando que esta ciudad dedicada a Augusto era de los carpetanos y distaba 55 millas de Toledo; existiendo otra de los Vettones, que él cree situada cerca de Ciudad Rodrigo (además de otra Augustóbriga, de los Pelendones; que sabemos estaba en Muro de Ágreda). El error de pensar en una tercera Augustóbriga, cercana a Salamanca, fue común hasta bien entrado el siglo XX. Se debió a que Ptolomeo la cita como urbe de los vettones, junto a Ocelum (Zamora), Helmantica (Salamanca) y Cottaoebriga (a mi juicio, junto a Almendra, en el río Coa -la antigua Calábriga-). Por lo que hubo quienes identificaron esa tercera Augustóbriga de los vettones, con Ciudad Rodrigo, considerando que existió otra civitas homónima, carpetana y cercana a Toledo (tal como señala Masdeu).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de la estela romana que podemos ver a la entrada de la parroquia de San Pedro, en Villar del Pedroso. Al lado, detalle de la lápida sepulcral. Abajo, la iglesia y su tumba a la izquierda, en el acceso al templo (junto al banco y las macetas).
Continuando con el importante trabajo que estamos analizando, de Fdez-Miranda, Mangas y Pereira. La siguiente idea que exponen es la imposibilidad de localizar Augustóbriga en Talaverilla, debido a la falta de concordancias con los datos de las fuentes antiguas. Escribiendo los tres investigadores: “La localización de Augustobriga con Talavera la Vieja se aleja considerablemente de la distancia que fija el Itinerario de Antonino, algo más de 80 kilómetros, distancia que sin embargo coincide bastante con su posible trayecto entre las actuales ciudades de Toledo y Talavera de la Reina. De ahí los intentos por situar Augustobriga en otros varios lugares, por ejemplo y sobre todo, el actual despoblado de Bascos (...) Una primera cuestión, por tanto, a resolver es la de la exacta situación e identificación de Augustobriga o la reconsideración de la distancia señalada entre ella y Toletum” (29f) . Frases que dan por finiquitada la reducción definitiva de esta urbe vettona a esa población actualmente hundida bajo el embalse; ratificando lo que desde un principio de nuestro trabajo hemos venido exponiendo. Pues parece evidente que Augustóbriga no puede localizarse donde actualmente se ubica. Ya que tal como explican los autores citados; la distancia entre esa población y Toledo, debe ser -aproximadamente- de unas 55 millas romanas. Aunque a nuestro juicio hay un error de copia en el Itinerario y debiéramos ver la posibilidad de que se hallase a 56 (ó 66) de la capital extremeña. Es decir, Augustóbriga estaba a unos 80 kmts. de la Ciudad Imperial; siendo una segunda opción que se halle a 100 kmts. de la antigua Emérita Augusta. A lo que hemos de añadir, que la urbe dedicada a Augusto se situaba entre Mérida y Toledo; por lo que ese pueblo que tristemente engulleron las aguas del Tajo, queda fuera de camino.
Considerando los autores tan solo la primera hipótesis; creyendo que en la Ruta XXV del texto de Antonino, el error de distancias no se debe a una errata en las millas, sino a la exclusión de una Mansio. Creen que podría identificarse Augustóbriga con Talavera de la Reina; una hipótesis en la que no estamos de acuerdo. Primero, porque parece bastante evidente que esta Talavera es la antigua Caesaróbriga. Y en segundo lugar, porque viajar hasta esa ciudad toledana, obliga a desviarse decenas de kilómetros en el trayecto Mérida-Toledo. Aún siendo verdad que los caminos modernos, marcan siempre la ruta desde Villar del Pedroso a la capital de La Mancha, pasando por Talavera. Ello, se produjo -a mi juicio- debido a la existencia del puente del Arzobispo. Por lo que la vía desde Mérida a Guadalupe y Toledo; antes de que se elevase este paso creado por el prelado Tenorio, cruzaría los puertos para llegar a La Jara, y luego dirigirse hacia el Tajo; siempre buscando el trazado más cómodo y corto. Es decir, llegando a Villar del Pedroso o a La Estrella y bajando por Alcaudete o Las Herencias, para tomar luego dirección directa hacia la capital manchega. Aunque después de que Pedro Tenorio construye el paso (en 1380), todas las vías de peregrinación cruzaban por La Puente del Arzobispo. Por lo que esa entrada a Extremadura, atravesando Arrebatacapas, San Vicente o Los Ibores; se modificó y los caminos tenían como parada Calera y Chozas, para continuar hacia Talavera de la Reina, tomando desde allí rumbo a la Ciudad Imperial (o bien al centro Peninsular, subiendo hacia Madrid).
La siguiente propuesta que nos hacen Fdez-Miranda, Mangas y Pereira; es de gran importancia. Al exponer que en el Itinerario de Antonino, entre Toledo y Augustóbriga, se hubiera “olvidado” anotar una Mansio; y de allí, el problema sobre la falta de distancias (que repetidamente hemos anotado). Pues en el recorrido entre Mérida y Toledo, tan solo marca un total, que no supera los 180 kilómetros (55+56 Millas Romanas). Faltando, al menos, otros 80 kmts. para cubrir la separación entre ambas capitales, por el camino más corto. Lo que personalmente “solucioné” suponiendo un error de copia, bajo la hipótesis de que debieran haber escrito una L(50) en vez de una X(10) al marcar la distancia entre Leuciana y Augustóbriga. Aunque mejor sería pensar que el fallo fue anotar una L(50) en lugar de una C(100), tal como figura en las millas que separan Augustóbriga de Toledo. Creyendo -personalmente- que el texto contiene una errata de copista; debiendo señalar entre Agustóbriga y Toletum CV(105) millas y no LV(55); como pone. Aunque quizás, el “gazapo” estaba en la parada anterior; habiendo de marcar entre Leuciana y Augustóbriga LXIV (64) millas; en vez de las XXIV que anota. Por el contrario, el trabajo de Fdez-Miranda, Mangas y Pereira, que analizamos; llega a la conclusión de que lo que falta en el texto antoniniano es una mansio. Parada que identifica con la Lebura, registrada por el Anónimo de Rávena entre Toletum y Augustóbriga, -pues recordemos que el texto raveniense describe siglos después, un recorrido similar, pero en sentido inverso (viajando de la capital manchega a la extremeña), marcando varias mansios que no contiene el Itinerario de Antonino-.
De tal modo, los autores antes citados, nos dicen: “La separación total en millas entre Augustobriga y Toletum también resulta sorprendente para la que suele ser costumbre entre dos puntos inmediatos en una vía romana. Parece como si en el itinerario faltara una mansio, o una ciudad, entre ellas dos. La referencia en el Anónimo de Rávena de Lebura entre Toleton y Augustobriga solucionaría, en principio, el asunto, aunque nos obligue, en consecuencia, a identificar esa Lebura de la que no tenemos más noticia que la reflejada en tal relación viaria” (29g) . Una afirmación ante la que tampoco podemos manifestar nuestra conformidad; debido a que la falta de una “parada” no significa que en el Itinerario haya este “agujero”. Pues lo que vemos en la guía de Antonino es una carencia de distancias; faltando unos 80 kilómetros entre lo que realmente separa Mérida de Toledo. Un error que no hemos podido apreciar en ninguna otra ruta del repertorio de calzadas, atribuido a la época de Antonino. Donde los fallos más destacados, se reducen a un máximo de quince millas (unos 20 kmts.); pero nunca a una cantidad tan marcada, como las 50 millas “ausentes” en el recorrido de esta Vía XXV -entre ambas capitales-.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de La Puente del Arzobispo. Arriba, la casa de Diego de Villarroel; al lado la torre de su iglesia y abajo, la plaza mayor. Como hemos dicho; desde que el arzobispo Tenorio levanta en 1380, un puente para abrir el paso del Tajo. Se desviaron hacia este lugar, los caminos que venían de Extremadura (bajando los Puertos de San Vicente y de Arrebatacapas). Ya que antes se bifurcaban en dos rutas: Primera, la que se dirigía hacia Talavera de la Reina y al antiguo camino que unía Titulcia-Complutum (Madrid) con La Vía de la Plata. Que cruzaba el Tajo por el Puente del Conde o con barco en Alija (frente a Valdeverdeja y El Berrocalejo); para pasar a La Calzada de Oropesa, llegar a Oropesa y marchar hacia Talavera. Una segunda dirección tomaban quienes viniendo desde Extremadura (cruzando los puertos) se encaminaban a Toledo; debiendo bajar por La Estrella o por Villar del Pedroso, para ir hacia Alcaudete o Azután y acercarse a la vereda del Tajo. Alcanzando la Ciudad Imperial siguiendo la orilla sur del río hasta llegar a la capital.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de las iglesias de La Calzada de Oropesa (Toledo). En este punto se cruzaban los caminos que venían desde Extremadura, pasando por el antiguo Puente del Conde y la barca de Alija, para ir hacia Talavera de la Reina; o bien, a la zona del Tiétar (camino de Plasencia). Hemos de destacar que esta población se halla prácticamente en línea recta sur con el Castro de El Raso (en Candeleda), muy cerca de la subida al Puerto del Pico. En el siglo XVI se supone que cayó definitivamente el Puente del Conde; obra que muchos consideran de origen romano y que estaba en muy mal estado desde siglos atrás.
Siguiendo con la idea que hemos destacado en el párrafo anterior, Fdez-Miranda, Mangas y Pereira, proponen que en el Itinerario de Antonino faltaría Lébura; mansio que figura en el Anónimo de Rávena, entre Toledo y Augustóbriga. Así pues, para comprender mejor lo que nos transmiten estos tres autores, recordaremos el modo en que esta otra compilación de caminos -datada en los siglos IV y V de nuestra Era y conservada en Rávena-; marca como paradas de ruta:
-Toleton (Toledo) // -Lebura (cerca de Puente del Arzobispo, quizá Alcaudete de la Jara, quizá Talavera de la Reina) // -Augustabria (admitida como Talavera la Vieja, aunque en mi opinión es Villar del Pedroso, Vascos de la Jara, o bien Guadalupe) // -Lomundo (Cerca del río Almonte; entre Retamosa y Aldeacentenera). // -Turcalion (Trujillo) // -Rodacis (al sureste de Cáceres, quizás próximo a Ruanes. A mi juicio, Santa Cruz de la Sierra). // -Lacipe (Lacipea; que hemos considerado Miajadas y su entorno) // -Emérita (Mérida)-.
Pero al analizar este viaje que describe el Anónimo de Rávena, debemos considerar que traza un trayecto distinto al que seguía el del Itinerario de Antonino; cuyas mansiones eran:
-Mérida // - Lacipea (Miajadas o su entorno, a 55 kilómetros) // - Leuciana (Logrosán o inmediaciones, a 44 kilómetros) // - Augustobriga (quizás Villar del Pedroso o Vascos, a unos 100 kmts) // - Toletum (Toledo a 85 kilómetros).
Así pues, observando la guía que sigue el Anónimo de Rávena y las paradas que tiene la Vía XXV del Itinerario de Antonino; es obvio que no recorren la misma calzada, ni tienen iguales mansios. Pudiendo verse claramente como el viajero que siguiera la ruta del raveniense, entraba a Extremadura por Lomundo, que sabemos se situaba en las cercanías de Aldeacentenera. Aunque algunos lo ubican en las proximidades de Jaraicejo; con el fin de entender que el trayecto seguía un trazado similar al que hoy tiene la N-5. Pasando desde Talavera a Navalmoral de la Mata (Augustabria), y de allí cruzaría el río en Almaraz; donde sabemos había un sistema de paso con barcas. Para subir luego a Miravete y llegar a Jaraicejo (Lomundo, para algunos), alcanzando después Trujillo (Turcaliun). De este modo, consideran que las Mansios: Lebura, Augustabria, Lomundo; se deben identificar respectivamente con: Talavera de la Reina, Talavera la Vieja y Jaraicejo -junto al río Almonte-. Un recorrido que en nuestros días nos parece lógico, debido a que desde el siglo XV se abrió el paso del Tajo, por la zona de Almaráz. Más aún, porque desde el XVI se creó instituyó ese trayecto como Camino Real entre Madrid y Lisboa, pasando por Mérida. Aunque en la antigüedad, este cruce por Miravete y Jaraicejo no se realizaba; debido a que las calzadas y puentes se habían llevado por otros recorridos (tal como hemos estudiado en capítulos anteriores).
De tal manera, ya hemos visto como el paso por Almaraz, lo abren y se utiliza principalmente desde época árabe. Cuando los musulmanes crean una línea defensiva en el lado sur del río, situando en este punto la ciudad fortaleza de Al-Balat. Cerrando con ello el acceso hacia Extremadura; y la posible incursión de tropas cristianas a Andalucía. Por lo que este meandro del Tajo, sobre el que hoy se eleva la población de Almaraz; se convierte en un paso fronterizo de enorme importancia durante La Reconquista y tras ella. Una zona principal, que deben de reforzar los andalusíes, con el fin de que los enemigos jamás logren alcanzar urbes como Cáceres, Zafra o Badajoz. Siendo así, como nace Al-Balat y su cruce -llamado Almaraz, el punto de encuentro en árabe-. Que luego heredarán los cristianos, cuando conquistan el “extremo del Duero” (Extremadura). Por cuanto los caminos, tras La Reconquista, ya atraviesan desde la actual Madrid y Toledo, hacia este punto del Tajo, donde en el siglo XVI elevaron el puente de Almaraz. Una construcción terminada hacia 1552, para sustituir las barcas que salvaban las aguas, hasta entonces; al modo que lo hicieron los árabes. Quienes no tendrían una obra pública para cruzarlo; con el fin de evitar la posible llegada de enemigos y su insurgencia hacia el Sur. De otro modo, los romanos, tampoco levantaron allí un puente; lo que demuestra que las vías principales no pasaban el río por ese punto. Siendo los lugares vadeables por donde se cruzaba el Tajo, aquellos conectados con la hoy llamada Vía de la Plata (XXIV del I. Antonino). Concretamente, los ya mencionados y cercanos a las paradas de Galisteo (Rusticana) y Alconétar (mansio de Túrmulos); llevando ese camino hacia Cáceres o Mérida y las capitales lusitanas, atravesando el puente de Alcántara.
Continuando con el estudio que analizamos de Fdez-Miranda, Mangas y Pereira, si tomásemos el trayecto descrito por el Anónimo de Rávena y las paradas de Lebura, Augustabria, Lomundo. Interpretándolas como esos autores dictan, situándolas en: Talavera de la Reina, Talavera la Vieja y Jaraicejo. Resultarían relativamente localizadas las mansiones; aunque no cuadrarían con las que menciona el Itinerario de Antonino, más que en el caso de Augustóbriga. Debido a ello, si identificamos Lébura con Talavera de la Reina; resultaría aceptable que la siguiente parada (Augustabria) fuera Talavera la Vieja. Tal como en primer término entienden Fdez-Miranda, Mangas y Pereira. Quienes -asimismo- aúnan esta Lébura, con la Libora que cita Ptolomeo y con una Aebura, mencionada por Tito Livio -ambas consideradas urbes de los carpetanos- (29h) . A lo que debemos añadir que Talavera de la Reina se llamó en la época tardo romana y visigoda, Elbora; voz muy cercana a Aebura y a Lebura. Todo lo que indicaría que esta Lébura citada por el Anónimo de Rávena, sería la misma urbe recogida por Livio como Aebura; incluida en la Geografía de Ptolomeo con el nombre de Livora. Es decir: Lebura, Elbura, Livora y Aebura; seguramente eran Talavera de la Reina (sobre lo que podemos estar plenamente de acuerdo con Fdez-Miranda, Mangas y Pereira).
Aunque en el momento que llegan a esta conclusión -genial-, los tres investigadores, dan un rumbo totalmente distinto a su estudio. En base a la separación existente entre Talavera la Vieja y Toledo, afirmando que en ella no puede estar Augustóbriga; ya que el Itinerario de Antonino la marca a 55 millas desde la capital manchega (unos 80 kmts). Por lo que existiendo casi el doble de distancia hasta Talaverilla, los autores concluyen que la ciudad de Augusto es la misma Talavera de la Reina -no Talavera la Vieja; tal como podemos leer en cita (29i) -. Una afirmación que les lleva a retroceder Lébura hasta El Carpio del Tajo o bien situarla en La Puebla de Montalbán. Hechos, que en gran parte cuadra con las reducciones de otros autores (como Cortés, Blázquez etc); quienes hablaban de una Lébura situada cerca de Cuerva o en las proximidades de El Carpio de Tajo. Algo, que incluso nosotros mismos admitimos; al considerar que el camino desde Toledo subía por Alcaudete de la Jara, donde propuse que podía situarse Lébura. Por su parte, localizar esta mansio en El Carpio o en La Puebla de Montalbán; encaja con el hecho de que se considere a Lébura carpetana (al situarse en el lado Norte del Tajo). Pues Talavera de la Reina se halla en la margen derecha del río Alberche y por lo tanto, teóricamente sería vettona. Un hecho que no está plenamente aclarado; al elevarse la ciudad en la desembocadura de este afluente sobre el Tajo; por lo que no sabemos si era una ciudad fronteriza y participada por ambas tribus. Ya que -como hemos visto- el Alberche marcaba la separación entre vettones y carpetanos, desde el nacimiento hasta su final. Dividiéndolos en Cebreros o en la zona de San Martín de Valdeiglesias, en Navas del Rey y Aldea del Fresno; siendo de la tribu lusitana las tierras a la orilla derecha y de los carpetanos las de la izquierda -conforme bajan las aguas-. Aunque en Talavera se nos plantea un problema, ya que allí se une el Alberche con el Tajo, por lo que pudo haber una Aebura carpetana y otra vettona, en las márgenes contrarias del cauce. Quizás, existiendo en este punto un lugar “carpetovettónico” como frontera territorial y paso de ambos ríos.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de la bajada desde los Puertos de San Vicente y Arrebatacapas, en el antiguo camino de Mérida a Toledo, pasando por Guadalupe. Arriba y abajo, La Jara y sus campos, viajando hacia la Sierra de Guadalupe. Al lado, carteles indicativos en el cruce de Las Herencias y Alcaudete. Donde se puede tomar la ruta hacia el Puerto de San Vicente y de Arrebatacapas, subiendo por Alcaudete, Villar del Pedroso o La Estrella. O bien ir desde Alcaudete a Belvis de la Jara, para alcanzar Puerto Rey, llegando a la Siberia extremeña (Herrera del Duque).
Como exponemos, los autores de la obra que analizamos, dejan clara la hipótesis de que el camino para ir desde Toledo a Mérida, debe marchar hacia Talavera de la Reina por la margen norte del Tajo -la derecha conforme avanzan sus aguas-. Todo lo que supondría -a mi juicio- viajar por territorio carpetano, hasta llegar a esta ciudad que podemos identificar con Lebura; donde cruzarían el cauce, para dirigirse hacia Trujillo, con el fin de llegar a Mérida. Considerando Fdez.-Miranda, Mangas y Pereira, que Augustóbriga se pudiera hallar en Talavera de la Reina, debiendo entenderse -quizás- que el nombre de Caesarobriga tuviera un mismo sentido (29j) . Una teoría que no podemos admitir, al parecernos evidente que Caesarobriga era esta capital toledana y no Talavera la Vieja, donde intentan reducirla los tres autores. Resultando -a mi juicio- indiscutible, que el nombre antiguo de ambas Talaveras fue el de Eubura, Aipura, Epora (o bien Lébora, Elbora); quizás como recuerdo de su cabeza política en la Evora lusitana. Una denominación que en el caso de nuestra Talavera de la Reina, pasaría a sustituirse por el de Caesarobriga durante la etapa imperial; aunque siglos más tarde volvió a ser Elbora -tras convertirse en un obispado homónimo, en época tardo antigua-. Pese a ello, la población también denominada Tal-Ebura y sita junto al Tajo (hoy bajo sus aguas); parece que siempre se nominó Aipura, Eubura, hasta que los árabes le colocaron el sufijo “TAL” (“Tell-Ebura”, significando “mota de Ebora”). Una Eubura, Aipura o Ibora, que se relaciona con la voz “ibero” y con Los Ibores; comarca en el que todavía se halla el lugar (seguramente como recuerdo de la región de la que fue capital).
Siguiendo con el trazado que proponen Fdez.-Miranda, Mangas y Pereira; partiríamos de Toledo siempre recorriendo el Tajo por el lado Norte (29j) para encontrarnos con la primera parada; una “mansio” que identifican con Lébura, al mezclar ambas rutas (la del Itinerario de Antonino y la del Anónimo de Rávena). Creyendo los autores, que esta Lébura estaría en El Carpio del Tajo o bien en La Puebla de Montalbán; pese a que poco antes y en el mismo trabajo, la habían identificado acertadamente con Talavera de la Reina. De tal modo, después de esa Lébura se llegaría a Augustóbriga; mansio que el texto antoniniano sitúa a 55 millas romanas de Toledo (unos 80 kmts). Por lo que localizan Augustóbriga en Talavera de la Reina, donde no sabemos si ellos consideran que se cruzaría el Tajo -ya que el trayecto que proponen es vadeando el lado Norte del cauce-. En este punto, considero que los investigadores “se pierden”, pues si seguimos el Anónimo de Rávena, la mansio después de Augustabria, es Lomundo; que solo puede situarse en Aldeacentenera o bien en las proximidades de Jaraicejo. A más de cien kilómetros de Talavera de la Reina; necesitando pasar el Tajo por Almaraz o por algún lugar que ellos no indican. Llegando así a Trujillo, que inequivocamente es el Turcalion del texto de Rávena. Pese a ello, viajando de Toledo a Mérida, siguiendo el Itinerario de Antonino (en sentido inverso a la Ruta XXV); la guía nos dice que después de Augustóbriga estaría Leuciana (localizada en las cercanías de Logrosán). Una parada que el repertorio sitúa tras recorrer XXIV millas -ó XIV-. Por lo que si localizamos la urbe dedicada a Augusto en Talavera de la Reina, sabiendo que la siguiente parada sería Logrosán (según el Itinerario de Antonino) o bien Jaraicejo-Aldeacentenera (según el raveniense). Carecen de sentido geográfico estas dos opciones de caminos romanos; pues las distancias y referencias se pierden en cientos de kilómetros sin mansiones, ni explicación alguna.
SOBRE ESTAS LÍNEAS: Mapa con la hipótesis que presentan Fdez-Miranda, Mangas y Pereira; en el trabajo que analizamos.
1 – Partiendo de Toledo
2 – Se llegaría a la primera Mansio: Lébura. Para estos tres autores, situada en La Puebla de Montalbán o bien en El Carpio de Toledo. Asimismo, anotamos como posibilidad que refieren, la localización de esta Lébura en Talavera de la Reina (que nos parece la más acertada).
3 – La tercera parada se situaría en Talavera de la Reina y sería Augustóbriga, según Fdez-Miranda, Mangas y Pereira. Aunque para nosotros, allí estaría Lébura (la Ebura vettona y la Elbora tardo antigua).
4 – La cuarta mansio, se halla en el Anónimo de Ravena: Lomundo. Que algunos ubican en Jaraicejo, aunque para nosotros estaría en Aldeacentenera.
5 – La quinta parada ya es Turcalion, que sin lugar a dudas se identifica con Trujillo.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, ruta a seguir descrita por el Anónimo de Rávena, conforme a nuestra teoría. Partiendo desde Toledo y pasando por Talavera de la Reina, Villar del Pedroso, Talaverilla, Aldeacentenera y llegando a Trujillo.
- En línea roja: El camino se iniciaría por el lado norte del Tajo, cruzando el río en La Puebla de Montalbán o en El Carpio.
- En línea verde:
1 – Se sale de Toledo cruzando el río y el resto del camino vadea la orilla sur.
2 – Talavera de la Reina, segunda mansio del texto de Rávena = Lébura.
3 – Vascos de la Jara o Villar del Pedroso, tercera parada del raveniense (Augustabria); se llega a ella siguiendo la orilla sur del Tajo, después de unos 120 kmts. desde Toledo
4 – Luego pasaríamos por Talavera la Vieja (llamada Ebura) para dirigienos hacia Deleitosa y finalmente alcanzar la cuarta mansio, que era Lomundo (Aldeacentenera).
5 – Turcalium (Trujillo) desde allí toma el camino dirección a Mérida.
ABAJO: Nuestra hipótesis sobre la ruta descrita en el de Rávena y en el Itinerario de Antonino:
-En rojo y en verde: Los dos trayectos antes descritos siguiendo el Anónimo de Rávena, que irían desde Toledo a Talavera de la Reina (por el lado sur y el norte del cauce del río). Para pasar frente a Vascos y a Villar del Pedroso, alcanzar Talavera la Vieja y bajar hasta Deleitosa, llegando a Aldeacentenera y a Trujillo. En este caso, Lébura sería Talavera de la Reina.
-En morado: El camino descrito en el Itinerario de Antonino.
2 – Se podría admitir que la Lébura del texto raveniense, fuera en este caso, La Puebla de Montalbán o bien El Carpio.
3 – Desde allí, llegaría hasta Vascos o Villar del Pedroso, que identificamos con Augustobriga.
6 – Pasaría Arrebatacapas y alcanzaría Guadalupe, para llegar a la siguiente mansión descrita en el Itinerario de Antonino, que es Leuciana (identificada con las inmediaciones de Logrosán)
En el mapa anterior se observa que ambas rutas pararían en Augustóbriga, si esta se hallase en Villar del Pedroso o bien en Vascos de la Jara. Pero no pasaría el camino antoniniano por Talaverilla. Es decir, Augustóbriga estaba en el trayecto marcado por el Anónimo de Rávena, que iba de Toledo a Trujillo. Pero también en el del Itinerario de Antonino, que se dirigía desde la Ciudad Imperial a Logrosán; por lo que necesariamente hemos de situarla en Villar del Pedroso o en Vascos de la Jara.
Por todo ello, admitiendo la primera localización que nos dan Fdez.Miranda, Mangas y Pereira, situando Lébura en Talavera de la Reina. Nombre que incluso tiene claras connotaciones con todas las denominaciones que guardó esta población de Toledo. Llamada a lo largo de los siglos: Elbora, Eubura, Aibura; voces que habrían conformado la árabe Tal-Ebura (“poblado” o “mota” de Ebura). Podríamos trazar nuestra ruta, sin que esta desajustase las dos vías descritas: La raveniense, marchando a Mérida partiendo de Toledo, pasando por Trujillo; y la del Antoniniano, viajando a través de la Sierra de Guadalupe.
De este modo, recordaremos que las paradas que marcaba el Anónimo de Rávena eran las que vamos a identificar definitivamente como:
-Toleton (Toledo)
-Lebura (Talavera de la Reina)
-Augustabria (Vascos o bien Villar del Pedroso)
-Lomundo (cerca del río Almonte; a la altura de Aldeacentenera).
-Turcalion (Trujillo)
-Rodacis (próximo a Ruanes; a mi juicio, Santa Cruz de la Sierra)
-Lacipe (Lacipea; Miajadas y su entorno)
-Emérita (Mérida)
El otro viaje descrito por el Itinerario de Antonino, sería (en sentido inverso):
-Toledo
-Augustóbriga (Vascos de la Jara o bien Villar del Pedroso)
-Leuciana (Logrosán o inmediaciones)
-Lacipea (Miajadas o su entorno)
-Mérida
En el primer caso (siguiendo la ruta del raveniense), saldríamos de Toledo, donde se cruzaría el Tajo; y vadeando la orilla Sur, alcanzaríamos Lébura (Talavera de la Reina a unos 80 kmts de distancia). Luego, la ruta se dirigiría al sur, igualmente por la línea del Tajo, hasta arribar a Vascos (a unos 50 kmts) o bien a Villar del Pedroso (a unos 70 kmts); donde debemos situar Augustóbriga. Más tarde, iríamos hasta Talavera la Vieja (por la linde del río), para dirigirnos desde allí a Mesas de Ibor y Deleitosa, pasando finalmente a Aldeacentenera -recorriendo otros 80 kmts-; donde debemos situar Lomundo. Finalmente desde Aldeacentenera (Lomundo) se encaminaría a Trujillo (Turcalion), separadas por unos 30 kmts.. Desde Trujillo, viajaríamos hasta el Puerto de Santa Cruz (Rodacis), realizando unos 15 kmts. más, para llegar a las inmediaciones de Mérida (Lacipe) recorriendo otros 25 kmts.. Alcanzando finalmente Mérida, que estaría a unos 60 kmts de Lacipe.
El otro viaje, descrito por el Itinerario de Antonino (Vía XXV), ya lo hemos visto repetidamente y tendría una ruta diferente; partiendo desde Toledo, siguiendo la orilla sur del Tajo, para llegar a Vascos de la Jara o Villar del Pedroso (Augustóbriga) -a unos 80 kmts de la capital manchega-. Luego se dirigiría a Logrosán (Leuciana) cruzando por Arrebatacapas o pasando por Los Ibores; realizando un trayecto de unos 90 kmts. Desde las inmediaciones de Logrosán (Leuciana) iría a Lacipea (en las cercanías de Miajadas), viajando unos 40 kmts más. Finalmente, llegaría a Mérida, recorriendo otros 55 kmts.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del río Almonte, a su paso por las cercanías de Aldeacentenera, donde se localiza Lomundo.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de Trujillo, el Turcalion del Anónimo de Rávena, al que se llegaba después de Lomundo.
Terminaremos este epígrafe anotando de nuevo que la localización de Lébura en Talavera de la Reina (que primeramente afirmaban Fdez.-Miranda, Mangas y Pereira) es perfectamente factible; tal como podemos comprobar en los mapas anteriores. Donde veremos que esta parada citada por el Anónimo de Rávena, pudiera reducirse a la mencionada ciudad toledana, aunque también es posible situarla en El Carpio y La Puebla de Montalbán (tal como hemos destacado, y se comprende, observando el plano donde he señalado las rutas). Pero, muy por el contrario; la reducción de Augustóbriga en Talavera de la Reina, se nos hace imposible admitir. Más aún que la localización normal, donde se lleva la civitas de Augusto hasta Talavera la Vieja. Por lo demás, estos autores siguen su trabajo analizando las obras de quienes investigaron casi un siglo antes, el mismo tema; citando los estudios de Coello y de Antonio Blázquez. Sobre el primero, hemos tratado extensamente en nuestro capítulo III, cuando estudiábamos los caminos desde Toledo a Mérida; pues fue Francisco Coello de Portugal quien en 1889 publicó un extenso opúsculo que los analizaba (30) . Trabajo en el que vimos algunas incoherencias; principalmente cuando afirma que la vía más antigua desde Toledo a Talavera de la Reina, era la que transitaba por el Norte del río. Pasando por Burujón, La Puebla de Montalbán, El Carpio y Cebolla. Sin observar el insigne autor, que este trazado tiene como problema salvar dos ríos: El Guadarrama y el Alberche; o en su caso, cruzar el Tajo en algún punto. Por cuanto mi teoría es que si salimos de Toledo tomando un puente meridional; estaríamos en la margen sur, pudiendo llegar desde esa orilla y vadeando, hasta todos los puntos que nos unen con Extremadura (incluido, Talavera de la Reina).
Por su parte, inciden también Fdez.-Miranda, Mangas y Pereira, en la confusión de rutas que presenta Francisco Coello de Portugal; situando finalmente Augustóbriga en Talavera la Vieja. Terminando por escribir: “Cuantos itinerarios reconstruye Coello los hace guiándose de topónimos y hallazgos aislados de carácter más o menos arqueológico, pero ni en un sólo caso llegó a registrar con certeza una calzada o vía de época romana clara, aunque sí anotara multitud de caminos antiguos de cuyo uso aun había constancia indiscutible en su tiempo” (29k) . Siguen los tres investigadores estudiando las hipótesis de otro famoso arqueólogo de principios del siglo XX, que también se dedicó al análisis de los caminos romanos. Nos referimos a Antonio Blázquez; quien publicó una de las mejores interpretaciones y guías del Itinerario de Antonino en 1920. Donde localizaba Augustóbriga en Vascos de la Jara; a la que Fdez.-Miranda, Mangas y Pereira llaman Bascos y cuya reducción no comparten (29l) . Por último diremos que los tres autores finalizan el opúsculo que hemos estudiado, afirmando que el camino desde Toledo a Mérida, transcurría por la linde Norte, o derecha, del río Tajo. Un hecho en el que no estamos de acuerdo, ya que al sur de la capital manchega se extienden infinidad de rutas que llevan hasta el Puerto de San Vicente, hacia Arrebatacapas o Los Ibores; desde donde se accede a Extremadura. Por lo demás, en esta zona sur del Tajo, los yacimientos y hallazgos ibero romanos, se extienden de un modo inagotable. Con apariciones en la zona de Melque, Montalbán, Pusa, Belvis y Alcaudete de la Jara, Azután, Navalmoralejo, Vascos, Villar del Pedroso, La Estrella y largo etcétera. Mientras en ese tramo, al norte del cauce, apenas se han encontrado más que las normales villas, que siempre asentaban junto a una vega de río los romanos. Para terminar, señalamos que en nuestra cita (29m) tenemos el resumen de otro opúsculo de los mismos autores (Fdez-Miranda, Mangas, Pereira y Domingo). Publicado en 1990 e Intitulado “Indigenismo y romanización en la Cuenca Media del Tajo”; donde llegan a las mismas conclusiones, acerca de Augustóbriga y Caesaróbriga.
SOBRE ESTAS LÍNEAS: mapa trazado por mí, donde vemos las rutas generales que propone Francisco Coello; como eje de comunicaciones entre Extremadura y Toledo capital. Junto a las que analizaremos como verdaderos caminos naturales:
-EN ROJO Y AZUL: Las vías que menciona Francisco Coello, como rutas usadas para ir desde Toledo hasta Mérida.
-EN VERDE: Tramo añadido, que pasa Puerto Rey, para llegar a Herrera del Duque; entrando así en Extremadura, para dirigirse a Mérida.
-EN NEGRO: Trayecto al que llaman Camino Real, debido a que desde el siglo XVI unía Madrid con Portugal; aunque no fue usado hasta después de La Reconquista, cuando se hizo indispensable internarse en las capitales extremeñas, bajando desde La Meseta. Según Francisco Coello, pararía en Talavera la Vieja, para dirigirse desde allí a Deleitosa y más tarde a Trujillo. Aunque ningún dato histórico confirma esta ruta; que generalmente se hizo cruzando el Tajo por Almaraz y no frente a Talaverilla, donde no hubo puente y el río era peligroso. Observemos, que esta vía más antigua (en opinión de Coello de Portugal), va por el lado norte del Tajo, hasta llegar a Talavera de la Reina; siguiendo desde allí en dirección a Oropesa, para luego adentrarse en Los Ibores. Todo lo que resulta contrario a la geografía y caminos de la zona; que desde Navalmoral seguían hacia Galisteo-Plasencia (para tomar la Ruta de la Plata) o bien cruzaban el Tajo en Almaráz, alcanzando así Trujillo.
-EN MORADO: La ruta que nosotros proponemos; saliendo desde Toledo cruzando el río, para ir vadeando su orilla sur hasta llegar a Las Herencias, donde tomaríamos camino a Azután-Vascos (¿Augustóbriga?). Pasaríamos después por Villar del Pedroso (¿Augustóbriga?) y posteriormente cruzaríamos por Navatrasierra, alcanzando así Extremadura; arribando a Guadalupe y Logrosán (Leuciana en el Itinerario de Antonino).
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos mapas más, que ilustran el trabajo de Francisco Coello de Portugal, que vamos a analizar de nuevo.
Arriba, las vías XXIV y XXV del Itinerario de Antonino, junto a otras opciones de viaje.
-EN ROJO: La Ruta 24 del referido Itinerario, que parte desde Mérida, llega a Cáceres y Salamanca; pasa por Zamora y Simancas, baja hacia Segovia, sigue hasta Titulcia (en Arroyomolinos) y luego se dirige a Complutum (Alcalá), para terminar en Zaragoza.
-EN AZUL: La Ruta 24 del Itinerario de Antonino; que sale de Mérida, para alcanzar las inmediaciones de Miajadas (Lacipea), seguir hasta las cercanías de Logrosán (Leuciana), ir hasta Augustóbriga (Guadalupe o Navalmoralejo -Vascos o Villar del Pedroso)-; terminando luego en Toledo.
-EN VERDE: Camino Real de Madrid, transitado fundamentalmente desde el siglo XVI; aunque en la antigüedad unía Titulcia con Trujillo-Cáceres (la Meseta, con la Ruta XXIV y entraba a Lusitania).
-EN MORADO: Camino del Tietar, que unía Titulcia con La Lusitania, via Cápara (Mansio también de la Vía XXIV, que hoy se conoce como De La Plata)
Abajo: Diferentes vías y trazados, donde vemos que las dos posibilidades plausibles son que Augustóbriga estuviera en Vascos-Villar del Pedroso; o bien en Guadalupe.
B-2) : Francisco Coello de Portugal y sus estudios sobre caminos en Toledo:
Decíamos en nuestro capítulo III: “Para demostrar que las rutas entre Toledo y Extremadura solían ir por el Puerto de San Vicente, debemos consultar lo que nos dicen aquellos que más estudiaron este tema. Por cuanto habremos de analizar a fondo el trabajo de Francisco Coello, del que -ya dijimos- fue quien más se dedicó al estudio de las antiguas vías de comunicación entre la capital de La Mancha y las extremeñas. Escribiendo en 1889 su obra “Vías romanas entre Toledo y Mérida” (31) . Donde comienza tratando sobre los Itinerarios de Antonino; explicando la imposibilidad de las distancias recogidas en la Ruta XXV”. Nuestra hipótesis para resolver la falta de millas descritas en el referido Itinerario, fue concluir que tenía un fallo de copista, que habría confundido en 50 millas las separaciones marcadas en el trayecto. Poniendo una L (50) donde debía haber marcado una C (100); o bien, escribiendo una X (10) donde hubo de señalar L (50). Pero Francisco Coello, “prefirió estudiar todos los caminos posibles entre ambas ciudades, intentando de ese modo deducir el problema de la falta de millas en el Itinerario (31a) . Para ello expone que hubo siete rutas principales que se dirigían desde Toledo a Mérida; pasando a analizar una por una” (31b) . “Comenzando por recoger y estudiar las paradas que marca la referida Ruta XXV (que ya sabemos, son: Lacipea, Leuciana, Augustóbriga, Toletum y Titulcia); para continuar desarrollando una introducción en la que explicará las mansiones y el trayecto entre Mérida y Córdoba” (31c) .
Seguíamos anotando como“La siguiente ruta que explicará Coello es la que sube desde Mérida a Trujillo; en la que según el autor Lacipea estaría en el pueblo de Santa Amalia; mientras Leuciana se hallaría en el Puerto de Santa Cruz de la Sierra -al lado del río Ruecas; que identifica con la voz Rodacis (que aparece como mansio en el Anónimo de Rávena)-. Desde allí, hace pasar el camino hasta Trujillo, para ir luego a Jaraicejo y cruzar el puerto de Miravete. Marchando posteriormente hasta Navalmoral de la Mata, en cuyas proximidades sitúa Augustóbriga (identificándola con Talavera la Vieja); para luego dirigirse hacia Caesarobriga o Talábriga, que ubica en Talavera de la Reina. Desde donde directamente iría la vía hacia Toledo; por el conocido camino de Cebolla, Malpica, El Carpio y La Puebla de Montalbán” (31d) . Más interesante es lo que nos dice después el autor, hablando de un camino tradicional que tras dejar Trujillo o bien Mérida, iba a través de Aldea Centenera para subir por el alto de Deleitosa y evitar así el Puerto de Miravete; llegando pronto hasta la zona de los Ibores. Ruta a la que Coello de Portugal denomina `camino natural´; y el que creemos siempre siguieron quienes se introdujeron en Extremadura desde Navalmoral de la Mata”. Una idea que seguimos explicando en el capítulo III, al exponer como consideraba “el autor que para ir desde Mérida a Talavera la Vieja (que cree Augustóbriga) lo más apropiado sería viajar primeramente por el Puerto de Santa Cruz y luego encaminarse a Aldea Centenera; para desde allí, pasar a Deleitosa o bien dirigirse a los Ibores, por la zona norte de Berzocana” (31e) .
La resolución de ruta que presenta Francisco Coello, la hace “Sin prestar atención a las distancias, ya que nada de cuanto narra el Itinerario encajaría en millas que separan a Mérida, a sus mansiones, ni a las dos Talaveras, con Toledo” (…) “Seguirá Francisco Coello de Portugal, explicando los diferentes caminos trazados” (…) “comentando asimismo la existencia de una antigua calzada romana que transitaba de Toledo a Melque, para ir luego hasta la zona de San Martín de Montalbán (31f) . Otra de las vías que ya habíamos comentado como una alternativa para dirigirse hacia el Puerto de San Vicente o Puerto Rey, pasando antes por Alcaudete de la Jara” . Anotando este investigador como “en las cercanías de estas otras rutas se halla la famosa ciudad de Vascos (en Navalmoralejo); que algunos han identificado con Augustóbriga (31g) . Una localización de esta urbe perdida, que no carece de argumentos; pues se halla a las 55 millas que el Itinerario dicta, había entre aquella y Toletum” (…) “A continuación, el autor recogerá otra vía entre Emérita y Toletum; en este caso la que discurriría a través de Medellín, siguiendo y salvando el Guadiana, para adentrarse por detrás de los Montes de Toledo; alcanzando La Mancha, por la provincia de Ciudad Real” (31h) (...) “donde curiosamente aparece una población que actualmente se llama Luciana -nombre muy parecido a la Leuciana citada por el Itinerario- (31i) (…) Pasando más tarde a referir un interesantísimo camino, al que llamaron “real” y que partía desde el Monasterio de Guadalupe; teniendo dos ramales. El primero hacia tierras del Guadiana, para llegar a Ciudad Real (alcanzando el área de Almadén). Mientras otro se dirigía hacia Berzocana, Cabañas, Aldeacentenera y el Puerto de Santa Cruz, llegando a Mérida -con otra vertiente que iba hasta Medellín-.”
Decíamos para finalizar este análisis de la obra: “Terminará Francisco Coello su estudio sobre las comunicaciones de Toledo, mencionando otras dos rutas más. La sexta, que transcurría muy al Sur, iba desde Medellín a Piedra Buena (Ciudad Real). Exponiendo el autor que si fuera esta la que recoge el Itinerario en su Ruta XXV, Augustóbriga se situaría en Alcobilla, junto al río Bullaque. Donde muy cerca hay una población homónima casi a la que menciona la guía antoniniana, y llamada Luciana (31k) . Aunque finalmente habla de un “Camino real” o “del rey”; que es el que pasaba por Melque, viniendo desde Guadamur, para llegar al Castillo de Montalbán” (…) “Todo lo que razona que la principal vía de comunicación entre Toledo y Extremadura, fuera esta ruta que pasaba hasta Alcaudete de la Jara y luego subía el Puerto de San Vicente o por Arrebatacapas”. Tras ello, el autor realiza un resumen de caminos que recogemos en nuestra cita (32) ; determinando como aquel que encaja con la ruta XXV del Itinerario de Antonino, es el que numera como segundo y describe del siguiente modo: "De Mérida por Trujillo y Aldeacentenera á Talavera la Vieja y por Calera á Talavera de la Reina, con las prolongaciones á Toledo indicadas en el anterior, ó bien con las variantes desde Talavera la Vieja para empalmar con la otra vía en Calzada de Oropesa, ó por Valdelacasa, Villafranca del Puente del Arzobispo y Las Heréncias á Talavera de l a Reina, siguiendo la orilla izquierda del Tajo" -ver (32) camino 2º- .
Terminábamos nuestro comentario a los estudios de Coello de Portugal, con las siguientes palabras: “entre esos caminos antiguos de Toledo a Mérida, presentados por el autor. Para su identificación con la Ruta XXV, hemos de dejar al margen aquellos que discurren por el Sur de La Mancha, vía Medellín y Almadén” (…) “(trayectos que el investigador cita al final, como 5º, 6º y 7º)” (…) “Tampoco podemos creer que la vía natural para unir Mérida y Toledo, viniera por Herrera del Duque (mencionada como camino 4º)” (…) “Por cuanto tan solo debemos considerar rutas aceptables, para ser equiparadas a la XXV de Antonino, las que van por las dos Talaveras o bien por la Sierra de Guadalupe. De ese modo, Coello enumera como 1º y 2º aquellas que pasan desde Mérida a Trujillo y de allí a Talavera la Vieja (para él Augustóbriga). Aunque -a mi juicio- hemos de desestimarlas, al tener más de 320 kilómetros de recorrido y ser un trayecto demasiado largo para considerarlo la unión natural entre ambas capitales. Finalmente, quedaría tan solo como hipótesis plausible, el que cita como 3º: `De Mérida por Miajádas, Zorita, Logrosán, Cañamero´. Aunque desde allí, lógicamente habríamos de ir a San Vicente o Arrebatacapas, y cruzar hacia Toledo, vía Alcaudete de la Jara, para llegar hasta Navalmoralejo y alcanzar el Tajo”. A lo que hemos de añadir, que se llegaría a la capital manchega siguiendo la margen sur del río; nunca la vereda norte, tal como Coello de Portugal manifiesta.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos mapas más, trazados por mí, donde vemos las Rutas XXIX y XXX del Itinerario de Antonino. Arriba, ambas vías con las paradas identificadas por mí. Abajo, en verde, la ruta 29 (XXIX) que partía desde Mérida y llegaba a Zaragoza, pasando por Toledo y Titulcia. En verde claro, una extraña opción comentada por algunos que desearon situar la parada carpetana de Vico Comuario en Quijorna, en vez de en Esquivias (localización más adecuada). En morado, la ruta 30 (XXX), que a mi juicio partía de Daimiel y llegaba a Toledo. La existencia de una población llamada Luciana en Ciudad Real; hizo que algunos expertos del siglo XIX identificasen ese punto con la Leuciana de la Vía XXV de Antonino (que se debe localizar en Logrosán). Debido a ello, nos dirá Coello, que existe la posibilidad de que Augustóbriga fuera carpetana y se situase en las cercanías de esa Luciana de Ciudad Real (población muy cercana a Piedra Buena). Consecuentemente, unos párrafos antes decíamos: “Terminará Francisco Coello de Portugal su estudio sobre las comunicaciones de Toledo, mencionando otras dos rutas más. La sexta, que transcurría por el Sur, marchando desde Medellín a Piedra Buena (Ciudad Real). Exponiendo el autor que si fuera esta la que recoge el Itinerario en su Ruta XXV, Augustóbriga se situaría en Alcobilla, junto al río Bullaque. Donde muy cerca hay una población homónima casi a la mencionada por la guía antoniniana, y llamada Luciana”.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de Medellín, el Metilium romano. Al lado, el teatro romano, recientemente recuperado. Abajo, su puente sobre el Guadiana; de origen romano. Varios de los caminos que traza el Itinerario de Antonino, parten desde Mérida y transitan por las cercanías de Medellín; parando la Ruta XXIX en una Mansio denominada Contosolia, que se identifica con Magacela. Otras de las vías recogidas en este texto, que se dirigían desde la Antigua Emérita a Córdoba (o al centro peninsular), seguían la misma calzada.
B-3) : Augustóbriga en Eduardo Saavedra:
Años antes de que Hübner lanzase la hipótesis que localizaba esta ciudad dedicada a Augusto, en Talavera la Vieja. Eduardo Saavedra presentó su obra “Discursos ante la Academia de la Historia” (33) ; en los que este insigne ingeniero de caminos que descubrió Numancia, describe del siguiente Modo el viaje que estamos analizando (de Mérida a Zaragoza):
525. Alio itinere ab Emerita (33a)
6 Caesar-augustam.................................mpm CCCXLVIII
7 Lacipea................................................mpm XX
8 Leuciana.............................................mpm XXIII
9 Augustobriga......................................mpm XXII
10 Toletum.............................................mpm LV
11 Titulciam............................................mpm XXIII
Es decir: Otro itinerario entre Mérida
6 y Zaragoza ............................................ 348 millas romanas (unos 540 kmts)
7 Mérida-Lacipea ..................................... 20 millas romanas (unos 31 kmts)
8 Lacipea-Leuciana .................................. 23 millas (unos 36 kmts)
9 Leuciana-Augustóbriga …..................... 22 millas (unos 34,5 kmts)
10 Augustóbriga-Toledo …....................... 55 millas (unos 80 kmts)
11 Toledo-Tiltulcia …............................... 23 millas (unos 36 Kmts)
Con los anteriores datos, situará Eduardo Saavedra Lacipea en Navalvillar de Pela (33b) , en Badajoz; entre Santa Amalia (cerca de Miajadas) y Herrera del Duque -al sureste de Madrigalejo y al Oeste de Casas de Don Pedro (ver mapa)-. Sigue el autor, localizando Leuciana en las cercanías de Valdecaballeros (33c) ; al noroeste de Herrera del Duque, al Sur de Alía y junto a Castilblanco. Próximo al actual pantano de Cijara y advirtiendo que debe ubicarse en lugar ajeno a la Luciana de Ciudad Real. En lo que refiere a Augustóbriga, nos dice Saavedra que ha de reducirse en las cercanías de Puerto Marchés o de Alcoba (33d) . Lo que supone situarla en las proximidades de San Pablo de los Montes, Hontanares; o en su caso, si fuera en el municipio de Alcoba, junto al Parque Nacional de Cabañeros. Trazando un camino que supone el paso desde Extremadura a La Mancha, sin cruzar por Puerto Rey, ni San Vicente o Arrebatacapas; sino viajando por el sur de los Montes de Toledo. Una ruta muy cercana a la XXIX del Itinerario de Antonino (antes vista); que transcurría de Mérida a Titulcia, cruzando por las cercanías de Medellín, llegando a Almadén y subiendo desde Ciudad Real. Por su parte, Eduardo Saavedra reduce Titulcia a la antigua Bayona del Tajuña (tal como se hizo desde 1814) y coloca Miacum, en el Arroyo Meaques (a la entrada Este de Madrid). Unos errores de localización que fueron comunes en todos los autores del siglo XIX y XX; hasta que hace unos treinta años Dimas Fernández-Galiano redujo Titulcia en Carranque el Viejo (cerca de Arroyomolinos). Por lo que otros investigadores descubrieron, unos decenios más tarde, que Miacum debía situarse en las proximidades de El Escorial (Monesterio) o en Collado Mediano (El Beneficio).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, fotografía del insigne Eduardo Saavedra y Moragas; ingeniero de caminos que estudió las vías romanas en España de un modo magistral. Localizando poblaciones como Numancia, en Garray (Soria). Abajo, mapa publicado en su libro “discursos ante la Academia de la Historia”; donde hemos destacado el lugar en que el académico situaba las paradas de la Ruta XXV de Antonino (Mérida, Lacipea, Leuciana, Toledo y Titulcia).
B-4) : Augustóbriga en Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera:
El primer trabajo que dedicó este autor al camino XXV, lo hará en su obra intitulada “Nuevo Estudio sobre el Itinerario de Antonino”, publicada por la Real Academia de la Historia en 1892 (34) . Donde veremos como identifica ese trayecto con una ruta similar a la que trazó años antes Eduardo Saavedra, aunque localizará Leuciana en la población de Ciudad Real llamada Luciana; por lo que se vio obligado a deducir las siguientes reducciones (que podemos ven en imágenes más abajo):
-Mérida (punto de origen)
-Lacipea a 20 millas = Fontanosas (más allá de Almadén, en Ciudad Real)
-Leuciana a 24 millas = Luciana (junto a Piedra Buena, Ciudad Real)
-Augustobriga a 22 millas = Sobre el río Bullaque (cerca del parque de Cabañeros)
-Toletum a 55 Millas = Toledo
-Titulciam a 34 Millas = Bayona de Tajuña (34a)
El camino que traza Blázquez, fue un error de base; pese a tratarse de un gran académico y un investigador sin igual. Un fallo originado por querer identificar Leuciana con el pueblo llamado Luciana (sito en las cercanías de Piedra Buena). Localización que en nuestros días parece casi absurda; por ser actualmente indiscutible que la Mansio de Leuciana se reduce a las inmediaciones de Logrosán. Pudiendo discutirse si era Madroñera, Abertura, Cañamero o Madrigalejos; pero sin situarla en un lugar tan alejado de Mérida como Luciana. Ya que la guía antoniniana distanciaba esta segunda parada, poniéndola a 44 millas romanas de Mérida (unos 70 kmts). Lo que jamás puede equipararse a los más de 210 kilómetros que hay entre la capital extremeña y esa población de Ciudad Real. Aunque el hecho de que Blázquez fuera ciudadrealeño (nacido en Almadén), quizás nos explica que trazase la Ruta XXV cruzando las inmediaciones Piedra Buena y el río Bullaque (donde ubicó por primera vez Augustóbriga; en una zona próxima a su lugar de origen). Pese a ello, creemos que una vez comprendidos los errores que planteaban las referidas localizaciones de esta obra editada en 1892; veinte años más tarde, volverá a tratar Antonio Blázquez el mismo tema. Publicando la Real Academia de la Historia otro opúsculo suyo, que en este caso se intitula: “Informe relativo a parte de la vía romana, núm. 25, del Itinerario de Antonino” (35) . Donde comienza expresando:
“La inscripción descubierta en una teja de Villafranca de los Barros, ha venido á facilitar la solución de uno de los problemas de la Geografía española de la antigüedad: la del trazado de la vía núm. 25 del Itinerario romano de Antonino, que partiendo al parecer de Mérida, iba por Toledo á Zaragoza” (…) “pues mientras personas tan doctas como nuestro compañero el Sr. Saavedra, maestro en estos estudios, opinaba que la referida calzada partía de Medellín, y situaba á Lacipea, en el despoblado de Villavieja, del término de Navalbillar de Pela; Leuciana, en el despoblado, próximo á Valdecaballeros, y Augustobriga, en la dehesa de Ahijón. El insigne cartógrafo español D. Francisco Coello, que también fué compañero nuestro, se inclinaba, después de reseñar toda la zona de probabilidad del camino, á creer en el arranque de la vía desde Almadén, y situaba en Fontanosas, Leuciana y la torre de Abraham, junto al Bullaque, las tres mansiones mencionadas. El Sr. Roso de Luna, correspondiente nuestro, y por cierto de los más diligentes y entendidos, se hizo ya cargo, hace unos ocho años, del contenido de la inscripción mencionada que fija la situación de Lacipea próxima á Montánchez” (35a) .
A continuación, recoge A. Blázquez las mansiones y el itinerario que describía Eduardo Saavedra en la obra que antes hemos analizado -“Discursos ante la Academia de la Historia”- (35b) . Añadiendo que tanto este autor, como Francisco Coello de Portugal, leyendo los originales del Itinerario de Antonino, observan una gran ausencia de millas entre Toledo y Mérida. Ya que el Itinerario tan solo señala un total de 111 (o bien 121 -según las versiones-); debiendo considerarse que faltan al menos 50 millas (35c) . Momento en que hacemos un inciso, para exponer de nuevo el referido error existente en lo que se marca entre Leuciana y Augustóbriga; no sabiendo los autores si debe leerse XII, o bien XXII millas. Todo lo que -personalmente- he resuelto, considerando que este fallo de copista es el que genera la falta de distancia anotada en el viaje. Debiendo interpretarse que entre Leuciana y Augustóbriga no había XII ni XXII millas; sino que la errata habría confundido una X (10) por una L (50). Por lo que deberíamos leer LXII (62 millas romanas), lo que situaría Augustóbriga a unos 100 kilómetros de Logrosán; pudiendo así localizarse en Villar del Pedroso o en Vascos de la Jara. Una vez aclarado este punto, seguimos con la obra de A. Blázquez, quien opta por resolver esta falta de distancias, exponiendo: “Hay, pues, que desechar el arranque directo desde Mérida, y afirmar rotundamente que era una bifurcación de otro de los que arrancaban de esta población.” (35d) . Tras lo que recoge varias teorías de investigadores, donde se considera que esta Ruta XXV no salía desde la capital extremeña; ante lo que afirma: “El segundo punto á discutir es el de fijar de un modo razonable, y por tanto admisible, la vía en que tomaba su origen, o punto de partida, y respecto de él diremos que el Sr. Saavedra la hacía arrancar de Medellín, y el Sr. Coello de Almadén, ó sea de las mansiones denominadas Metellinum y Sisapone,” (35d) .
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de Medellín, desde donde hacía partir la Ruta XXV Eduardo Saavedra. Arriba, su teatro romano (recientemente recuperado). Al lado, la iglesia donde fue bautizado Hernán Cortés. Abajo, Museo del Teatro Romano de Medellín (al que agradecemos nos permita divulgar nuestra fotografía).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes de la iglesia de Talarrubias (Badajoz). En el siglo XIX, los expertos creyeron que por las proximidades de esta población transcurría la Ruta XXV del Itinerario de Antonino.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Dos imágenes del trabajo de Blázquez, sobre las ruta romana XXV, en el Itinerario de Antonino.
Bajo los planteamientos expuestos antes de las fotografías, A. Blázquez lanza la hipótesis de que -a su juicio- la Ruta XXV no partía desde Mérida, sino de otra mansión cercana. Para lo que se traslada a estudiar la Vía anterior (numerada como XXIV y que conocemos como de La Plata). Donde buscará el punto de origen; suponiendo así, que salía desde la segunda parada, llamada Ad Sórores. Mansio marcada a 26 millas de Mérida y a 20 de Cáceres; que actualmente se identifica con Aldea del Cano. Pero que en opinión de A.Blázquez, era un lugar cercano a Montánchez, donde se iniciaba la referida Vía XXV; desechando de ese modo, el punto de origen que indica el Itinerario antoniniano. Con ello, resolverá la falta de millas que se observa en el texto original; y para eso necesitará quitar Mérida del trayecto. Aunque el original del Texto indica claramente el nombre de esa ciudad, marcándola como lugar de salida; escribiendo como título de la Vía XXV: “Alio itinere ab Emerita” (otro itinerario desde Mérida). Pese a ello, Blázquez decide que el origen de este camino es Ad Sórores, segunda parada de la Vía XXIV (la anterior) y desde allí, plantea las distancias junto a sus nueva localizaciones (35e) .
Hemos de anotar que la justificación para situar el punto de partida en Ad Sórores, es resuelto por Blázquez en base al total de millas que marca el Itinerario entre Zaragoza y su mansio inicial. Justificándolo con el encabezamiento del viaje, donde se refiere: “Alio itinere ab Emerita Caesar-augustam mpm CCCXLVIII”. Lo que significa: “Otro itinerario desde Mérida a Zaragoza, de 348 millas romanas”. Así pues, considerando que desde Montánchez hasta Zaragoza hay unas 358 millas romanas; decide el autor que esa zona de Extremadura corresponde claramente al inicio de Camino. Todo lo que razona, expresando que bastará quitar una “X” al total de millas descritas en el texto romano, dejarlo convertido en CCCLVIII (358). Siendo este el modo en que nos demuestra Blázquez como el comienzo de la Ruta XXIV, se halla en este punto llamado Ad Sórores y no en Mérida. Debido a que la distancia desde Montánchez (Ad Sórores) a Zaragoza venía a ser unos 580 kilómetros, lo que equivale a esas 358 millas que recoge el encabezamiento del camino (35f) . Un planteamiento que no llegamos a comprender; habiendo bastado suponer que el error de copia fue confundir una X (10) con una L (50); para que cuadrasen las millas que faltan entre Mérida y Toledo (aproximadamente unas 50). Por lo que, como podremos observar en las anteriores conclusiones, el razonamiento de A. Blázquez en este punto, es inadmisible. Pues se limita a tomar el total de millas descrito en el título de la Ruta XXV de Antonino. Deduciendo el autor un nuevo punto de partida, al comprender que entre la capital de Aragón y la de Extremadura hay mayor separación, que la descrita. Arreglando esa carencia de distancia, prescindiendo de Mérida y marcando el inicio del camino XXV en la segunda parada de la Ruta anterior (la XXIV). Tomando como principio esa mansio llamada Ad Sórores y demostrando su teoría al afirmar que entre Zaragoza y Móntanchez (donde sitúa Ad Sórores) hay 358 millas romanas y el texto habla de 348 -CCCXLVIII-.
Tras esta conclusión, situará definitivamente A. Blázquez, Ad Sórores, en Casas de Don Antonio (al Oeste de Montánchez y al Sur de Aldea del Cano). Ubicando Lacipea (segunda Mansio de la Ruta XXV) en Santa Cruz de la Sierra (35g) . A continuación, observará que el camino iría absolutamente recto, en dirección a Toledo, lo que le lleva a localizar Leuciana (tercera Mansio) en Robledollano (35h) . Población de Los Ibores, cercana a Castañar y Navalvillar de Ibor; pero que se trata de un lugar alejado y sin caminos. Aunque el autor la considera una parada del camino XXV, al situarse al Oeste puro y distar unos 40 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra. Siendo cierto, que ninguna ruta nos llevaría hacia allí; debido a su orografía y a su lejanía de vías naturales. Pese a ello, señala que la Mansio siguiente (Augustóbriga), había de encontrarse en una zona cercana a Villar del Pedroso o a Talavera de la Reina. Considerando Blázquez que aquella ciudad dedicada a Augusto, hay que buscarla más justamente en La Estrella (35i) . Exponiendo el autor, que desde este pueblo de La Jara y hasta Toledo; hay justamente lo descrito por el Itinerario (55 millas, que según él son 82 kilómetros). Por lo que finalmente deduce la ubicación de Augustóbriga en La Estrella, pasando más tarde a recoger los caminos que Coello de Portugal describe en sus estudios; apoyando en ello sus nuevas hipótesis y mostrar su teoría como acertada (35j) .
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del castillo palacio de Orellana La Vieja (Badajoz). Las diferentes interpretaciones de las Rutas XXV y XXIX recogidas en el Itinerario de Antonino, realizadas por Saavedra y Blázquez; consideraron que atravesaban estas tierras de La Serena y La Siberia extremeña. Siendo cierto que la numerada como XXIX salía de Mérida, iba hasta Magacela, Zarzacapilla, Almadén y Ciudad Real; para luego subir hacia Titulcia tras pasar por Daimiel y Alces. La XXV realmente cruzaba la Sierra de Guadalupe y Los Ibores, partiendo desde las cercanías de Logrosán (Leuciana) y llegando a Augustóbriga (en La Jara). El trazado que realiza Saavedra en 1862 es la base que seguirá Antonio Blázquez en 1892 cuando escribe su famoso “Nuevo Estudio sobre el Itinerario de Antonino”. En el que sitúa Lacipea en Fontanosas (junto a Almadén); Leuciana en Luciana (Ciudad Real) y Augustóbriga en las cercanías del río Bullaque.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: al lado, fotografía de Antonio Blázquez y Delgado- Aguilera (insigne arqueólogo y militar). Nacido en Almadén, en 1859; su origen ciudadrealeño creemos que jugó un papel principal en las primeras localizaciones que propuso a la Ruta XXV de Antonino. Aunque veinte años más tarde (en 1912), publicó una segunda obra dedicada a esta vía y su trayecto; donde las reducciones fueron muy distintas. Situando Augustóbriga en La Jara toledana (en La Estrella o Villar del Pedroso). Abajo, mapa de Eduardo Saavedra, publicado en su obra “Discursos leídos ante La Real Academia de la Historia” (1862). Hemos marcado en Azul el recorrido y los puntos que el autor señala como trayecto de la Ruta XXIX. Asimismo, en Rojo, tenemos la interpretación de la Ruta XXV, según Saavedra. Finalmente, he ,marcado con una estrella y en letras rojas, la verdadera situación de Titulcia (que se halla en Arroyomolinos-Carranque; no en el lugar donde la localizaron en 1814, cambiando el nombre del pueblo).
B-5) : Conclusión a los trabajos de Coello, Saavedra y Blázquez (junto a otros autores coetáneos, que estudiaron los datos sobre Augustóbriga):
Tras haber resumido las obras donde estos investigadores del siglo XIX analizaban los caminos romanos y la situación de la Augustóbriga vettona; junto a las fuentes que referían datos sobre esta ciudad (hoy perdida). Hemos de anotar que los trabajos antes estudiados, no nacen por motivos puramente académicos; sino más bien como controversia a diferentes teorías. Siendo principalmente argumentos de oposición a la hipótesis que desde 1969 venía afirmando Hübner, situando Augustóbriga en Talavera la Vieja (36) . Todo lo que se completa con el “extraño” hallazgo sucedido en 1887; cuando aparece una losa adosada a las murallas de esa población, hoy hundida bajo las aguas (también llamada Talaverilla). Lápida de mármol blanco, con la palabra AUGUSTOBRIGENSE; que hasta entonces nadie había visto (pese a que estaba en la parte baja de los muros; por la parte exterior). Siendo descubierta precisamente por el juez de Navalmoral de la Mata y dando cuenta de ello ante la Academia de la Historia, D. Fidel Fita. Íntimo amigo y gran admirador de Hübner, que no dudó en expresar desde entonces que Augustóbriga estaba en Talavera la Vieja (tal como el alemán había intuido diecisiete años antes). De tal manera, cuando en 1892 Hübner publica una segunda edición -ampliada y revisada- de su corpus de inscripciones latinas en España (Inscriptiones Hispaniae Latinae). Indica claramente que Augustóbriga de los vettones estaba en esa Talaverilla (actualmente cubierta por el embalse); incluyendo en su página 112 la referida inscripción hallada en 1887 por el juez y estudiada por Fidel Fita (en una obra publicada el mismo año por La Real Academia de la Historia).
Pese a ello, poco después, aparecieron numerosos opúsculos que se oponían a esta hipótesis defendida por el estudioso alemán y ratificada por el profesor Fita. Publicando la Real Academia de la Historia el “Nuevo estudio sobre el Itinerario de Antonino” de Antonio Blázquez; precisamente el mismo año en que aparecía la segunda edición de INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE, escrita por Hübner (1892). Lo que exponemos, necesariamente hace ver que la obra de Blázquez, sale a la luz para generar controversia y oponerse a las teorías del texto reeditado en Berlín. Nueva publicación, ampliada, del corpus de Hübner, donde se completaba el catálogo epigráfico y se refiere la teoría sobre Augustóbriga del alemán. Demostrando este, su acierto intuitivo; cuando dieciocho años antes (en 1869) escribió en la primera edición del catálogo de inscripciones, que en Talaverilla no estaba la Eubura (que califica como carpetana). Sino, se hallaba la Augustóbriga vettona; todo lo que se ratificó en 1887, con la referida aparición de la losa. Descubrimiento “rodeado” de unas circunstancias, que debieron levantar ciertas sospechas. Pues no fue encontrada en una excavación, sino “adosada en las murallas” y además su descubridor era el juez de Navalmoral (no un lugareño, o un arqueólogo).
De tal manera, parece que esta obra de Antonio Blázquez publicada el mismo año que el corpus de Hübner, tuvo como misión oponerse a las hipótesis de este y ratificar las teorías de Eduardo Saavedra. Quien -como vimos- en su gran obra “Discursos a la Academia de la Historia”; afirmaba que la Ruta XXV partía desde Medellín y transcurría por tierras de Ciudad Real. Situando Augustóbriga en las cercanías de Puerto Marchés o de Alcoba (próxima a Piedra Buena). Aunque las afirmaciones de Blázquez, localizando Leuciana en Luciana y Augustóbriga en las proximidades del Bullaque; no solo se basaban en las investigaciones de Saavedra. Teniendo como base, a su vez, el estudio sobre caminos entre Mérida y Toledo, que publicó Francisco Coello de Portugal en 1889 -ver cita (30) -. Un opúsculo que hemos analizado extensamente en nuestro apartado (B-2) editado por la SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE MADRID (mientras la presidía el autor). Impresa justo dos años después de que Fidel Fita afirmase ante la Academia de la Historia, que la losa hallada en Talavera la Vieja, determinaba definitivamente la localización de Augustóbriga en esta población -tal como intuyó Hübner, dieciocho años antes-.
Pese a haber editado Coello su trabajo durante esos años de controversia; en los que unos creían que el alemán había descubierto la ciudad dedicada a Augusto y otros lo negaban de modo tajante. Su obra no opta por postularse hacia una teoría, ni desea descartar algunas localizaciones. Sino, más bien, se trata de un compendio de rutas; donde pretende presentar la idea de que todas las hipótesis pueden ser válidas (hasta que no se confirme una reducción absoluta). De tal modo, su análisis sobre los diferentes caminos que llevaban de Mérida a Toledo; reconoce que hay varias áreas o ejes principales de comunicación. Una que subía desde la capital extremeña, hacia Santa Cruz de la Sierra, en dirección a Trujillo y Los Ibores. Cruzando por Deleitosa o por Almaraz, para llegar hasta Talavera la Vieja. Donde el autor reconoce que puede situarse Augustóbriga; aunque muchos otros creen que es Vascos de la Jara (una opinión que él prefiere, ya que esta alcazaba abandonada está casi exactamente a 55 millas romanas de Toledo). Añadiendo F. Coello de Portugal, que también hay otros axis de comunicaciones que llevaban desde Mérida a Toledo: La primera, cruzando La Siberia extremeña y pasando Puerto Rey. Mientras las más usadas -a su juicio- fueron las que se dirigían hacia Medellín y de allí a la provincia de Ciudad Real, para alcanzar así la capital de La Mancha. “Exponiendo el autor que si fuera esta la que recoge el Itinerario en su Ruta XXV, Augustóbriga se situaría en Alcobilla, junto al río Bullaque. Donde muy cerca hay una población homónima a la que menciona la guía antoniniana, y llamada Luciana” -ver cita (31k) -. De tal modo, será Francisco Coello de Portugal quien decida escribir ese tratado sobre rutas entre Extremedura y la capital manchega; quizás, con la idea de evitar el enfrentamiento y la controversia entre quienes daban por localizada Augustóbriga en Talavera la Vieja y los que proponían otros lugares (como Villar del Pedroso, Vascos; e incluso, las tierras cercanas al Bullaque, en Ciudad Real). Todo lo que muestra la situación que se vivió tras la aparición de la famosa losa con la inscripción “AUGUSTOBRIGENSE”, hallada en Talaverilla por el juez de Navalmoral de la Mata.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de las tierras del Guadiana, en Extremadura (entre La Serena y La Siberia). Los trazados que los investigadores del siglo XIX hicieron de la Ruta XXV, descrita en Antonino; discurrían por esta zona. Realizando el paso desde Mérida a Toledo, cruzando Puerto Rey; o bien, pasando a Ciudad Real hacia Almadén, al Sur de los Montes de Toledo.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: al lado, de nuevo, los humedales del Guadiana en La Serena; con sus bandadas de grullas que pasan allí el invierno. Abajo, mapa de Francisco Coello de Portugal, publicado en su obra sobre los caminos entre Mérida y Toledo. Se observa que sigue el trazado de las vías modernas, que iban desde la capital extremeña a Trujillo, siguiendo a Navalmoral de la Mata, para continuar hacia Talavera. O bien, por la carretera de Badajoz a Ciudad Real; en la que hemos de destacar que se trata de un trazado cercano al de la ruta XXIX del Itinerario de Antonino.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: al lado, de nuevo, mapa trazado por mí, donde podemos observar como se situaban las alcazabas y defensas del río Tajo, entre las que se encontraba Talavera la Vieja. Se puede observar en el plano, dónde estaba exactamente el Puente del Conde, del que trataremos extensamente. Abajo, de nuevo: Mapa mío con todas las vías de las tres rutas que estudiamos, del Itinerario de Antonino. En Rojo, el XXIV (Emérita Cesaraugusta, pasando por Salamanca, Segovia y Titulcia). En Azul, el XXV (Emérita, Cesaraugusta; pasando por Auguatóbriga y Titulcia). En Verde, el XXIX (Emérita Cesaraugusta; pasando por Sisapone, Toletum y Titulcia).
C) AUGUSTÓBRIGA EN HÜBNER:
C-1) : Emil Hübner, breve bosquejo biográfico:
E.W. EMIL HÜBNER, nació en Düsserldorf en 1834 y falleció en Berlín en 1901. Fue hijo de un famoso pintor y poeta, profesor de Bellas Artes; que le educó en los valores intelectuales de la época, logrando dar a su vástago una gran formación. Asimismo, su suegro, le introdujo en las élites de la historiografía; al ser uno de los más reconocidos investigadores de Alemania. De este modo fue como Hübner estudió en Dresde y cursó la carrera Berlín; doctorándose en Bonn, con solo veinte años. Poco después viajó a Italia, donde se dedicó a la investigación durante unos dos años; y a su regreso en 1858 a la universidad berlinesa, Mommsen le encargó realizar un CORPUS DE INSCRIPCIONES LATINAS DE HISPANIA. Acerca del cual nos dicen A.U. Stylow y H. Gimeno Pascual (37) : “El volumen de Hispania, siguiendo la metodología establecida por Mommsen, debía contener todas las inscripciones latinas antiguas de Hispania -excepto las cristianas- clasificadas según la división administrativa antigua. Para ello, entre 1858 y 1861, antes de su viaje a España y Portugal, Hübner inició su proyecto en diferentes Bibliotecas de Alemania, Francia e Italia”. Asimismo, el investigador también realizó un segundo Corpus, dedicado a las inscripciones cristianas y medievales; obra que publicaría en Berlín (1871) adicionándole un “supplementum” en 1900 -casi al final de sus días-. Un catálogo de epigrafía católico-medieval que más adelante comentaremos, pues nos llevará a posibles conclusiones acerca de la localización de Augustóbriga en Talavera la Vieja.
Del modo que narramos, el investigador vino por primera vez a España, con la misión de recopilar inscripciones romanas; durante los años 1860 y 1861 (mientras reinaba Isabel II; que, como sabemos, impulsaba trabajos sobre Historia y arqueología). En ese viaje inicial, visitó Cataluña (estudiando los restos de Barcelona y Tarragona, preferentemente) y pasó luego a Madrid, donde se internó en las bibliotecas y museos -privados o públicos-; siendo asesorado por Antonio Delgado, Aureliano Fernández Guerra (junto a otros directivos de la Real Academia de la Historia) -idem (37) - . En este tiempo, visitó Segovia y dedujo la datación del acueducto; marchando más tarde hacia Levante y Baleares (donde continuó sus estudios epigráficos). Regresó a la Península, arribando a Cartagena, dirigiéndose más tarde a Antequera y a Málaga; pasando luego a Cádiz y a Baelo Claudia (donde no logró obtener grandes novedades, ya que muchos de sus textos romanos se estudiaban en Inglaterra). A su paso por Granada, se interesó sobremanera en la epigrafía falsificada durante El Renacimiento y el Barroco, que proliferaba en la zona. De allí viajó a Jaén y más tarde a Córdoba, donde tuvo gran suerte, al encontrar los restos de varias colecciones privadas, cuyos fondos no se conocían. Lo mismo, sucedió en Sevilla; ciudad que por entonces, ya había abierto el primer Museo Arqueológico (aunque carecía de inventarios) -idem (37) -. Se emocionó con Itálica (Santiponce) y visitó innumerables pueblos sevillanos, hasta dirigirse a Extremadura (marzo de 1861); aunque la epigrafía de Mérida le decepcionó, debido a que en su mayoría era funeraria. Por el contrario, en Cáceres, Santa Cruz de la Sierra, Coria y Plasencia; pudo hallar innumerables testimonios escritos, hasta entonces desconocidos (la mayoría, en manos privadas, como las del Palacio de Mirabel). Regresó después a Madrid y se interesó por los nuevos hallazgos en zonas de La Mancha; debido a que por aquel entonces estaban realizando el ferrocarril Toledo-Ciudad Real. Con ese motivo visitó la capital manchega y pasó hacia Portugal; dirigiéndose luego a Galicia, donde descubre la inscripción de la Torre de Hércules, que dicta “C. Sevius Lupus”, considerado su arquitecto. Siguió hacia Astorga (de la que dijo, estaba libre de falsificaciones); para llegar más tarde a León y Valladolid. Terminando por conocer Burgos y Zaragoza, donde asimismo recopiló importante información.
Sus siguientes visitas a nuestro país, las hace en la década de 1870; cuando se había proclamado la I República y el sentido del Patrimonio se “nacionalizó” (pasando a considerarse un Bien del Estado). Pero los viajes de mayor importancia, serán aquellos que realiza más tarde y en una “segunda tanda”, con en fin de ampliar su “corpus” INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE (publicado en 1869, que deseaba corregir). Regresando en 1881 y siguiendo un recorrido muy parecido al que llevó a cabo entre 1860 y 1861; pero en sentido inverso (comenzando por Galicia y terminando en Cataluña). Viajes que repitió en 1886 y en 1889, con trayectos y destinos muy similares; pero visitando los nuevos museos que se iban abriendo por toda España. Llegando a venir en alguna ocasión más, siempre acompañado y asesorado por personalidades o miembros de la Real Academia de la Historia; entre los que destacó como su colaborador más cercano: D. Fidel Fita (37a) -un hecho que más tarde analizaremos-. Terminando por publicar la segunda edición del “corpus” en 1892, denominada “Supplementum” con ampliación epigráfica y de datos, completando un total de “6350 inscripciones latinas antiguas no cristianas, estructuradas geográficamente según la división administrativa romana establecida por Augusto en tres provincias ” -idem (37) -.
Al margen de esta recopilación latina y “pagana” de Hispania; Hübner llevó a cabo también un catálogo de escritos cristianos y medievales peninsulares, que publicó en 1871; al que también sumó un “supplementum” (editado en 1900, e intitulado Inscriptiones Hispaniae Christianae, del que hemos hablado). Donde no se recoge la famosa “lapida de los Santos: Vicente, Sabina y Cristeta”, que se hallaba en la ermita de Talavera la Vieja; al considerarla una falsificación. Un ara romana, al parecer reinscrita; famosa por ser venerada en ese templo de Talaverilla. Reliquia donde se leía que en esta población, antes llamada EBURA -Aibora ó Eipura-, habían nacido los tres hermanos santificados: Vicente, Sabina y Cristeta. Lo que constituía un motivo para que hasta allí realizasen peregrinajes, acudiendo multitud de fieles, a conocer el lugar donde vieron la luz esos mártires. Pero la catalogación como apócrifa de esta inscripción, desde el siglo XVIII; hizo dudar mucho sobre la veracidad de que allí estuviera la “patria chica” de San Vicente y sus hermanas. Más aún cuando Hübner se negó a incluir entre sus textos epigráficos cristianos, este de Talavera la Vieja. Advirtiendo el alemán de que -en su opinión-, allí nunca estuvo la antigua Eibura ó Aipura; sino más bien pudo localizarse Augustóbriga. Todo lo que se admitió cuando en 1887 apareció entre las murallas de esa población, la famosa losa en la que se leía la palabra Augustbrigense. Unos hechos y conclusiones, que -a mi juicio- presentan serias dudas y en los que no estamos muy de acuerdo; por lo que más tarde volveremos a analizarlos en profundidad.
Terminaremos comentando la vida y obra del insigne historiador alemán, incluyendo lo que Stylow y Gimeno Pascual, escriben sobre este autor, al final de su biografía (texto que hemos utilizado como guía para este bosquejo):“Maestro de epigrafía para muchos, "concienzudo arqueólogo" y pionero de la arqueología, Emil Hübner fue calificado de "fundador de la moderna arqueología hispánica", pero no por sus contemporáneos sino casi cincuenta años después de su muerte. Pronto sus Monumenta Linguae Ibericae quedaron desfasados tras el progreso del conocimiento de esta cultura, su lengua y su signario. Sin embargo, su obra sobre las Inscriptiones Hispaniae Latinae renovada más de un siglo después con la nueva edición de CIL II, sigue estando vigente para aquellas zonas que todavía no han sido publicadas, y en muchas ocasiones sus observaciones no han sido superadas” -idem (37) -.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes relacionadas con Hübner. Arriba y abajo, dos páginas de su INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE suplementada y editada en 1889. Se trata de las hojas donde nos habla de la epigrafía hallada en Talavera la Vieja, a la que en su publicación de 1889 (aumentada y corregida) denomina ya Augustóbriga -capítulo XXXI-. Al lado, un dibujo mío del ilustre arqueólogo y epigrafista alemán.
C-2): Augustóbriga y "la estela falsa" de San Vicente:
Habíamos destacado en nuestro anterior epígrafe, como Hübner advirtió en su primera edición del corpus (1869), que posiblemente Talavera la Vieja, no era la antigua Eubura (o bien Aipura). La sospecha del alemán, al parecer, partía de un ara romana, que habían reescrito en el renacimiento o en época barroca, donde se leía -en bajo latín- que los santos Vicente, Cristeta y Sabina, habían nacido en ese lugar, antes llamado Ebura. Creyéndose que fue esta losa la que advirtió al investigador venido de Berlín, acerca de la falsa localización de Ebura; basándose en esa leyenda realizada sobre un ara auténtica romana, cuyas letras eran claramente posteriores. Leyenda, que seguramente se labró sobre una pieza de alta época, con el fin de atraer peregrinos a Talaverilla. Lo que debemos suponer, se pudo realizar después de que Guadalupe tomase gran fama y se dirigieran hasta ese santuario numerosos fieles. En especial, desde que Carlos V terminó sus días en otro cenobio jerónimo muy cercano; situado en Jarandilla. Dándose la casualidad de que a medio camino, entre ese monasterio de Yuste y el de la Patrona de Extremadura; quedaba Talavera la Vieja. Todo lo que nos lleva a intuir que ese altarcillo romano, con unas letras añadidas; donde narraban que San Vicente, Santa Cristeta y Santa Sabina, nacieron en esa población, antes llamada Ebura. Se “falsificó” y colocó en la iglesia de Talavera la Vieja en el siglo XVI, o quizás en el XVII; cuando aumentó la gran afluencia de romeros a Guadalupe. Inscribiéndola y dándola conocer, con el fin de que en el camino entre ambos monasterios jerónimos; se acercasen los peregrinos a ver este templo de Talaverilla y reverenciarlo como lugar natal de los tres mártires cristianos.
Pese a ello, desde una época muy temprana y desde que hubo estudios acerca del ara referida; todos los expertos coincidieron en que se trataba de un texto apócrifo, añadido a una pieza auténtica (tal como veremos más adelante). Así lo manifestó ya Hermosilla a finales del siglo XVIII, llegando a dibujar la estela que él mismo consideró “falsa” (38) ; un hecho que pocos años después comentó Ponz, en su “Viage de España” (39) . Sea como fuere, parece que este altarcillo reutilizado, llamó enormemente la atención a Hübner; ya que había dedicado una parte de su obra a desenmascarar falsificaciones latinas. Por lo que debió pensar, que tanto el texto como cuanto allí se decía; era todo obra de la imaginación del lugar. Una falsificación cuyo único fin era atraer peregrinos, a los que enseñaban las ruinas romanas conservadas en Talavera la Vieja. Mostrándoles las columnas adosadas a un silo (denominadas, La Cilla) como el lugar donde había estado encarcelado el Santo Vicente, junto a sus hermanas. Afirmando, asimismo, que bajo las columnas del foro (llamado Los Mármoles) habían sido obligados a apostatar de su fe, en tiempos de Diocleciano. Este, debió ser el motivo por el cual el investigador alemán, decidió definitivamente que en Talavera la Vieja, nunca estuvo la Ébora vettona (o carpetana). Población que muchos situaban tan solo en Talavera de la Reina; aunque parece que ambas tuvieron desde un principio igual nombre (y de allí su denominación árabe de Tal-Ebura). Por lo que, quizás, Hüner movido por su espíritu racionalista y protestante; rechazando el sentido religioso donde se llama a la peregrinación y a la adoración de reliquias o representaciones. Decidió emprender una causa en contra de ese nombre de Ébura, con el que se recordaba la antigua patria chica de los santos Vicente, Cristeta y Sabina (quienes históricamente se sabe que nacieron en Talavera de la Reina, la otra Eubura).
Ello explicaría que en su primera edición del corpus de inscripciones, Hübner, decidiera afirmar que en este lugar -hoy hundido bajo las aguas-, nunca había estado una población llamada Ebura (Aipura o Eubora). Con el fin de contradecir lo que aquel ara romana tenía inscrito, de un modo “torticero” (más que apócrifo). Siendo así, se entiende que en 1887, cuando el juez del lugar “casualmente” encuentra en los muros de Talaverilla esa losa donde pone “augustobrigense” (ver anteriores fotos). Hübner y su íntimo amigo, Fidel Fita; decidieran que en esa población se situaba Augustóbriga. Pese a que el motivo arqueológico y la prueba fehaciente para localizar allí la urbe dedicada a Augusto; era el mismo al que argumentaban quienes antes la reducían a Villar del Pedroso (donde en el siglo XVII apareció la tumba de una “Flavia Rufina Agustobrigense”). Aunque ambos investigadores, decidieron que el epíteto de “Augustobrigense”, en el caso de Flavia Rufina; significaba que era “forastera” del lugar donde fue enterrada (Villar del Pedroso). Mientras en el de Cayo Julio, hijo de Glaber, cuya inscripción apareció en Talaverilla; certificaba que el lugar de hallazgo era la misma Augustóbriga. Sin tener en cuenta que la leyenda indica “HOSPES”; es decir, se concede una “hospitalidad” a Cayo Julio. Lo que solo puede determinar que esa población de Augusto, es la que ofrece el “hospes” (o “la amistad”) y que se trata de una conmemoración de aquel honor, otorgada a un ciudadano ajeno a la civitas. Por lo que en nada ratifica el hallazgo de ese acuerdo de hospitalidad aparecido en Talavera la Vieja; la reducción definitiva a este lugar, de la urbe que cita la lápida.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, la losa que según los testimonios, apareció adosada a la muralla de Talavera la Vieja, en el año 1887 -tal como se exhibe, en el Museo Provincial Arqueológico de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra foto-. En ella, sabemos, se lee: “C(aius). Iulius.C(ai). f(ilius). Gl[aber] / Senatui.Popu[loque] / Augustobri[gensi] / hospes [d(onum) / dat.". Abajo, detalle de la página 112 del catálogo de Hübner, publicado en 1889; donde se analiza la inscripción que vemos en esta lápida.
C-3) Augustóbriga en el corpus INSCRIPTIONES HISPANIAE LATINAE supplementum:
Antes de comenzar, diremos que no hemos podido hacernos con un ejemplar ni con el texto original del primer volumen que editó Hübner, en 1869. Probablemente porque los sustituyeron en las bibliotecas o los “apartaron de circulación”, al aparecer la nueva versión del catálogo de inscripciones, aumentada y corregida. Por lo que tan solo disponemos de este segundo texto, que como sabemos vio la luz en 1892 (40) , donde el arqueólogo alemán realizó numerosas correcciones y adiciones a su publicación inicial. En este “Suplemento” trata sobre Talavera la Vieja y Augustóbriga en su capítulo XXXI (pag 112). Comentando como él ya sospechó que allí no se situaba la urbe de Eburae; pese al criterio de los españoles. De tal modo, mientras le dirigían hacia un lugar llamado de la Osa Ibor (Los Ibores, hemos de entender); dedujo que en esta población de Talaverilla se localizaba la Augustóbriga de los vettones; muy diferente a la Augustóbriga de los pelendones (que como sabemos es Muro de Ágreda, en Soria). Consecuentemente, Hübner, así localizó esa ciudad perdida vettona, dedicada a Augusto; ubicándola en este lugar al que llama “la otra Talavera”. (40 a) . Añadiendo el autor, que muy cerca de allí, en el lado opuesto del río, se alza el pueblo de Belvis de Monroy, una vetusta población con magníficas ruinas y donde han aparecido numerosas losas inscritas (40b) . Para seguir narrando, que en el pueblo de Villar del Pedroso se encontró la tumba de una mujer augustobrigense (Flavia Rufina). Por lo que esa localización de Augustóbriga era difícil, entre tantas poblaciones colindantes, cargados de restos romanos. Aunque confirmó su teoría, finalmente; el hallazgo de una losa inscrita, encontrada en los muros de Talaverilla, cinco años antes de la publicación del Supplementum (en 1887). Por lo que debe darse el título de Augustóbriga a Talavera la Vieja y a cuanto allí se va excavando; de lo que aporta testimonio Ludovico Jiménez (refiriéndose al anticuario de Talavera: Luis Jiménez de la Llave). Considerando que lo aparecido en Villar del Pedroso, debe ser tenido como de la zona de Augustóbriga. Aunando así Hübner los hallazgos del área, como perteneciente a esta ciudad dedicada a Augusto -que él redujo, de un modo que fue aceptado finalmente por “casi todos”- (40c) .
Pasa a continuación a recoger tres ejemplares de losas inscritas halladas en la zona y documentadas por Luis Jiménez de la Llave (amigo de Fidel Fita, del que más adelante hablaremos). Numerándolas como 5343, 5344 y 5345; cuyas leyendas no traducimos por no contener referencia a Augustóbriga. Finalmente llega a la pieza que nos interesa, y que señala como la 5346; de la que dice Hübner que se trata de una losa de mármol blanquecino, hallada en 1887, en la parte de la muralla baja exterior de Talaverilla; casi a flor de suelo. Dando las medidas siguientes: Altura 0,40 m. y anchura igual (40 ctmts.), con un grosor que él considera es de 0,59 m.. Opinando que se trata de una inscripción de la época de Augusto, cercana al siglo I (40d) .
Reproduce su texto como (EN MAYÚSCULAS LO QUE SE CONSERVA /// en minúsculas la zona rota de la piedra, que él añade):
C IVLIVS C F GL // ose-
SENATVI POPV // lusq--
AVGVSTOBRIG // ensi
HOSPES · D // ---
DAT ///
Después de ello, añade Hübner que: “Eduardo Canea Valdés, juez del partido de Navalmoral de la Mata, lo halló; y Aureliano Guerra envió copia, tomada por Luis Jiménez de la Llave” (40e) . Continua hablando de las letras GL, que considera “Glaber”; el apellido del Cayo Iulius (40f) . Sigue con la lectura, cuya traducción sería “C. Julio C. f. d GL al senado y al pueblo Augustobrigensis invitado, regalo dan” (40g) . Termina la reseña de la pieza, hablando de la comparación con otros nombres similares, como el aparecido en Ibiza (40h) ; aunque cree que el otro Cayo Julio, que Fidel Fita identifica como la misma persona; era un hombre del siglo II (40i) . Afirmando para finalizar, que el que recibe tal ofrenda o regalo del pueblo augustobrigense, no se uniría a su senado, pero sí fue invitado (honrado) por este (40j) .
En su siguiente página 113 (folio 832 del Conventus Emeritensis), Hübner seguirá recogiendo piezas halladas en poblaciones cercanas a Talavera la Vieja y en los aledaños de este lugar al que considera Augustóbriga. Publicando dos inscripciones más, aparecidas en Talaverilla (5347 y 5348); junto a otras tres, que fueron descubiertas en Belvis de Monroy (5349, 5350 y 5351), de cuya necrópolis romana habla extensamente. En ninguna de ellas tenemos más menciones epigráficas a la referida Augustóbriga; por lo que no recogemos sus textos, aunque podremos verlas en las imágenes anteriores -donde publicamos estas dos hojas de su capítulo XXXI, en INSCRIPTIONVM HISPANIAE LATINORUM Supplementum (1892)-.
Por todo lo dicho y como conclusión, tan solo podemos afirmar que esa losa inscrita; de la que se dice fue hallada por el juez de Navalmoral de la Mata. Cuando en 1887 la encontró en la zona baja de la muralla de Talavera la Vieja, por la parte que daba al río. Nos habla de un tal Cayo Julio, hijo de Glaber; que fue invitado por el senado y el pueblo de Augustóbriga, concediéndole el título de “hijo predilecto” (Hospes). Una lectura y hechos con la que no podemos afirmar que en el lugar en que apareció esta lápida, fuera la ciudad del mismo nombre. Pues no sabemos si aquel Cayo Julio dejó esa piedra conmemorativa allí donde le hicieron honores; o bien la llevó a otra población. Incluso hemos de pensar, que pudo haber sido labrada en un lugar ajeno a Augustóbriga; tiempo después de que el referido Cayo Julio recibiese el “Hospes” de este senado y pueblo. Pues el lugar donde aparece una inscripción de hospitalidad, no implica que sea la misma población que rindió honores. Siquiera puede probarse que quien la recibió, la conservase donde le hicieron entrega de esa amistad (hospes), sin trasladarla. Menos aún tratándose de una pieza que mide unos 40 x 40 x 0,5 centímetros; con un peso que no supera los diez kilos (que puede llevarse como recuerdo a cualquier emplazamiento; para ser colocada en la casa del conmemorado, en su tumba y etc.).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de la piedra de Augustóbriga, tal como se expone en el Museo Arqueológico y Provincial de Cáceres -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. En las fotografías podemos observar su tamaño (de unos 40 x 40 centímetros) y su anchura de unos 0,5; por lo que su peso no superará los diez kilos. Todo ello, nos hace ver que se trata de una “losa conmemorativa”, seguramente entregada como premio o regalo, al que la recibió (mencionado como Cayo Julio, hijo de Glaber). Debido a lo que no podemos deducir que el lugar de su hallazgo fuera Augustóbriga, pues pudo trasladarse con toda facilidad; máxime si se trataba de un “regalo honorifico”. Ya que la función de esta losa era conmemorar el título de “Hospes”; al modo en que hoy en día se entregan placas, medallas y menciones, nombrando hijos predilectos de una ciudad o de una provincia.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del río Tajo. Al lado, a su paso por las cercanías de Valdeverdeja, en las orillas de Villar del Pedroso. Donde se hallaba el Puente del Conde y donde están las ruinas de la alcazaba de Los Castros; una fortaleza que al parecer fue de origen vettón. Abajo, a su paso por Belvis de Monroy; una localidad de la que habla extensamente Hübner, mencionando en ella innumerables hallazgos romanos.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de Belvis de Monroy, citada repetidamente por Hübner, describiendo su destacada necrópolis romana. Se halla en la margen opuesta a la de Talavera la Vieja; a unos veinte kilómetros y al sur. Su importancia residía en que por su altura, vigila gran parte del valle del Tiétar y el del Tajo; de allí su nombre como “Bellas Vistas” (Belvis). Al lado, el lago existente en la parte alta del pueblo (junto al Monasterio del Berrocal), donde entre sus campos escarpados y montes, aflora agua por doquier. Abajo, el castillo de los señores de Belvis de Monroy.
D) AUGUSTÓBRIGA Y FIDEL FITA:
Uno de los más insignes historiadores y estudiosos de la epigrafía del siglo XIX, fue el padre D. Fidel Fita y Colomer. Nacido en Cataluña en 1835 y fallecido en Madrid en 1918; dedicó gran parte de su “apostolado” como jesuita al estudio de la arqueología y de las “antigüedades” -modo en que por entonces se llamaba a las piezas de Alta Época-. Entre los hechos más tristes de su vida, podemos destacar la necesidad de exiliarse, tras la proclamación de la I República (desde 1868 a 1870). Mientras de sus investigaciones debemos destacar el impulso que dio al estudio de los epigramas ibéricos; habiendo sido quien más apoyó la teoría del vasco iberismo (quizás muy influenciado por Humboldt). En 1877 fue elegido académico de la R.A.H. y desde entonces se trasladó a vivir a Madrid; donde se dedicó principalmente al estudio y a escribir sobre arqueología (llegando a publicar casi mil artículos sobre Historia Antigua y epigrafía). Desde entonces, entre sus amistades más cercanas estuvo Hübner, a quien ayudó en la elaboración de sus ediciones ampliadas y corregidas del Corpus de inscripciones latinas de España y el de las cristiano medievales. En 1912, tras fallecer Menéndez Pelayo, el padre Fita fue elegido presidente de la Real Academia de la Historia; pese a que muchos criticaban las interpretaciones -incluso falsificaciones- que redactaba. Destacando aquellas que se referían a temas religiosos; siendo extraño, el trato que dio a la posible aparición del cuerpo del Apóstol Santiago, cuando se iniciaron las excavaciones en Compostela. Por lo que fue considerado un “integrista” espiritual y político, supeditando muchos de sus estudios a la catequesis, ya que debía obediencia a la Orden en que profesaba. Llegando al absurdo en algunas de sus conclusiones, principalmente cuando trataba sobre arqueología unida a las tradiciones católicas.
D-1) Fidel Fita y las antigüedades en La Jara y en Extremadura:
D-1) a: El Puente del Conde y los alrededores de Villar del Pedroso:
Fue el padre Fita uno de los grandes estudiosos de esta zona tan bella de La Mancha, donde se unen las dos Castillas con Extremadura. Redactando numerosos artículos sobre su epigrafía e Historia, entre los que destacaremos primero aquel que nos habla sobre el Puente del Conde (41) . Paso, que -como sabemos- cruzaba el Tajo a la altura de Valdeverdeja y El Berrocalejo; habiendo sido el único de la zona, muy anterior al que abrió el arzobispo Tenorio (en el lugar que hoy guarda su nombre). De lado Sur, en la orilla, se situaban las fortalezas árabes de Alija, Espejel y Los Castros; pertenecientes al municipio de Villar del Pedroso, donde casi todos por entonces localizaban Augustóbriga. Al menos, hasta que Hübner y la famosa piedra, aparecieron en la zona; cambiando su ubicación a Talavera la Vieja-. Población que también se alzaba en la margen Sur del Tajo; a unos 35 kilómetros de Villar del Pedroso, a 12 de El Berrocalejo y a unos 8 de este paso que construyó el Conde de Miranda. De tal modo, Fidel Fita habla en el referido artículo, de que aquel Puente del Conde fue cruzado y admirado por Felipe II (41a) . Lo que suponemos, se produjo cuando el monarca viajó hasta La Jara, para sofocar las revueltas de los moriscos; que en 1568 se sublevaron en todo el sur de España (en especial los de Las Alpujarras y de Extremadura, que se hallaban en los Montes de Toledo y la Sierra de Guadalupe). Aunque, quizás Felipe II volvió a cruzar por aquel paso cuando se dirigió a Guadalupe años más tarde, para entrevistarse con su sobrino Sebastián de Portugal; quien le requería para que le ayudase en la Cruzada que preparaba, en el Norte de África. Sin olvidarnos de que el hijo del Emperador D.Carlos fue finalmente proclamado rey del país vecino, cuando Sebastián I se perdió y murió en Alcazarquivir -subiendo al trono luso como Felipe I, en 1580-. Por lo que es posible que en los innumerables viajes que este rey hizo entre Madrid, Badajoz y Lisboa; pudo también salvar el Tajo por aquella obra que levantó el Conde de Miranda unos cien años antes.
Acerca de ello, Fidel Fita nos dice textualmente que “Valdeverdeja tenía el puente del Conde que cruzaba el río, destruido por los franceses. El cual en 1568 merecía llamar la atención del rey Don Felipe II”. Recogiendo a continuación un texto del siglo XVI, que describe y narra como esa bella obra que vadeaba las aguas del Tajo, estaba en un lugar llamado Peñaflor; cargado de ruinas romanas y antiguas “piedras labradas en las quales y algunas de ellas estan unas letras esculpidas que dicen las unas Galeirio Valerio, y otras dicen Julia Felicitat” -idem (41a) -. Tras ello, el padre Fita, continuará con las siguientes palabras: “Lástima es que los arqueólogos no se hayan fijado mejor en tan copioso venero de antigüedades. El epígrafe de Galerio Valerio Maximiano indicaba tal vez la presencia de un miliario, testigo de la construcción o reparación del puente entre los años 296 y 305 de la era cristiana; o bien la dedicación de una estatua al emperador, en cuyo caso, el nombre romano de la localidad habría hecho por ventura dar un paso mas a nuestra Geografia. Del mismo sitio probablemente brotó el cipo romano inédito, que trajo a Talavera de la Reina no ha muchos años el ilustrado académico D. Ramon Depret, después de haberlo recogido en las inmediaciones de Valdeverdeja. Con el cipo se halló un mojón terminal en figura de jabalí. Ambos objetos fueron cedidos a don Luis Jiménez de la Llave, distinguido anticuario de Talavera, quien los conserva y acaba de mostrármelos en el jardín de su casa” (41b) .
Seguirá Fidel Fita describiendo estas piezas halladas en las proximidades del Puente del Conde (junto a Valdeverdeja); llegando a la conclusión de que el cipo se trataba de un monumento dedicado a los dioses Manes (que fecha en el siglo II d.C.). Pero en su análisis de esos restos procedentes del entorno del Puente del Conde, olvida realizar un comentario sobre el “mojón con forma de jabalí”; que consideramos es uno de los muchos verracos ibéricos que aparecieron en la zona. De los que en Villar del Pedroso se documentan unos seis, existiendo datos de que en total se han hallado allí, hasta ocho de estas esculturas zoomorfas vettonas. De tal manera, creemos que las piezas que documenta, pertenecen a las inmediaciones de Vascos y Villar del Pedroso. Área que durante los siglos XVII, XVIII y XIX fue considerada el emplazamiento donde estaba Augustóbriga; hasta la nueva localización que hizo Hübner. Por lo que el autor terminará este artículo escribiendo “El castillo de Peñaflor y la ciudad de Vascos ofrecen muy claros indicios de haber tenido en la antigüedad poblacion romana. Como Valdeverdeja, Vascos esta comprendida en el distrito de Puente del Arzobispo; pero descuella en la otra ribera del Tajo, sobre el cerro de la confluencia del Juso. El reconocimiento de sus fuertes murallas, casi intactas, en donde habita la soledad, y la luz que sobre la explotacion de sus minas de oro” (41c) . En Juso, mencionado por Fidel Fita, es el río Huso; afluente del Tajo cuya belleza es inmensurable, pues baja desde la Sierra de Guadalupe, saltando, salvando hoces y trazando decenas de terrazas -entre rocas y riscos-. Llegando a alcanzar el lugar donde desemboca, creando un paisaje indescriptible, muy cerca de la ciudad de Vascos de la Jara; la ciudad árabe perdida y misteriosa donde muchos ubicaron Augustóbriga. Por su parte, lo que denomina Peñaflor, era el castillo árabe de Alija; que junto al de Espejel y Los Castros, fueron alcazabas árabes, fundadas probablemente sobre fuertes romanos y nacidas desde castros vettones. Todas ellas situadas en las orillas del Tajo y en el término municipal de Villar del Pedroso (muy cerca del lugar donde desemboca este arroyo homónimo, cuyo nombre se debe al pedregal que recorre: el Pedroso).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, imagen del Puente del Conde (en las cercanías de Berrocalejo y Valdeverdeja), antes de que fuera cubierto por las aguas del embalse de Valdecañas -foto del Archivo Municipal de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgarla-. Sin lugar a dudas, se trata de una obra gótica, muy similar en estilo al Puente del Arzobispo. Sabemos que fue construido por el conde de Miranda (Diego López de Zuñiga), por lo que podemos fecharlo entorno a 1470. Al lado, el padre jesuita Fidel Fita, pintado por Isidoro Lozano Sirgo (hacia 1890). Abajo, detalle de los pilares del Puente del Conde, donde podemos observar que no son de tipo romano. A mi juicio, se trata de una obra gótica, levantada por el segundo hijo del conde de Plasencia, que sabemos era señor de Candeleda. Creemos que su función era la de atraer las cañadas y el paso de ganado, para que accediesen a las tierras de dominio de la familia de este conde de Miranda (los López de Zúñiga). Por lo que posiblemente su datación no se remonte más allá del siglo XV; pudiendo haber existido un paso anterior árabe (pero nunca romano, debido a las características y la base de esta obra).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes antiguas, donde podemos apreciar la zona baja del Puente del Conde; observando que no tiene una estructura romana. Aunque puedan haberse utilizado sillares muy antiguos, resulta evidente que el arranque y los pilares, nada tienen que ver con las construcciones de Roma.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos fotos de puentes romanos, para compararlos con el de El Conde. Al lado, puente de Mérida, cuyos pilares redondeados presentan sillares con salientes (que Isaac Romero Gallo llama “tetones”); una característica típica en este estilo y época. Observemos que la primera basa, en la imagen, está restaurada y por su parte frontal no ha conservado esas piedras que sobresalen. Abajo, el puente de Alconétar. Pese a haberse destruido en la Baja Edad Media y a su traslado en el siglo XX, contiene sillares de tipo romano, de gran tamaño y con esos “tetones”.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del Puente de Alcántara (en Cáceres). Al lado, lo vemos tal como está. Abajo, he pasado a blanco y negro la fotografía, para compararla con las del Puente del Conde. En este de Alcántara, se aprecian los sillares romanos en su parte baja; ya que el resto está reconstruido. Pese a haber sido prácticamente rehecho, las bases siguen siendo las del edificio de época imperial; con sillares prominentes y de gran tamaño. Nada que ver con los pilares del Puente del Conde (que antes hemos visto); cuyo arranque nos hace ver que se trata de una obra medieval -quizás de época árabe; pero nunca anterior-.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del Puente del Arzobispo, levantado por Pedro Tenorio en 1380. Como podemos apreciar, su estilo y tipo de construcción es muy similar al del Conde. Curiosamente, entre ambos tan solo hay una distancia de unos diez kilómetros (Tajo abajo); lo que obliga a pensar que la zona era un importantísimo paso de peregrinos y de ganado, desde el siglo XIV. Un hecho que pudo hacer construir un segundo puente, cien años más tarde, levantado por la familia López de Zúñiga; para llevar parte de los rebaños y viajeros hacia sus dominios (situados en el Sur de Salamanca y Norte de Cáceres; principalmente en Miranda del Castañar, Béjar, Plasencia, Jarandilla y Candeleda). Atrayendo así a los rebaños de La Mesta que cruzaban desde Guadalupe y los Montes de Toledo, hacia los pastos de sus tierras, para lograr hacerse con el negocio de la lana. Una industria y comercio que durante la Baja Edad Media, fue la principal de España y que iría estableciéndose mayoritariamente en Béjar.
Por cuanto hemos leído y visto, en las anteriores fotografías; la referencia que nos da el padre Fita sobre el Puente del Conde, es pura fantasía. Ya que lo considera una obra probablemente de tiempos de Augusto; y quizás restaurado por el emperador Galerio. Escribiendo -tal como hemos recogido literalmente- que “el epígrafe de Galerio Valerio Maximiano indicaba tal vez la presencia de un miliario, testigo de la construcción o reparación del puente entre los años 296 y 305 de la era cristiana; o bien la dedicación de una estatua al emperador, en cuyo caso, el nombre romano de la localidad habría hecho por ventura dar un paso mas a nuestra Geografia”. Dejando claro en este caso, que la imaginación es lo que inspira al sacerdote; sin que la realidad histórica le preocupe mucho. Pues deducir desde la frase: “En un ribero de la parte de medio día junto a la ribera del río Tajo está una gran peña alta y muy fuerte, que por su nombre se llama Peñaflor; y en la redonda y circuito de ella ay muchos edificios y antiguallas de cimientos de casas antiguas, y piedras labradas en las quales y algunas de ellas estan unas letras esculpidas que dicen las unas Galeirio Valerio, y otras dicen Julia Felicitat” -idem (41a) -. Que aquel puente fue hecho por Augusto, dando nombre a una ciudad cercana (Augustóbriga) y que más tarde sería restaurado por el emperador Cayo Galerio Valerio Maximiano. Es más un sueño, que una probable realidad; debido a que para su afirmación se basa en un texto del siglo XVI que hemos recogido, donde tan solo se narra el viaje de Felipe II y su paso por la zona.
Sobre esos campos que rodeaban al Puente del Conde, Miguel Méndez-Cabeza (42) , nos indica que tanto los de El Berrocalejo, como los de Valdeverdeja; pertenecieron al señorío de Miranda y a la Puebla del Enaciado -desaparecida-. Mencionando, asimismo, que en el camino hacia el puente (en su orilla Sur) pueden verse los restos de una importante necrópolis romana. Lo que -a mi juicio- pudo corresponderse con lo descrito en esta narración del siglo XVI, donde se recoge el trayecto que siguió el rey Felipe II en 1568. También comenta Méndez-Cabeza la antigua existencia de un miliario y de un verraco ibérico, que han sido recogidos del lugar para evitar su expolio. De tal manera, la aparición de ese miliario, indicaría el paso de una calzada; ruta que ya vimos en capítulos anteriores y que vendría desde Villar del Pedroso (después de pasar por Arrebatacapas). Aunque este no sería el camino que abrió el conde de Miranda, en el siglo XV; que marcaba un trazado muy distinto al romano (debido a sus intereses y a la época). Pues deducimos que el vado del Tajo por el referido Puente del Conde, posibilitaba ir hacia Navalmoral de La Mata, para encaminarse a Plasencia y al Sur de Salamanca. Pero asimismo, hacia La Calzada de Oropesa; pudiendo dirigirse desde allí a Talavera de la Reina y a Candeleda (donde estaban los dominios del conde que elevó el paso). Abriendo una vía natural para llegar desde los Montes de Toledo y los de Guadalupe, hasta el Puerto del Pico. Alcanzando así Ávila, desde Extremadura y La Mancha; facilitando el viaje a las cañadas que procedían de Badajoz y deseaban arribar a pastos en los altos de Castilla. Ello, explicaría que la construcción de este puente se debiera al Conde de Plasencia (tal como mantiene Méndez-Cabeza); ya que dirigiría los rebaños hacia los cordeles del Tiétar y la zona placentina. Aunque realmente lo levantó su hijo segundo (llamado Diego López de Zúñiga); quien además, tenía numerosos dominios e intereses en Candeleda y el Puerto del Pico.
Pese a todo lo anteriormente expuesto, la página de Turismo de Extremadura, nos dice textualmente: “El puente actual no es romano, pero se construyó sobre los cimientos de uno romano, obra se cree de Cayo Julio Lacer hacia el siglo I-II, formando parte de la calzada romana de Mérida (Emérita Augusta) a Toletum (Toledo) por Talavera la Vieja (Augustobriga), arruinándose tras la caída del Imperio Romano. Su origen romano lo confirma además la presencia de un miliario de la citada calzada que discurría por él. En el siglo XV se construye el que conocemos por el segundo Conde de Miranda, Don Diego López de Zúñiga, que daría nombre al puente, como paso del río Tajo en las tierras de su propiedad que abarcaba ambas orillas del Tajo y para cobrar el pontazgo a los rebaños de la Mesta pues por él discurría un cordel. El 24 de diciembre de 1809, durante la guerra de la Independencia fue cortado el arco central por las tropas españolas, siendo el único que no se llegó a reparar. Tiene una longitud de unos 135 m. y una altura superior a 30 m, con cinco arcos de medio punto desiguales que arrancan desde los pilares, el mayor con una luz de 15 m y el menor de 3 m” (43) .
No vamos a entrar en discusiones acerca de Talavera la Vieja, Augustóbriga y las calzadas romanas; de las que extensamente hemos tratado en los cinco capítulos anteriores. Aunque sí diremos que este puente unía La Mancha y Extremadura, con Salamanca y Ávila. Siendo un nuevo paso en la zona de La Jara (después del creado por el arzobispo en 1380); que aunaba las orillas de Villar del Pedroso, con la ribera Norte del Tajo. Desde donde se llegaba a la antigua Caesaróbriga (Talavera de la Reina) y a Titulcia (Arroyomolinos), camino de Complutum y Cesaraugusta (por la calzada de Alcalá a Zaragoza). Accediéndose también, al valle del Tiétar y más concretamente al Castro de El Raso (Candeleda); tanto como a Arenas de San Pedro y a la subida al Puerto del Pico, para arribar a Ávila (la antigua Abula vettona). Pero, principalmente ese nuevo puente elevado a finales del siglo XV; abría el camino hacia Plasencia y el Sur de Salamanca. Por todo ello, si su constructor fue Diego López de Zúñiga (muerto en 1479); se trataba del hijo del I Conde de Plasencia y hermano del segundo que llevó ese título. Quien era el primer Conde de Miranda del Castañar y señor de Candeleda, lo que explica la creación de este otro puente, muy cercano al del arzobispo; cuya misión sería llevar las cañadas hacia Candeleda y subirlas a Salamanca y Ávila, donde tenían sus dominios los López de Zúñiga. Especialmente Don Diego, que tuvo un enorme poder en tiempos de Enrique IV (el impotente); sublevándose en “La Farsa de Ávila” contra este rey y proclamando monarca a Alfonso, titulado como XII (el hermano de quien luego sería Isabel la Católica).
Todo ello, nos hace comprender la creación de ese segundo puente entorno a 1470, muy cercano al elevado por el Arzobispo Tenorio en 1380; con el fin de “hacer la competencia” y dirigir parte del ganado hacia sus tierras. Debido a que hasta entonces, La Mesta cruzaba por el del Arzobispo, marchando una gran parte de los cordeles a Talavera de la Reina, subiendo a La Meseta siguiendo la Cañada Real del Guadarrama o la de Cebreros. Por cuanto expreso, este paso abierto por el conde de Miranda, no podemos considerarlo romano; ya que se habría creado para unir La Mancha y Extremadura, con los dominios de los López de Zúñiga. Ello explica que la base y pilares del puente, parezcan claramente medievales; haciéndonos pensarse que la apertura de este otro vado sobre el Tajo, tuvo como motivo crear una alternativa, que atrajera peregrinos a esa zona. Aunque sobre todo, el fin de ese Puente del Conde a mi juicio fue crear un nuevo paso a La Mesta. Debido a que la lana era el gran negocio de Béjar y de la zona Sur de Salamanca (donde estaban los señoríos de esta familia). Por todo lo expuesto, creo personalmente, que “la calzada” del Puerto del Pico, pudo ser obra de los López de Zúñiga; realizada entre los siglos XV y XVI, después de haber levantado ese paso sobre el río Tajo. Quizá pudiendo también atribuirse esa “calzada”, que vemos junto a Mombeltrán; a este Don Diego. Primer conde de Miranda, que ostentó el Señorío de Candeleda y los de Aza, Peñaranda e Iscar (como consorte); cuyo interés para que los rebaños se dirigieran desde La Mancha y Extremadura hacia sus dominios, debió ser mucho. Finalmente añadiremos que según narran numerosos viajeros, el referido Puente del Conde, se encontraría en mal estado al menos desde el siglo XVIII. Pues el jesuita Antonio Conca Alcaraz, narra como para pasar desde Talavera la Vieja hasta la otra orilla, era necesario llegar hasta Alija (donde estaba el Puente del Conde) y allí se cruzaba el Tajo en barca (49) . Por su parte, Antonio Ponz (pocos años después) describe que para ir desde Talavera la Vieja hasta Plasencia, el camino era vadear el río, siguiendo las aguas; hasta llegar a las proximidades de Belvis de Monroy, donde también pasaban en barca. Arribando desde allí a Almaraz; para después dirigirse a Jarandilla, llegando así a Plasencia (50) . Todo lo que indicaría que el camino desde La Jara hasta El Tiétar y Plasencia, por el Puente del Conde; tenía serias complicaciones en esta época. Necesitando cruzar el río en barcas, seguramente por el mal estado del paso. Lo que explicaría que pocos años más tarde (en 1809); el ejército español derribase un arco, para que los franceses no pudieran salvar las aguas y alcanzar tierras extremeñas.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, el Tajo a su paso por la ribera de Valdeverdeja, en una zona muy cercana donde se hallaba el Puente del Conde. Al lado, el churro de justicia de La Calzada de Oropesa. Abajo, plaza de La Calzada de Oropesa; pueblo que se halla junto a la actual Carretera de Extremadura (A-5). Antaño, esta era una localidad de paso, para quienes cruzaban el Puente del Conde; que primero subían por El Berrocalejo y El Gordo, llegando hasta la ruta que unía Talavera de la Reina con Navalmoral de la Mata, para ir a Plasencia. Tratándose del antiguo camino que llevaba hasta la Vía de la Plata (XXIV del Itinerario de Antonino), y que hoy coincide con el eje de unión entre la A-5 y la Ex-A1 (la carretera de Extremadura y el tramo desde Navalmoral a Plasencia). Un trayecto que nos llevaría en época romana hasta Galisteo (Rusticana) y de allí a Alconétar (Turmulos); todas ellas, “paradas” de la Ruta de la Plata (Vía 24 de Antonino). Asimismo, quienes cruzaban el Puente del Conde, podrían llegar hasta Candeleda y el Puerto del Pico, a través de El Berrocalejo, El Gordo y La Calzada de Oropesa.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del Puerto del Pico y su “calzada”. En mi opinión, este camino empedrado fue obra de La Mesta o quizás de la familia López de Zúñiga; quienes dominaban el comercio de la lana en el siglo XV. Por su laboriosidad y tipo de pavimento; creo que se trata de un trabajo llevado a cabo a fines del gótico, cuando todavía los canteros eran capaces de acometer una obra así.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: otras dos fotos del Puerto del Pico y su “calzada”. En estas se aprecia mejor el enlosado; cuya laboriosidad y coste hubiera dejado testimonio escrito, si se hubiese hecho en época moderna. Hay que pensar que La Mesta y los señores de la cañada, podrían cobrar un alto precio por el paso en esta zona; ya que acortaba varios días el viaje hasta las llanuras de Ávila. Pues la otra alternativa era cruzar por Tornavacas o ir hasta Cebreros, para alcanzar la capital avulense.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Mapa de las principales Cañadas o Vías Pecuarias de la Península. Desde un modelo tomado en Wikipedia, hemos desarrollado este plano general. He marcado con una estrella negra y amarilla, el lugar donde está el Puente del Conde. En plena Cañada Real Leonesa (Oriental); antes del paso sobre Gredos.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Mapa trazado por mí, donde podemos ver los diferentes caminos de la Jara, cruzando por el Puente del Conde, por el Puente del Arzobispo y dirigiéndose a Toledo, sin pasar el Tajo.
-EN VERDE: Las vías que abría el Puente del Conde. Una que llegaba desde Trujillo y Deleitosa; otra viniendo desde Mérida y Guadalupe. Siguiendo ambas, se alcanzaría la actual carretera de Extremadura, para ir a Jarandilla y Plasencia; o bien al Puerto del Pico y Candeleda; o hacia Talavera de la Reina.
-EN MORADO: La ruta que procedía de Guadalupe, pasando la sierra (Arrebatacapas); cruzando por el Puente del Arzobispo, para encaminarse hacia: Talavera de la Reina, Oropesa y Candeleda o Puerto del Pico.
-EN MARRÓN BURDEOS: El camino romano, de Mérida a Toledo; que pasaba por Logrosán y Guadalupe, llegando a La Jara, después de cruzar los montes (San Vicente, Arrebatacapas o Los Ibores). Llegando a Villar del Pedroso y Vascos (Augustóbriga), para ir hacia Toledo bordeando el río Tajo por la orilla Sur.
D-1) b: Epigrafía en La Jara toledana:
Tal como dijimos, el padre Fita dedicó innumerables artículos a los hallazgos de antigüedades en esta bella zona que se encuentra entre los Montes de Toledo, la Sierra de Guadalupe y la orilla sur del Tajo. Piezas que aparecían, cuyo testimonio fueron haciéndole llegar sus amigos cultos e ilustrados, residentes en lugares próximos. Principalmente Luis Jiménez de la Llave, coleccionista de arqueología que vivía en Talavera de la Reina; cuya casa y jardín debía semejar un museo (por la proliferación de objetos valiosos). De tal manera, en uno de sus estudios (44) , Fidel Fita nos habla sobre los numerosos descubrimientos que se producían en ese área; comenzando por una pieza aparecida en La Nava de Ricomalillo (44a) . Un lugar, que como sabemos, fue famoso desde la antigüedad por sus minas de oro; yacimiento áureo que siguió funcionando hasta el siglo XVIII (tal como hemos estudiado en capítulos anteriores). A continuación, y en el mismo trabajo, recoge el padre Fita una inscripción visigoda, aparecida en Belvis de la Jara (44b) ; otra de las poblaciones cercanas a los caminos que iban desde Mérida a Toledo, tras cruzar la Sierra de Guadalupe. Asimismo, sobre los hallazgos en La Nava de Ricomalillo, incluye en un diferente opúsculo dos más, lo que indica la proliferación de epigrafía en la zona de la que hablamos (45) .
Una abundante existencia de losas y de textos romanos en piedra, que se completan con los que estudia Fidel Fita, aparecidos en Talavera de la Reina y en sus inmediaciones. Epigramas que en innumerables casos son necrológicos y cuyo epitafio recoge la palabra “Caesarobrigense”; lo que hace afirmar al investigador que el lugar donde se encontraron era Caesaróbriga -nombre romano de Talavera de la Reina-. Aunque esta urbe fue también la Ebura o Aipura vettona y quizás la Lébura del siglo IV, citada por el Anónimo de Rávena. Teniéndose por seguro, que esa Talavera era el obispado de Elbora en tiempos de los visigodos. Pese a los diferentes nombres y sin haberse podido probar que en Talavera estuvo la “ciudad del césar”; cuando Fidel Fita lee en las tumbas romanas encontradas en esa ciudad, la inscripción “caesarobrigense”; no duda en afirmar que allí estuvo Caesarobriga. Aunque el mismo autor, al analizar la losa de Flavia Rufina Augustobrigense, aparecida en Villar del Pedroso. Llega a la conclusión de que destacaron el lugar de origen de la fallecida, por ser una forastera. Pretendiendo demostrar con ese razonamiento, que Augustóbriga no estuvo en Villar del Pedroso, sino en Talavera la Vieja. Pese a que su justificación se oponga al criterio que usa cuando clasifica las losas mortuorias en Talavera de la Reina, donde se lee repetidamente “caesarobrigense”; afirmando -sin dudar- el padre Fita, que es la demostración de que allí estuvo la antigua Caesaróbriga (46) .
Después de observar esta absoluta incoherencia, que no deseamos criticar más (pues se explica por si misma). Preferimos leer un interesante artículo donde el autor trata sobre una extraña pieza aparecida en Talaván, Cáceres (47) . Población que Fita relaciona con Talavera de la Reina (Caesaróbriga para él) y con Talavera la Vieja (Augustóbriga, en su criterio). Expresando que el ara allí encontrada es “una gran piedra granítica, de granos gruesos, (0,75 m. de altura por 0,37 de ancho). La parte superior forma un arco, debajo del cual hay una hornacina, en la que se destaca en relieve una figura grotesca de aspecto, primitiva de factura y formas cuadradas, que recuerdan las de algunos idolillos ibéricos, y sobre todo á algunos encontrados en Mérida”. Más tarde afirma el investigador que su epigrafía dicta: “Munidi Eberobrigae Toudopalandaigae Ammaia Boutea ex [voto pipsuit)”. Lo que él interpreta como: “Á da diosa Munis de Eberobriga, Toudopalandaiga. Este exvoto le puso Ammaya Boutea”. Añadiendo que: “La efigie esculpida en el monumento es el de una diosa madre, Terra mater, o simplemente Mater o Matrona, de las que innumerables monumentos epigráficos atestiguan la adoración. Puede compararse con la Venus genitrix, á la cual se erigió una estatua en Cazlona” (47a) . En imágenes, bajo este párrafo, podemos ver la fotografía de la pieza publicada por Fidel Fita; con cuya lectura e interpretación no estamos muy de acuerdo. Pues para Jose Ma. Blázquez hay que ampliar el análisis; afirmando este arqueólogo que “Eberobriga sería el nombre de una ciudad; Toudo vendría del indoeuropeo Teut (dios) y que Palandaigae vendría de la ciudad de Palantia” (48) .
A mi juicio, en la inscripción pone exactamente:
MVNIDIEBE
ROBRIGAE
TOVDOPALA
NDAIGAEAM
MAIABOVTEA
Pudiéndose interpretar -a mi juicio- como:
MUNI DIE (diosa Muni)
EBEROBRIGAE
(de Eberóbriga, posible nombre antiguo de Talaván, nos recuerda a Ebora)
TOVDO
(Teodo diosa/os)
PALANTIA
(Valantia = Valencia de Alcántara)
IGAE
(de los igaetanos, asentados en Castelo Branco)
AMMAIA
(de Amaia, junto a Castelo Vide)
BOVTEA
(exvoto diosa, o bien de Budua = Bótoa -Valdebótoa-).
Esta lectura nuestra, la inscripción significaría una veneración de esta diosa Muni, de Eberóbriga; seguida en varias ciudades o tribus lusitanas, relacionadas con Talaván. Mencionando el texto en piedra poblaciones antiguas que coinciden con ejes por donde transcurrían los caminos más usuales, durante la época ibero romana. Como lo eran: Valencia de Alcántara (PALANTIA), desde donde se pasa a Ammaia (AMMAIA), un conocido eje de vías lusitanas. Por su parte, los Igaetanos (IGAE), es el nombre de la tribu asentada en Castelo Branco, población llamada Albo Castro que unía Bracara (Braga) y Brigantia (Braganza) con Ammaia. Asimismo, la última palabra creemos que puede ser “Budua” BOVTEA (actual Bótoa); lugar cercano a Badajoz, famoso por su sacralidad y por consistir en un paso entre Mérida y Évora. Aunque me inclino a pensar que BOVTEA significa “exvoto”; por lo que al estar declinado en “dativo” (con la terminación “ea”), indicaría quien es el que que entrega el exvoto. Siendo por lo tanto la posible traducción de esta lápida: MUNI DIE (diosa Muni) EBEROBRIGAE (de Eberóbriga, posible nombre antiguo de Talaván) TOVDO (diosa de) PALANTIA (Valantia = Valencia de Alcántara); IGAE (de los igaetanos, asentados en Castelo Branco). AMMAIA (Ammaia, junto a Castelo Vide) BOVTEA (entrega este exvoto).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes publicadas en los estudios de Fidel Fita, que hemos mencionado. Arriba, una estela hallada en Talavera de la Reina, donde se rememora a Granio Pateyo, caesarobriguense -pag 264 cita (46) -. Al lado, otro texto epigráfico encontrado en Talavera, que también incluye la palabra caesarobrigense -pag 262 cita (46) -. Como hemos comentado, resulta absolutamente incongruente que el padre Fita considere el hallazgo en Talavera de la Reina de estas lápidas (con la inscripción “caesarobriguense”); una fidedigna demostración de que Caesaróbriga se localizaba en esa ciudad. Mientras afirma que la tumba aparecida en Villar del Pedroso, donde se lee “Flavia Rufina Agustobrigense” fue así redactada; debido a que la fallecida era forastera. Intentando con ello demostrar que Villar del Pedroso no era Augustóbriga. Mientras apoya que es prueba absoluta para localizar esa urbe dedicada a Augusto, en Talavera la Vieja; la losa encontrada en este pueblo, donde se lee que el ciudadano Cayo Julio, hijo de Glaber, recibe la Hospitalidad de Augustóbriga. Siendo evidente que si el mencionado en la inscripción recibe una “Hospes” (honor de amistad); es porque no era natural de Augustóbriga. Por lo que todo puede indicar que aquel lugar donde apareció esa inscripción que nos habla de Cayo Julio, hijo de Glaber; no es Augustóbriga, sino el lugar de origen o de residencia del homenajeado. Mientras la tumba de Flavia Rufina “Augustobrigense” aparecida en el siglo XVII en Villar del Pedroso; confirmaría la reducción en esta población de la ciudad vettona dedicada a Augusto. Abajo, losa romano visigoda, encontrada en Belvis de la Jara y estudiada por el padre Fita -pag 431 cita (44) -. Dan fe de que por esta zona transcurrían los caminos ibéricos y las calzadas, hasta tiempos tardo-antiguos; conforme testimonian los innumerables hallazgos romanos y vettones acontecidos en la zona de La Jara. Especialmente en el área de: La Estrella, Villar del Pedroso, La Nava de Ricomalillo, Belvis, Navalmoralejo y Azután.
BAJO ESTAS LÍNEAS: Ara de Talaván; publicada por Fidel Fita -pag 306, cita (47) -. A mi juicio, se trata de una deidad adorada en varios pueblos lusitanos: EBEROBRIGAE (de Eberóbriga, posible nombre antiguo de Talaván, nos recuerda a Ebora) // PALANTIA (Valantia = Valencia de Alcántara) // IGAE (de los igaetanos, asentados en Castelo Branco) // AMMAIA (de Amaia, junto a Castelo Vide) // BOVTEA (exvoto-). Por lo que mi traducción ya dijimos que es: “Muni, de Eberóbriga (posible nombre antiguo de Talaván) diosa de Valantia (Valencia de Alcántara) y de los igaetanos (asentados en Castelo Branco). Ammaia (junto a Castelo Vide) entrega este exvoto”.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de la ciudad de Ammaia; centro de comunicaciones romano, en las cercanías de la actual frontera entre España y Portugal. Muy Próxima a Marvao y a Castelo Vide, el asentamiento de Ammaia jugaba un papel esencial en las comunicaciones de Lusitania; siendo un eje entre las calzadas que iban a Conímbriga, Lisabona y Brácara. Muy cercana a Valencia de Alcántara, se encuentra en un paso natural.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos fotos tomadas en el museo de Ammaia (Portugal); al que agradecemos nos permita divulgarlas. Al lado, un altar romano dedicado a Mercurio, del que solo queda su base. Abajo, una magnífica estela hallada en esta ciudad.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, imagen de la famosa iglesia de Valencia de Alcántara, donde se casó la hija de los Reyes Católicos. Esta población, al igual que la de Alcántara, es un paso natural entre Portugal y España. Abajo, Garrovillas y su plaza (durante el atardecer). En su municipio se halla localizada la parada de la Ruta XXIV (Itinerario de Antonino; Vía de la Plata) llamada Túrmulos. Asimismo, está muy próxima a Talavante, donde se encontró la estela que hemos analizado.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes tomadas en el Museo Palacio de Castelo Branco (Portugal); al que agradecemos nos permita divulgarlas. Al lado, torito romano de bronce, hallado en esta población. Abajo, tres torques lusitanos en plata, también aparecidos en el lugar. Castelo Branco fue en época romana conocido como Albo Castro; siendo un eje de comunicaciones que unía la Ruta de la Plata (Vía XXIV de Antonino) y la zona norte de Cáceres; con las calzadas que llevaban a Brácara (Braga), Lisabona (Lisboa); Conímbriga (Coimbra) y Beso (Viseo).
D-2) c: Fidel Fita y la Augustóbriga de Hübner:
El cuaderno (BOLETÍN DE NOTICIAS DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA) fechado en Noviembre de 1887 -páginas 357 y ss.-; recoge una serie de descubrimientos patrocinados por Fidel Fita Colomé, en un resumen intitulado “Lápidas romanas inéditas” (51) . Texto que ya habíamos estudiado en nuestros capítulos anteriores; concretamente en el epígrafe C-3 de la Tercera Parte (LOS CAMINOS QUE LLEVABAN A ROMA, CRUZANDO EL GUADARRAMA: DE MÉRIDA A ITALIA, PASANDO POR AUGUSTÓBRIGA Y TITULCIA). Pero, por la importancia de este “boletín”, que promovió la definitiva localización de Augustóbriga en Talavera la Vieja; vamos a volver a analizarlo. Para ello, retomaremos literalmente cuanto se menciona sobre esa ciudad vettona dedicada a Augusto; de la que comienza escribiendo:
“Ha enviado asimismo D. Luis Jiménez improntas de cinco inscripciones, una de ellas geográfica, que han motivado de parte del Sr. Fita la comunicación que se sigue.
«El tomo I de Memorias de esta Real Academia se termina con las dos que escribieron D. Ignacio de Hermosilla y D.José Cornide tratando de Talavera La Vieja. Los monumentos artísticos y epigráficos de aquella localidad; la posición estratégica de sus robustas murallas y no dudoso puente sobre el Tajo, en la confluencia del Alija; la proximidad de la Mesa de Ibor, emplazamiento de la antigua Ebura; la gran vía comercial que en sus cercanías enlaza forzosamente el (02588820-82b2-11df-acc7 002185ce6064_60.html#N_593_) (02588820-82b2-11df-acc7-002185ce6064_60.html#N_594_) centro de España con los principales emporios del camino de la Plata, divisorio que fué de los reinos de León y Castilla, desde Mérida hasta Zamora, todo se ajusta y viene á parar á una misma conclusión. Las misteriosas ruinas de Talavera la vieja esmaltan el asiento de una poderosa ciudad que vivió largos siglos de honor y de gloria.
»¿Cómo llamaron los romanos esta ciudad? ¿Fué carpetana como Ebura; ó bien lusitana como Caesarobriga? La segunda cuestión depende de la primera; pero manifiesta desde luego su alto interés geográfico.
»Apremiado por la opinión de mayor crédito que regía en el siglo pasado y colocaba á Ebura en una de las dos Talaveras, se inclinó D. José Cornide á pensar que conciliaba todos los extremos, imaginando que en Talavera la vieja se halló primitivamente la ciudad Eburense, y que permaneció en pie hasta que, desmantelada por Ordoño II, plugo á los árabes fundar, nueve leguas más arriba y en la orilla opuesta del Tajo, la otra Talavera, que había de ser, andando el tiempo, trofeo de las conquistas de Alfonso VI y dotación de la reina doña Juana, esposa de Enrique II. Semejante conciliación es pura fantasía. La Epigrafía latina, de acuerdo con las crónicas de los árabes, ha dado por el pie á tan ingenioso sistema, señalando en Talavera de la Reina vestigios fehacientes de su población romana y visigoda, y devolviéndole su verdadero nombre de Caesarobriga, alusivo al puente que César, ó bien Augusto, hizo labrar ó dejó restaurado”. (02588820-82b2-11df-acc7-002185ce6064_60.html#N_595_) (51a) .
Las primeras frases exponen que hasta la nueva propuesta de Hübner (recogida en su primer catálogo de inscripciones -ed. 1869-); en esa población, hoy hundida bajo las aguas antaño también conocida como Talaverilla; se daba por ciertamente localizada la Ebura vettona. Tal como dictan las siguientes palabras -que repito del resumen anterior-: “Talavera La Vieja. Los monumentos artísticos y epigráficos de aquella localidad; la posición estratégica de sus robustas murallas y no dudoso puente sobre el Tajo, en la confluencia del Alija; la proximidad de la Mesa de Ibor, emplazamiento de la antigua Ebura”. Planteándose a continuación, si esa otra Talavera, que siglos después se dedicó a “la Reina”; fue la antigua Caesaróbriga o la referida Ébura. Concluyendo que Caesaróbriga estuvo claramente en Talavera de la Reina, mientras la otra (Talaverilla), se había considerado siempre la Ebura vettona (Eubura, o Aipora). Aunque, para finalizar y preparando la siguiente propuesta que va a redactar; el autor del texto, afirma que en ambas poblaciones se hallaban construcciones romanas, para cruzar el Tajo. De tal modo y dando por hecho que la voz “Briga”, significaba “Puente” (en el idioma prerromano peninsular); Caesaróbriga, ha de traducirse como “El puente del César”. Mientras la otra urbe cercana, terminada en “briga” (Augustóbriga); había de situarse donde se halla el otro paso del río, que se abre en Alija. De tal modo, esa ciudad perdida hemos de interpretarla como “Ponte-Augusta”, se hallaría junto al Puente del Conde -del que hemos hablado extensamente-. Todo lo que ya nos prepara para las conclusiones que, a posteriori, va a plantear. Unos hechos que son absolutamente ajenos a la realidad, pues el Puente del Conde no parece de origen romano y no se hallaba en Talavera la Vieja, sino junto a Alija. Lugar donde se elevó una alcazaba árabe, que se halla en la ribera de Villar del Pedroso; frente a El Berrocalejo y a Valdeverdeja (a unos ocho kilómetros de Talavera la Vieja). Pero en todo el planteamiento expuesto; el error craso es considerar que el sufijo “BRIGA” significaba en lengua de los vettones: “puente” (quizás por el parecido con “bridge, bro, brug”). Ya que es cierto y demostrado, que este vocablo de raíz indogermana, ha de traducirse por “población”, “ciudad” = “burgo”.
Tras ello, continúa el texto de la Real Academia de la Historia del siguiente modo: “»Talavera la vieja se llamó Augustobriga. Esto había sospechado ya, con aquel acierto y mesura que le distinguen, el egregio Hübner ; y esto es lo que nos acaba de hacer patente una inscripción marmórea del primer siglo, que ha descubierto D.Eduardo Carmena Valdés, juez de primera instancia del partido de Navalmoral de la Mata. Recorriendo las inmediaciones de Talavera la vieja, por la parte de la muralla que mira al Tajo, vió asomar, casi á flor del suelo, los caracteres augusteos de una laja de mármol blanco desgraciadamente mutilada por el lado derecho. Mide 40 centímetros su altura; y su mayor anchura otro tanto. Los puntos son de figura triangular:(02588820-82b2-11df-acc7-002185ce6064_60.html#N_596_)
C · IVLIVS · C · F · GaL
SENATVI · POPv
AVGVSTOBR
HOSPES · D
DAT
»El haber sido hollada largo tiempo ha producido la desaparición de la vocal en el nombre de la tribu, y la del trazo vertical de la T en la línea última. Leo y suplo.
C(aius) Iulius C(ai) f(ilius) Gal(eria) [Tiro?] Senatui popu[loque] Augustobr[igens](ium) hospesd[omo...?] dat.
Al Senado y pueblo de Augustobriga lo da su huésped, Cayo Julio Tirón, hijo de Cayo, de la tribu Galeria (domiciliado en...?) (51b)
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de Talavera de la Reina, considerada la romana Caesaróbriga; aunque sabemos que en época ibera se llamó Eubura (Aipura) y en la tardo-antigua volvió a ser el obispado de Elbora (quizás relacionada con la Lebora, que cita el Anónimo de Rávena). Rebautizada como Tell-Elbora por los árabes, llegó hasta nosotros con el nombre de Talavera. Arriba, el río Tajo y su “puente viejo”, al fondo de la imagen. Obra seguramente de origen carpeto-vettonico, mejorada por los romanos; fue reconstruido en época medieval, cuyos vestigios podemos ver en la base. Al lado, Excavaciones en Talavera de la Reina, considerada la antigua Caesaróbriga. Abajo, el río a su paso por la ciudad, junto a las antiguas murallas.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, el foro o templo romano; que se rescató de Talavera la Vieja, antes de que el embalse cubriera el pueblo. Abajo, lugar del pantano de Valdecañas, bajo el que se halla esa Talaverilla, para muchos identificada con Augustóbriga.
BAJO ESTAS LÍNEAS: de nuevo, la laja de Augustóbriga (documentada en 1887) que estamos estudiando. La vemos tal como la expone actualmente el Museo Provincial y Arqueológico de Cáceres, al que agradecemos nos permita divulgar nuestra imagen.
Tras recoger esta parte del Boletín XI de la R.A.H., en los párrafos anteriores a las imágenes; analizaremos sus frases. Primeramente las que se refieren a la reducción definitiva de la ciudad dedicada a Augusto, en la población hoy hundida bajo el Tajo. Al afirmar: “Talavera la vieja se llamó Augustobriga. Esto había sospechado ya, con aquel acierto y mesura que le distinguen, el egregio Hübner ; y esto es lo que nos acaba de hacer patente una inscripción marmórea del primer siglo”. Lo que supone que se habían cumplido las sospechas del alemán, tal como expresaba en su primera edición del catálogo de inscripciones latinas en Hispania. Pues cuando Hübner (en 1869) publicó su volumen inicial, al tratar sobre la epigrafía hallada en Talavera la Vieja. Dicta que -a su juicio- allí no estaba la antigua Ebura; sino posiblemente otra ciudad vettona (refiriéndose a Augustóbriga). Todo lo que el investigador de la Universidad de Berlín, expresó sin apoyo científico alguno y tan solo valiéndose de su intuición. Por lo que en su segunda edición del corpus (“Supplementum” ampliado y corregido, que vio la luz en 1892); nos dice que ya sospechó que allí no se situaba la urbe de Eburae; pese al criterio de los españoles. Pues, mientras le dirigían hacia un lugar llamado de la Osa Ibor (Los Ibores, hemos de entender); dedujo que en esta población de Talaverilla se localizaba la Augustóbriga de los vettones; muy diferente a la Augustóbriga de los pelendones (que como sabemos está en Muro de Ágreda, Soria) -ver cita (40a) -.
Consecuentemente, Hübner, dedujo por simples “sospechas” -tal como literalmente escribe- esa localización de Augustóbriga; sin mencionar, ni valerse, de las cuatro fuentes históricas que citan esta ciudad (entre las que debemos destacar: La Geografía de Ptolomeo; el Itinerario de Antonino y el Anónimo de Rávena). Por cuanto en su segunda edición del catálogo de inscripciones, que se publica en 1892; al referirse a Talaverilla (en su cap. XXXI), comienza escribiendo: “tal como yo sospeché”, allí se hallaba Augustóbriga. Una idea expresada en su anterior publicación de 1869, que fue certificada -finalmente- con el hallazgo de una lápida aparecida en 1887; donde se lee el nombre de esa urbe. Descubrimiento que Fidel Fita comunicó y analizó en el noticiario del boletín anual de la R.A.H.; con las palabras antes recogidas y que repetimos: “Talavera la vieja se llamó Augustobriga. Esto había sospechado ya, con aquel acierto y mesura que le distinguen, el egregio Hübner ; y esto es lo que nos acaba de hacer patente una inscripción marmórea del primer siglo, que ha descubierto D.Eduardo Carmena Valdés, juez de primera instancia del partido de Navalmoral de la Mata. Recorriendo las inmediaciones de Talavera la vieja, por la parte de la muralla que mira al Tajo, vió asomar, casi á flor del suelo, los carácteres augústeos de una laja de mármol blanco desgraciadamente mutilada por el lado derecho.” .
Todo lo que dejaría claro que allí se hallaba la ciudad vettona dedicada a Augusto; según el padre Fita. Pese a que resulta “demasiado evidente” el referido descubrimiento, a manos del juez de Navalmoral; quien vio la laja blanca adherida a la parte baja de la muralla (sin que antes, nadie se apercibiera de su existencia). No solo porque la pieza inscrita, fuera de mármol claro; lo que también plantea dudas sobre esa situación extramuros, junto al río y a la altura del suelo. Ya que este tipo de lápidas, cuando eran reutilizadas, solían colocarse en interior y en alto -por motivos decorativos-. Pero sobre todo, resulta poco explicable por qué durante cientos de años, nadie la vio allí “colgada”; pese a que hasta Talaverilla se habían trasladado expertos en Historia, desde el siglo XVI . Levantando asimismo “ciertas sospechas” que ese descubrimiento se deba a un juez y no a un lugareño o a un buscador de antigüedades. Pudiendo dudarse si la aparición de la pieza a manos del juez de Navalmoral; puede hablarnos de algo “preparado”. Ya que, “extrañamente”, la piedra no fue sacada de una excavación del terreno, a orillas del río; sino adosada en un lugar donde podría haber sido localizada antes por cualquier buscador de restos (pues hasta Talavera la Vieja, iban infinidad de personas; estudiando los vestigios romanos).
Por su parte, la interpretación del padre Fita sobre la inscripción: “C(aius) Iulius C(ai) f(ilius) Gal(eria) [Tiro?] Senatui popu[loque] Augustobr[igens](ium) hospesd[omo...?] dat.”-. Fue traducida como: Al Senado y pueblo de Augustobriga lo da su huésped, Cayo Julio Tirón, hijo de Cayo, de la tribu Galeria (domiciliado en...?)” . Pero no coincide con la que años más tarde hará Hübner del mismo epigrama; cuando en el Supplementum de 1892 (pag. 112) la interpreta con las siguientes palabras: “C. Julio C. f. d GL al senado y al pueblo Augustobrigensis invitado, regalo dan” -ver cita (40g) -. Por cuanto en esta lectura de Hübner, que se tuvo como definitiva; el texto dictaría que la lápida fue la entrega del Hospes -amistad, hospitalidad-, a ese C(ayo) Julio, hijo de Gl(aber). Un honor similar a nombrar “hijo predilecto de una población”; en este caso llevado a cabo por el senado y el pueblo de Augustóbriga. De tal modo, podemos afirmar que la aparición de esta losa, en un lugar u otro; solo determinaría que allí estuvo -vivió o murió- el referido C(ayo) Julio, hijo de Gl(aber); quien, al recibir la laja inscrita, la guardaría como recuerdo. Es decir, podemos compararla con una placa en la que se nombra hijo predilecto de una ciudad a un personaje; lo que no supone que esa inscripción (en piedra, en metal o en una baldosa), se conserve en el lugar en que fue entregada. Sino en el que la guardó aquel que recibió el honor.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de La Jara, después de la bajada desde la Sierra de Guadalupe (Puerto de San Vicente y de Arrebatacapas). Arriba, la zona de Belvis y Alcaudete. Al lado y abajo, campos cercanos a La Estrella. Por estos lugares pasaban los caminos vettones y romanos que unían Mérida con Toledo. Mientras por Talavera la Vieja, cruzaban las rutas que llevaban desde La Mancha, Los Ibores y La Jara, hasta El Tiétar y Plasencia.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: al lado, de nuevo, una de las columnas romanas de La Cilla; restos que fueron rescatados de las aguas del Tajo. Al fondo de la foto, podemos ver el lugar donde estuvo Talavera la Vieja (junto a las actuales playas del embalse de Valdecañas). Abajo, excavaciones en el centro de Talavera de la Reina.
Seguirá el padre Fita, expresando sobre esa inscripción de la losa que estudia: »La fórmula Senatus populusque Augustobrigensium no nos debe parecer extraña, tratándose de monumentos como este solemnes, donde las ciudades ostentaban por precisión todo su poder público para conferir hospitalidad á sujetos de alta distinción, ó adherirse á su clientela y patronazgo, como es de ver en varias inscripciones” (...) “Sospecho que el personaje, que dejó de sí tan notable memoria en Talavera la Vieja, fué por ventura el mismo Cayo Julio Tirón Getúlico de la tribu Galería, hijo de Cayo, que en Ibiza (3661), al pie de su estatua, se decía cuestor de Roma, tribuno de la plebe y pretor.” (51c) . Todo lo escrito por Fita, ratificaría que el epigrama es una conmemoración de honor, otorgada a un individuo en ese “formato”: Escrito en una losa de mármol blanca, de unos 40x40 centímetros y aproximadamente 5 ctms. de grosor. Por lo que -a mi entender- pudo entregarse “en mano” al homenajeado, quien así la recogería; ya que su peso inicial sería de unos diez kilos. Creyendo D. Fidel Fita, que este individuo quizás fue el mismo que en Ibiza aparece en una inscripción, titulado como cuestor, tribuno y pretor. Todo ello, lo negará Hübner, quien en su Supplementum de 1892, desdice esta teoría del investigador español. Afirmando que ese “Cayo Julio Tirón Getúlico de la tribu Galería, hijo de Cayo, de Ibiza” citado por Fita, era un hombre del siglo II (40i) . Por lo que al fechar el alemán en el siglo I, la pieza encontrada en Talaverilla; nada tendrían en común, ambos personajes.
Sigue el padre Fita en el boletín de la R.A.H., tratando sobre la tumba hallada en Villar del Pedroso; pieza conocida desde el siglo XVII (por lo que desde entonces se localizaba allí Augustóbriga). Diciéndonos lo siguiente sobre su inscripción, que compara con la de Talaverilla: “»Muy distinta de la indicación perentoria, que nos ha ofrecido este importante epígrafe, es aquella sobre la que estribó el autor del Diccionario Geográfico-Histórico de la España antigua para querer demostrar que la lusitana Augustobriga, mencionada por Ptolomeo en la región de los Vettones, «se reduce á Villar del Pedroso ó de Poderoso Augusto (!).» (02588820- 82b2-11df-acc7-002185ce6064_60.html#N_597_)”
FLAVIA RVFINA
AVGVSTOBRIG ·
ANN · XXIIII H ·
S · E · S · T · T · L.
Ante lo que añade el padre Fita: “«Compréndese en efecto que si la difunta Flavia Rufina no hubiera sido forastera al sitio que hoy ocupa Villar del Pedroso, estaría de más, ú holgaría la declaración de su patria” (51c) . Todo lo que nos resulta inaceptable; primero, al considerar que cuando aparece en una lápida el lugar de origen de un fallecido; significa que aquel es un forastero (enterrado en tierra extraña). En segundo término, porque bajo ese criterio, resultaría inadmisible la reducción que hace Fidel Fita de Caesaróbriga en Talavera de la Reina. Ya que apoya su teoría, en el repetido hallazgo de epígrafes mortuorios romanos, donde se menciona un nombre y después esta ciudad dedicada al César. Es decir, el investigador afirma que Talavera de la Reina es Caesaróbriga, al observar numerosas tumbas en las que se inscribe junto a la filiación del difunto, la palabra “Caesarobrigense”. Pero ante el enterramiento de Flavia Rufina “Agustobrigense”; deduce que habían inscrito su lugar de origen, por ser forastera. Aseverando que ello demuestra que Augustóbriga no estuvo en Villar del Pedroso; donde fueron inhumados esos restos. Por cuanto, al descubrirse en Talavera la Vieja, la lápida donde se habla de Cayo Julio (al que se concede la Hospes); no sabemos a qué criterio atiende el padre Fita para poder afirmar con tal rotundidad que allí estaba Augustóbriga.
Debido a ello, más tarde justifica esta localización del siguiente modo: “»A la reducción que hago de Augustobriga á Talavera la Vieja, en razón de la lápida que se acaba de descubrir, parece que se opone, y no lo he de disimular, el itinerario de Antonino que pone esta población distante 46 millas, ó bien 36 según otros códices, de Lacipea y 55 de Toledo. Si la vía descrita por ese trecho del itinerario, que arrancaba desde Mérida es la del camino de la Plata, que pasa por el Puerto Marchés y Alcoba en que se han fijado los Sres. Fernández-Guerra y Saavedra , convendrá decir lo que ya insinuó Cortés en su Diccionario Histórico-Geográfico, conviene á saber que la Augustobriga de los Vettones, que nombra Ptolomeo, debe distinguirse de aquella por donde iba el itinerario. De todos modos la situación de una ciudad con ese nombre que todavía conserva restos de su antiguo puente sobre el río Tajo, así como la situación de Caesarobriga (Talavera de la Reina), demuestra una vez más la bondad del sistema filológico, aplicado á la Geografía por el Sr. Fernández-Guerra; el cual en el vocablo briga, terminativo de muchísimos nombres de antiguas ciudades españolas, solo ve la idea ó significado de puente. La distancia que cuenta el itinerario desde Mérida hasta Augustobriga, es precisamente la que ha contado nuestro sabio compañero D. Francisco Coello en su trazado de la sección de la vía romana, que sube desde la metrópoli lusitana y pasando por cerca de Ibor (Ebura) espira en Talavera la Vieja”.(02588820-82b2-11dfacc7- 002185ce6064_60.html#N_598_) (02588820-82b2-11df-acc7- 002185ce6064_60.html#N_599_) (51d)
Las anteriores frases de D. Fidel Fita, muestran claramente las enormes dudas que había acerca de esta localización en Talaverilla. Aportando los datos correctos para su reducción; pues tal como hemos visto, el Itinerario de Antonino marca que de Mérida a Lacipea había 20 millas; y entre Lacipea y Augustóbriga 36 (o bien 46 millas); así como 55 más hasta Toledo. Añadiendo para resolver esta falta de coincidencia, con lo que nos aportan las fuentes antiguas que: “ya insinuó Cortés en su Diccionario Histórico-Geográfico, conviene á saber que la Augustobriga de los Vettones, que nombra Ptolomeo, debe distinguirse de aquella por donde iba el itinerario” . Es decir, que para deducir la localización de esta ciudad hay que considerar que no es la citada en el Itinerario de Antonino, que la sitúa entre Mérida y Toledo; una idea que nos resulta absurda. Resolviendo que Augustóbriga es Talavera la Vieja, porque en sus inmediaciones había un puente romano. Mencionando el Puente del Conde; que -como insistentemente venimos señalando- no tiene indicios de su origen en tiempos romanos y que se hallaba en Alija (a unos ocho kilómetros de Talaverilla; en el municipio de Villar del Pedroso). Por lo que siguiendo el padre Fita la teoría de Fernández-Guerra, quien afirmaba que la voz “briga” significaba “puente” -quizás basándose en vocablos como “bridge”-. Todo ello, demostraba que Augustóbriga podríamos traducirlo como “puente de Augusto” y situarla en Talavera la Vieja -tal como debía interpretarse que Talavera de la Reina fuera el otro paso del Tajo (dedicado al César)-. Lo que se demostraba con las distancias hasta Toledo y la llegada desde Mérida, pasando Ebura; que para Fidel Fita son Los Ibores. No debiendo dudarse más, según el jesuita, sobre la reducción de la ciudad dedicada a Augusto; que para él estaba en esa Talaverilla.
De este modo, el padre Fita, identificará la urbe de los vettones con la que hoy yace bajo las aguas del embalse de Valdecañas; con unos argumentos que -a mi juicio- carecen de justificación. Muchos de ellos, rallando el absurdo, como el del puente y el sufijo “briga”; voz que sabemos, significaba “ciudad” (del indoeuropeo “burgo”). Tras ello, terminará su análisis, refiriendo que Hübner publicará el hallazgo y dando las gracias por los dibujos (calcos) obtenidos, a su amigo residente en Talavera y experto en antigüedades; con las siguientes frases: “D. Luís Jiménez de la Llave, que presento en su nombre, y remitiré (si place á la Academia) al Dr. Hübner para la segunda edición del vol. II del Corpus inscriptionum latinarum. Debo asimismo al Sr. Jiménez calcos de cuatro fragmentos lapidarios; tres de los cuales son inéditos, y el último rectifica la leyenda de la inscripción 938 publicada por Hübner.” (51e) . Unas últimas palabras que indican la enorme unión existente entre Fidel Fita y el coleccionista de arqueología Luis Jiménez; junto a la admiración que el jesuita sentía por el profesor alemán. Al que muchos rendían pleitesía en nuestro país; quizá de un modo un tanto exagerado. Pues en su edición segunda del “Corpus inscriptionum latinarum”, el alemán cita al padre Fita en sus agradecimientos, escribiendo “F. Fideli Fita, Aureliano Guerra, Eduardo Saavedra” (51f) ; pero sin mencionar sus estudios y su colaboración en este descubrimiento de Augustóbriga. Del que muchos creen que “quizás alguien” colocó esa piedra en los muros de Talavera la Vieja; con el fin de que la hallase un juez, y certificar así la reducción de la ciudad de Augusto en esta localidad.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes del paso por el Puerto de San Vicente, camino de Guadalupe. Arriba, los campos de Extremadura, una vez cruzada la cumbre y llegando a Alia. Al lado, El pico de San Vicente; lugar donde, a mi juicio, comenzaba “el refugió de Viriato”; citado por las fuentes clásicas como el Monte de Afrodita (o mons venusino) . Aldolf Schulten lo localizó en la Sierra de San Vicente; aunque resulta imposible que el general lusitano se guareciera en una montaña tan baja, rodeada por un valle; donde podrían darle caza por los cuatro costados. De ello, considero, que era este Puerto de San Vicente la “guarida de Viriato”; al tratarse de un lugar inaccesible, sobre la Sierra de Guadalupe, protegido por los Montes de Toledo (al sur) y cercado por el río Tajo. Unos picos a los que ningún romano podría acceder, so pena de perder gran parte de sus hombres; y que está coronado en sus espaldas por el valle de Los Ibores y Las Villuercas. Lugares con clima paradisíaco, riquísimos en agua y óptimos para el cultivo de todo tipo de frutales, o para la cría del ganado. Para más datos acerca de este Refugio de Virtiato consultar nuestro Capítulo IV – C ; “Viriato: Su Guarida, su ciudad y su tumba (entre el Tajo y el Guadiana)”; pulsando: https://artesimbologiayhumanismo.blogspot.com/2024/06/el-misterio-de-augustobriga-del.html
Abajo, la subida a San Vicente, desde La Estrella. Estos lugares por donde pasaron los caminos vettones y romanos, fueron el eje de comunicación entre la Meseta (Toledo) y la Lusitania. A mi juicio, en la Edad Media serían sacralizados como los montes dedicados a San Vicente; debido a que en tiempos de persecuciones romanas, se refugiarían allí los cristianos. Tal como hicieron durante los siglos VIII al X los mozárabes; siendo esas montañas el lugar en que también se guarecieron los moriscos y algunos judíos, desde el siglo XV al XVII.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: La basílica de San Vicente en Ávila. Este importantísimo templo fue dedicado al Santo y a sus hermanas Cristeta y Sabina; mártires en tiempos de Diocleciano. Nacidos en EBURA (seguramente Talavera de la Reina); también se disputaron ser el lugar de origen de estos tres santos, el pueblo de Talaverilla e incluso la ciudad de Évora -capital del Alentejo portugués-. Como estudiaremos, en Talavera la Vieja existía una lápida donde se aseveraba que Vicente y sus hermanas, nacieron en esta “Ebura”; lo que promovió el culto y peregrinaciones, para visitar esta población (donde -supuestamente- vieron la luz aquellos santos). Enseñando los restos de La Cilla (columnas romanas adosadas a un granero), como el lugar donde fue encarcelado Vicente, para que abandonase la religión católica. Mientras narraban que los vestigios del foro (llamado Los Mármoles); fue el templo de Júpiter, en el que Daciano intentó que Vicente apostatase de su fe. Narrando la tradición; que en ese momento, se reblandeció el suelo de lugar, quedando allí las marcas del báculo y los pies y báculo del santo. En una losa que finalmente se llevó hasta Talavera de la Reina, donde se halla guardada en la la Colegiata de Santa Ma. La Mayor (custodiada en la capilla de San Vicente, Sta. Sabina y Sta. Cristeta).
E) LA ESTELA DE SAN VICENTE; HISTORIA DE UNA FALSIFICACIÓN:
Vamos a basar este epígrafe en un estudio que analiza profundamente el extraño hecho vivido en Talavera la Vieja; donde se conservaba una ara romana que aseveraba en su inscripción, era esta la “patria chica” de San Vicente y sus hermanas. Pieza, que se conservó en la Ermita de los Mártires, hasta que esa población fue engullida por las aguas del Tajo; creyéndose que tras ello, esa estela pasó a la sacristía de la iglesia de Bohonal de Ibores. Consistiendo en una pieza milenaria, que -al parecer- lucía un epigrama apócrifo; donde se recordaba que en esa población llamada “Ebura”, habían visto la luz los santos: Vicente, Sabina y Cristeta. Un hecho del que ya hemos hablado y que logró hacer de esta localidad un pequeño centro de peregrinación; donde los fieles acudían a visitar el pueblo en el que -presuntamente- habían vivido aquellos tres hermanos Mártires de la Cristiandad. Por lo que debemos analizar la figura de estos santos y la existencia de su culto en Talaverilla; para comprender la repercusión que tuvo el “redescubrimiento” y análisis arqueológico de su ara. Refiriéndonos al momento en que se divulgó que aquella piedra inscrita se trataba de una falsificación; todo lo que sirvió sobremanera a la posterior localización de Augustóbriga en la localidad. Pues tal como decimos, en el texto que lucía la estela romana se leía que los tres hermanos santos habían nacido en ese lugar, antes llamado Ebura. Por lo que, cuando los investigadores y arqueólogos comenzaron a afirmar que la inscripción era falsa; se extendió la idea de que el nombre antiguo de la población allí escrito, también se trataba de un error. Llegándose a la conclusión de que ni en Talavera la Vieja nacieron los santos, ni en ese lugar estuvo la Ebura vettona; sino otra urbe, que finalmente se consideró era Augustóbriga.
E-1) La lápida de los Mártires, y César Pacheco:
César Pacheco Jiménez, realizó el mejor estudio hasta hoy publicado, sobre el culto de estos tres santos en la zona (52) y el ara que antaño se encontraba en la Ermita de los Mártires de Talavera la Vieja (templo hundido bajo las aguas del Tajo, desde hace sesenta años). Al comienzo de ese opúsculo, trata de un modo muy documentado, la duda existente sobre el lugar de origen de estos hermanos; denominado en las crónicas como “ELBORA”. Una urbe antigua que muchos han intentado identificar con la Évora del Alentejo, de un modo equivocado; pues los textos y la “diplomacia” medieval, dicta claramente que era un punto en el camino entre Toledo y Mérida. Todo lo que muestra, se trataría del obispado de Elbora, nombre que recibía en tiempos tardo-antiguos la ciudad de Talavera. A su vez, las crónicas bajo-medievales no dudan en afirmar que aquellos mártires procedían de esa ciudad también llamada Eubura en época de los iberos; identificada con Caesarobriga (rebautizada como Talavera, por los árabes). De tal modo, no cabe la menor duda de que los referidos santos tienen su origen en esta villa toledana, a orillas del Tajo; recordándose también que fueron torturados hasta morir, en tiempos de Diocleciano. Sea como fuere, la importancia de su culto y su “exportación” hacia tierras de Ávila (a unos cien kilómetros, al norte de Talavera); procede de tiempos de Prisciliano, cuando se extendió la secta de este heterodoxo y el arrianismo por nuestra Península. Momento en que deciden acabar con el priscilianismo y con otras herejías, por lo que se vuelve predicar y enseñar en los valores del catolicismo (clásico o romano). Todo lo que hace llegar la veneración de San Vicente y de sus dos hermanas, a Ávila (donde Prisciliano había sido obispo); elevándose desde tiempos muy tempranos un templo para guardar parte de sus restos. Lugar, donde la hagiografía considera que fueron torturados hasta la muerte los tres santos y que -con los siglos- terminó convertido en esa imponente basílica románica de extramuros (frente a las puertas de la ciudad abulense -mostrado en imágenes anteriores-) (52a) .
Después de cuanto narramos y ya siendo muy venerados los mártires, cuya tumba principal se conservaba en la referida basílica de Ávila; gran parte de sus reliquias seguían depositadas en San Pedro de Arlanza (donde se habían llevado durante la dominación árabe). Al menos hasta que en el siglo XVI se produce una nueva controversia sobre el lugar de origen de aquellos hermanos; opinando algunos que eran de Evora, mientras otros afirmaban que venían de Talaverilla. Los hechos narrados, coincidieron con los años en que se comienzan a estudiar también los orígenes romanos de Talavera la Vieja; prospecciones y análisis que se llevan a cabo desde 1575, después de que viajase por sus inmediaciones Felipe II (en 1568, posiblemente para apaciguar las revueltas de los moriscos, levantados por entonces en todo el sur de España). Monarca que queda sorprendido por la profusión de antigüedades y restos que ve en esa zona del Tajo (junto a Talaverilla, Villar del Pedroso y al cruzar el Puente del Conde). Enviando estudiosos para que pudieran atestiguar el valor de las referidas antigüedades que por allí aparecían. Momento en que los habitantes de Talavera la Vieja comprenden que su pueblo también se denominaba Aibura o Eubura (como Talavera de la Reina) y que además daría nombre a Los Ibores. Por lo que reivindican que este era el lugar de nacimiento de San Vicente y sus hermanas. Por su parte, para atestiguar que los tres mártires fueron oriundos de la gran villa toledana y no de otro punto geográfico; en 1599, Talavera de la Reina solicita al monasterio de San Pedro de Arlanza que le entregue parte de las reliquias, para crear una nueva iglesia en la ciudad y dedicarla a los Santos Mártires -ver (52b) -.
Parece ser que fue ese el motivo y la época en la que se crea un falso documento epigráfico, para demostrar que Vicente, Cristeta y Sabina, nacieron en Talavera la Vieja y no en la otra ciudad homónima. De este modo se reivindicaba la “patria chica” de los tres famosos santos, escribiendo César Pacheco que debido a todo ello: “En el siglo XVIII cuando Hermosilla y demás viajeros eruditos visitan el lugar estaba muy arraigada la tradición que mantenía que el edificio denominado la cilla, primitivo templo de construcción romana, y su cripta había servido de cárcel para el sufrido Vicente, argumentando además el pueblo llano que sirvió para encerrar fieras en los tiempos de la persecución contra los cristianos” (….) “Para fijar aún más la vinculación de la comunidad local de Talavera con los santos se había construido una ermita dedicada los mártires que, curiosamente, se había levantado en parte con material romano procedente del proceso de spolia propio de lugares con anteriores asentamientos, como bien subrayó Hermosilla. En el siglo XIX debieron de situar junto a la ermita el cementerio del lugar, aunque cuando se hace la descripción del sitio en el Diccionario Geográfico de Madoz ya estaba arruinada y sin techo.” -sic (52b) -
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de Talavera la Vieja, antes de ser cubierta por el embalse de Valdecañas. Al lado, la población, desde una vista aérea tomada poco antes de que las aguas la engulleran. Se puede observar el lugar que ocupaba el templo; muy cercano al río Tajo. Arriba y abajo, los monumentos antes citados: La Cilla y Los Mármoles, rescatados tras la creación del pantano. Estas columnas adosadas a una cilla y la Curia o foro; se mostraban como el templo de Júpiter, donde fue llevado San Vicente para que apostatase de su fe en Cristo; y el lugar donde estuvieron presos los tres mártires. Las fotos fueron publicadas por José Mélida en su trabajo de 1919, que trató sobre los restos romanos de Augustóbriga; dando por absolutamente admitida la reducción definitiva de esa ciudad dedicada a Augusto, en Talaverilla (53) .
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del libro de Ignacio Hermosilla “Noticias de las ruinas de Talavera la Vieja"; publicado dos años después de su muerte -sucedida en 1794- (54) . Este sacerdote extremeño, experto en antigüedades e Historia, viajó a Talavera la Vieja desde 1762, en numerosas ocasiones, con el fin de estudiar y catalogar los restos romanos que allí aparecían. Finalmente, su obra dedicada a esa población y los hallazgos arqueológicos, vio la luz en 1796; en el primer tomo de las Memorias de la Real Academia de la Historia. Al lado, lámina 3ª del libro de Hermosilla, en la que recoge diferentes inscripciones halladas en Talaverilla. En la cita (54a) podemos leer cuanto Hermosilla describe de ellas. Abajo, detalle del ara de San Vicente, Santa Sabina y Santa Cristeta; de la que el autor refiere lo siguiente: "Se venera mucho en aquellos pueblos esta piedra, y está reputada como una prueba de que Talavera la vieja es la antigua Ebura ó Elvora; y de que en ella nacieron y padecieron martirio los Santos Vicente, Sabina y Cristeta. No me detendré á exäminar esta opinión, pero me parece justo describir la piedra con toda la prolixidad que la observé" Concluyendo D. Ignacio Hermosilla que era una leyenda apócrifa, grabada sobre un ara romana, que por el lado opuesto todavía guardaba restos de unas letras originales. Al escribir: "se infiere con harta seguridad, que se puso esta inscripción sagrada después de haber el tiempo o el autor piadoso destruido la profana. Los doctos serán jueces del lenguage, estilo y demas calidades de la moderna" - SIC (54a) -
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: al lado, otra imagen del libro de Ignacio Hermosilla “Noticias de las ruinas de Talavera la Vieja"; en este caso una lámina donde se recogen los "verracos" vettones hallados en sus vestigios. Abajo, dibujo mío de la estela de San Vicente, que estudiamos.
E-2) La inscripción en el ara de San Vicente y lo que sobre ella dicta César Pacheco:
Hemos visto en nuestras imágenes anteriores, lo que Ignacio Hermosilla opinaba sobre esta lápida. Considerando apócrifa su inscripción - a finales del siglo XVIII-; todo lo que supone el modo en que la estela levantó serias dudas, ya en época muy temprana. Probablemente generadas desde el obispado de Talavera de la Reina, quienes no querrían ceder el nacimiento de los tres santos a ese pueblo homónimo y sin apenas relevancia social. Pese a ello, Hermosilla no duda en identificar la Ebura carpetana, con la población donde se guardaba el ara de los mártires; todo lo que explicó extensamente, con datos y citas -desarrollados en las páginas 21 a 27, de esta obra:“Noticias de las ruinas de Talavera la Vieja"- . Aunque Hübner y sus seguidores, optaron por decidir que si la inscripción era falsa, también lo sería la mención a Ebura, como antiguo nombre del lugar. Una aseveración que resulta “exagerada”; pues si el epigrama era un añadido falso, parece lógico que cuanto allí se escribiese tuviera el máximo rigor histórico. Con el fin de que todos aquellos que analizasen la pieza, pudieran tener como acertados los datos que refería. Por cuanto, nada tiene que ver que esa leyenda grabada sobre el ara fuera una falsificación; con el hecho de que en Talavera la Vieja no estuviese la Ebura que el texto apócrifo señalaba.
Pero vamos a estudiar qué nos dice César Pacheco Jiménez, sobre todo ello; en su obra que seguimos -ver (52) -. Donde, en la introducción nos habla de la referida piedra; redactando las siguientes palabras: “La falsa autenticidad de la pieza ya fue puesta de manifiesto por estudiosos como Ponz y Hübner. (...) Una inscripción, intencionadamente realizada sobre una primitiva ara de cronología romana con caracteres latinos, pretendía certificar a modo de acta notarial que los Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta, más conocidos por su vinculación con Ávila donde según las fuentes hagiográficas habían sufrido el martirio, eran oriundos de Talavera la Vieja, que sus valedores no dudaban en identificar con la Aebura antigua o la Ebora o Elbora visigoda.” (52c) . Por su parte, en el capítulo dedicado a la leyenda apócrifa del ara, intitulado “La Inscripción”; nos transmite el mismo autor lo siguiente -ver cita (52d) - :
“Desgraciadamente, a pesar de nuestros esfuerzos por localizar en la sacristía de la iglesia parroquial de Bohonal de Ibor, adonde fue a parar la pieza en cuestión una vez que desapareció el pueblo de Talavera la Vieja, y realizadas las averiguaciones pertinentes no hemos podido dar físicamente con ella para poder documentarla y hacer las consiguientes mediciones. Por tanto nuestra descripción se basa en fotografías a las que hemos tenido acceso entre ellas una que nos proporcionó A. González Cordero” (...) “Sobre un ara votiva posiblemente de época altoimperial realizada en mármol se practicó la inscripción que ocupa todo el frontal convirtiéndolo en campo epigráfico, entre las molduras superiores o cornisa y el plinto. El campo epigráfico está formado por ocho líneas distribuidas de arriba abajo con la siguiente leyenda":
"VINCENTIVS
SABINA ET
CRISTETA
IN Ac CIVITATE
EBURAE NATI
FVERUNT ET
VINCENTIUS INCLVS
IN CARC [ERE PAT.COE(LI)]”
“La escritura utilizada imita la capital romana pero con una factura más propia de la época moderna, en la que se hacía su uso en inscripciones sobre piedra fundamentalmente” (...) “El origen de la pieza tan sólo lo conocemos por las referencias que nos dan Hermosilla y Cornide en sus trabajos académicos. El teniente cura de la villa Sebastián Rufo Morgado, al abrir los cimientos de su casa, aseguraba que encontró la preciada reliquia ante el presbítero Francisco Ayuso, y esto ocurrió entre los años 1742 y 1744. Pero según las indagaciones que Cornide nos relata, el propio cura habría sido el artífice de la falsificación enterrándola unos años antes y como acontecimiento de invención y descubrimiento lo hizo público en esos años citados” (...) “Después de estar unos años en la casa del cura debió de pasar a la iglesia parroquial donde permaneció hasta la desaparición y desmantelamiento del pueblo con la construcción del pantano. Hay sabrosas descripciones de la pieza por parte de los estudiosos del siglo XVIII que primero la descubrieron y la dieron a conocer. El primero de ellos, Ponz” (...) “La falsedad de la inscripción fue constatada posteriormente por otros autores, entre ellos el propio Hübner que la incluye sin duda entre el grupo de epígrafes falsos. Pero lo que a nivel académico y erudito se tenía como una obra fruto de la inventiva contrarreformista, en la tradición popular de los lugareños y autores locales seguía siendo una de sus más apreciadas señas de identidad” (...) “En todo caso parece que la piedra fue perdiendo valor e interés para los estudiosos de la epigrafía latina antigua al considerarse ya una falsificación constatada; y es sintomático que J. Ramón Mélida cuando escribe su estudio sobre Talavera la Vieja nada dice de la misma, debido a que en el debate científico e historiográfico de principios del siglo XX la versión tradicional de considerar a Talavera la Vieja como la antigua Ebora o Elbora ya había sido desbancada por la aportación que la arqueología había hecho con el descubrimiento de una inscripción donde claramente se identificada Augustobriga con esta Talavera cacereña” (52d)
Sobre la datación de la inscripción, según leemos, la fechan hacia 1743; aunque hemos de considerar que -posiblemente- fuera anterior. En mi opinión, más cercana a 1600; cuando Talavera de la Reina se disputaba ser la cuna de esos tres hermanos martirizados, frente a otras localidades de nombre similar (Évora, Abertura y esta Talaverilla). Santos, que -según la tradición- nacieron en aquella urbe llamada Eubura o Elbora; sufriendo tortura hasta la muerte en Ávila; junto al lugar donde se levantó la fastuosa basílica dedicada a ellos. Acerca del paradero de este ara con letras falsas, parece que antes de que las aguas engulleran el templo de Talavera la Vieja que la conservaba; pasó a la sacristía de la iglesia de Bohonal de Ibor. El pueblo más cercano; donde se trasladaron parte de sus habitantes, al quedar sin hogares. Aunque la Ermita de los Mártires, finalmente fue salvada; llevándose sus piedras hasta Talavera de la Reina, donde se construyó una nueva iglesia dedicada a San Vicente y sus hermanas. Por su parte, nos transmite César Pacheco, que no ha podido ver la estela, ni siquiera comprobar si realmente se halla en Bohonal de Ibor. Todo lo que por la nuestra, también hemos intentado; sin lograr dar con la parroquia abierta.
Para finalizar, recogeremos las costumbres religiosas que este autor describe, en relación a la piedra venerada (52e). Narrando que entorno a ella se habían formulado tradiciones, entre las que destacaba la de enseñar “La Cilla” y sus columnas, como el lugar donde estuvieron presos los santos; y “Los Mármoles” como el templo de Júpiter donde fue llevado San Vicente para que renegase de su fe. Momento en que la hagiografía narra que se produjo un milagro; consistente en que el suelo de granito del lugar sagrado, se reblandeció; quedando la marca de los pies y del báculo del Santo. Sobre este hecho, en la capilla de San Vicente, Cristeta y Sabina; en la Colegiata de Santa María (Talavera de la Reina); se conserva una pieza de granito, donde puede verse la marca de dos pies y un bastón. Diciendo la tradición que son las señales que sobre el suelo del templo de Júpiter dejó el cuerpo y el báculo de Vicente, cuando intentaron que rindiese culto al dios romano (tras negarse a apostatar).
Después de haber recogido y resumido cuanto César Pacheco narra sobre el ara de los Santos Mártires, que se conservaba en Talaverilla. Terminaremos este epígrafe recalcando que la falsedad de la inscripción, no demuestra que Talavera la Vieja, no fuese la Ébura o Aipora vettona. Máxime, cuando los campos que preside esta población se llaman de los “Ybores”, tanto como el río que pasa por sus proximidades. Un afluente del Tajo, denominado Ibor, que desemboca hoy sobre las aguas del Valdecañas y en las proximidades de Bohonal. Todo lo que muestra el rastro de un lugar que pudo llamarse en la antigüedad: Ybora, Eubura o Aipura; como reflejo de la Evora alentenaja y homónima a la Elbora talaverana. De donde nacieron los nombres de Tal-Ebura, la Vieja y Tal-Ebura de la Reina.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba y abajo, la iglesia de Bohonal de Ibor, en cuya sacristía se cree que está el ara apócrifa. Al lado, foto de este ara, tal como la recoge César Pacheco en su opúsculo; escribiendo sobre ella las palabras que ya habíamos recogido en cita (54d) : “Desgraciadamente, a pesar de nuestros esfuerzos por localizar en la sacristía de la iglesia parroquial de Bohonal de Ibor, adonde fue a parar la pieza en cuestión una vez que desapareció el pueblo de Talavera la Vieja, y realizadas las averiguaciones pertinentes no hemos podido dar físicamente con ella para poder documentarla y hacer las consiguientes mediciones. Por tanto nuestra descripción se basa en fotografías a las que hemos tenido acceso entre ellas una que nos proporcionó A. González Cordero, profesor de Navalmoral de la Mata y arqueólogo que tuvo ocasión de estudiarla en su momento, a quien agradecemos esta deferencia”. Hemos de destacar que Antonio González Cordero es un investigador, especializado en la zona del Arañuelo (como de llama el campo cercano a Navalmoral de la Mata). Quien ha realizado la obra de recopilación más importante sobre la epigrafía hallada en este área y su entorno; catalogando más de doscientas inscripciones romanas. Agradecemos al Sr. González Cordero y a César Pacheco Jiménez, nos permitan divulgar la fotografía de este ara.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, página del Año Cristiano, donde se recoge la vida y obras de los tres santos. Abajo, otro ara muy curiosa y con las mismas características; que podemos ver en Garrovillas de Alconétar. Lugar que sabemos se corresponde con la Mansio de Túrmulos, en la Vía XXIV de Antonino, después llamada “Ruta de la Plata”. En su plaza (famosa por los pórticos populares) tiene un monumento a modo arqueológico, donde podemos ver esta pieza romana, retallada con letras modernas. Inscripción a la que se ha añadido “1626” con números árabes; donde personalmente leo “Cinco del mes (idus) de marzo, de 1626”.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos fotos de la Basílica de San Vicente, en Ávila (a la que agradecemos, nos permita divulgarlas). Al lado, su entrada porticada. Abajo, el sepulcro del santo y sus hermanas, cuyas imágenes superiores narran su martirio y muerte, en tiempos de Diocleciano.
E-3) El significado de los santos y el traslado de la ermita de los mártires hasta Talavera de la Reina:
Terminaremos este apartado, relatando brevemente la historia de los tres hermanos; cuya tradición nos dice, que nacieron en Talavera de la Reina y murieron en Ávila. Se considera que fueron martirizados a comienzos del siglo IV; cumpliendo el decreto de Diocleciano, que extendió Daciano por Hispania. Narrando la hagiografía, que al llegar a la Ébura carpetana Daciano, Vicente fue denunciado y obligado a renunciar de su fe. Negándose a hacerlo, le apresaron y llevaron ante el templo de Júpiter; donde el suelo se reblandeció, quedando marcadas las huellas de sus pies sobre las piedras del edificio sagrado para los romanos. Asustados los soldados y los arúspices de Júpiter, se dice que fue encerrado, con el fin de que se retractase de sus creencias; las versiones no se ponen de acuerdo si allí también apresaron a Cristeta y Sabina (o bien, si ellas le visitaban). Aunque los diferentes textos afirman que los guardianes le liberaron de su celda, dejando huir al santo y a sus hermanas hasta la Sierra que lleva su nombre. Llamada de San Vicente porque se considera que allí se refugiaron los tres; en una cueva donde se les recordó con un templete elevado en el siglo XVII. Construido hacia 1633 por Francisco de Randona; quien dijo haber visto el rastro de los santos en este lugar; pero que finalmente, sería abandonado por los ermitaños que lo custodiaban. Siguiendo con la vida de los tres hermanos santos; permanecieron ocultos durante un tiempo en las referidas montañas; pero prefirieron continuar en su huida, con el fin de hallar un lugar digno para vivir. Siendo localizados en Ávila, por los soldados de Daciano; finalmente les torturaron para hacerles apostatar, dándoles muerte de manera tan cruel como inhumana.
La hagiografía termina hablando de un judío, que les habría delatado; o que intentó profanar sus cuerpos, antes de que los enterrasen. Llegando en ese momento hasta el lugar, una gran sierpe que se enroscó en el cuerpo del hebreo; quien rogando al Dios cristiano que le liberase, prometió a cambio convertirse y dar sepulcro digno a aquellas reliquias. Así sucedió y la culebra dejó al que pronto buscó ser bautizado. Tras ello, el converso preparó un altar donde enterrar los restos de los mártires; donde hoy se alza la basílica (conservando la memoria que todo ello sucedió un 27 de octubre de año 307). Cuanto hemos recogido es -en breves palabras- es lo que el Año Cristiano narra sobre la vida y martirio de estos tres hermanos. A los que la Iglesia recuerda como nacidos en Ebura o Élbora; por cuanto en el siglo XVI (o bien en el XVII); algún sacerdote decidió que aquel lugar en que vieron la luz los santos, pudo ser Talaverilla y no Talavera de la Reina (ni la Evora del Alentejo). Pues, parece indiscutible, que ambas poblaciones se llamaron de manera homónima en los tiempos más antiguos, tal como actualmente sucede. Siendo el nombre de ambas, el de Ebura, Ebora o Aipora (de los vettones); lo que les hizo convertirse en Tal-Ebura, al llegar los árabes. Debido a lo que algún experto en hagiografía decidió, que la patria chica de Vicente y sus hermanas, tanto pudo ser la ciudad de Talavera, como el pueblo de Talaverilla. Ello, incluso teniendo en cuenta que el dato más fehaciente para conocer el punto de nacimiento de los mártires; es el que dan las crónicas altomedievales, cuando narran que aquella Ebura estaba en el camino entre Mérida y Toledo.
Por cuanto pudiera ser cualquiera de las dos poblaciones (la llamada de la Reina o la nombrada como la Vieja). Atreviéndose así algún listo oriundo del pequeño pueblo; tomar un ara romana y borrar su inscripción, para grabar en la cara opuesta las letras que hemos estudiado donde se dictaba: “VINCENTIVS / SABINA ET / CRISTETA / IN Ac CIVITATE / EBURAE NATI / FVERUNT ET / VINCENTIUS INCLVS / IN CARC [ERE PAT.COE(LI)]”. Que yo traduzco como: Vicente, Sabina y Cristeta; en esta ciudad de Ebura, nacieron. Y Vicente fue recluido en la cárcel (a las puertas de los Cielos). Ello, les llevó a crear un pequeño centro de peregrinaje en Talaverilla, donde se enseñaba el templo de Júpiter (Los Mármoles); como el lugar milagroso que se reblandeció al entrar el santo; dejando sus pies y bastón marcados. Pieza de granito que se diría, fue trasladada desde allí, a la Colegiata de Santa Ma.; en Talavera de la Reina. Asimismo, sabemos que mostraban La Cilla (granero con tres columnas adosadas); explicando que fue la cárcel donde encerraron al mártir y quizás a sus hermanas. Todo lo que se podía leer en el ara romana antes estudiada; que muy pocos supieron se trataba de una falsificación. De ese modo, mucho debió ser el éxito obtenido y las peregrinaciones llegadas; de quienes acudían a visitar Guadalupe o Yuste (monasterios jerónimos, en cuya mitad de camino está Talaverilla).
Consecuentemente, levantaron una ermita dedicada a los Santos Mártires; iglesia que fue visitada y descrita por numerosos estudiosos de los siglos XVIII y XIX. Quienes observaron, estaba construida con materiales romanos, expoliados de la muralla y de otras zonas de la población. Por cuanto parecía un templete con miles de años de historia; lugar en el que guardaron la referida estela, donde se narraba la historia de los tres hermanos. Asimismo, aquella Ermita de los Mártires; se elevó en los terrenos de una antiquísima necrópolis romana de Talavera la Vieja; por lo que todo hacía pensar que el edificio, la estela inscrita y sus alrededores, eran auténticos. Posiblemente, desmontando dos torres funerarias que existían en la población, de la que daban cuenta las Relaciones Topográficas de Felipe II; donde se mencionan tres necrópolis, una de ellas junto a la referida Ermita de los Santos (55) .
SOBRE ESTAS LÍNEAS: mapa de lugares donde se refugiaban los mozárabes, recordados como los puntos en que vivieron y murieron los tres mártires. Vemos marcado:
En rojo El Real de San Vicente y su municipios más cercanos; donde se supone que se refugió el santo, junto a sus hermanas.
En rojo, también he señalado el Puerto de San Vicente; un punto que con toda seguridad, fue refugio de cristianos durante la dominación árabe.
En morado, podemos ver Guadalupe y Berzocana; lugares en los que sabemos se escondían los mozárabes, durante las persecuciones de los sarracenos. Por lo que se trataría de centros de veneración, durante y después, de La Reconquista.
En Verde, marcada Ávila; donde la tradición dice que sufrieron martirio los tres hermanos.
En Azul, Talavera la Vieja y Talavera de la Reina.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS:Arriba, el traslado de la ermita de los santos; desde Talavera la Vieja a la “de la Reina”. Foto tomada de la página oficial de esta parroquia, a la que agradecemos nos permita divulgarla. Abajo, entrada a la Basílica de San Vicente, en Ávila.
Continuando con la Ermita de los Santos, construida con materiales de expolio, sobre uno de los cementerios romanos de Talaverilla. El profesor Antonio González Cordero, tiene un magnífico estudio intitulado “Las necrópolis romanas de Talavera la Vieja” (56) ; donde recoge nuevo datos de enorme importancia. Documentación obtenida a través recientes excavaciones que se vienen realizando cuando baja el pantano de Valdecañas; pudiendo intervenirse el terreno gracias a esta falta de agua en el embalse (56a) . De este modo, nos narra la existencia de tres cementerios romanos y otra ermita en las afueras del pueblo, dedicada a los Mártires Fabián y Sebastián; también construida sobre una zona de enterramientos antiguos. Que se elevaba en “el lugar donde finalizaba el decumano máximo de la ciudad y comenzaba el camino hacia los baños de la Cuadra, muy cerca de la confluencia del río Alija en el Tajo.” (56b) . Lo que situaría este segundo templo en el camino del Puente del Conde; junto al arroyo Alija, a varios kilómetros del centro de Talaverilla. Siendo aquella ermita un pequeño edificio de estilo gótico (56c) , que -a mi juicio- debemos relacionar con un humilladero (o santuario) anexo al referido paso, abierto por el Conde de Miranda hacia 1470. De la que narra González Cordero, la ermita junto de San Fabián y San Sebastián; tenía innumerables inscripciones romanas, que servían como entretenimiento y estudio, a cuantos viajeros cruzaban por allí (56d) . Aunque en el siglo XVIII y XIX, ya presentaba un estado de derrumbe y de cuasi ruina; tanto, que fue usada como nuevo cementerio de Talavera la Vieja (56e) . Terminando por decirnos el investigador acerca de la epigrafía aparecida en las iglesias de ese pueblo:“Más adelante asistiremos a una falsificación sobre un ara romana que pretendía adjudicar a otros santos mártires como Vicente, Sabina y Cristeta a esta localidad, bautizando de paso con el nombre de la Ebura carpetana a la misma, de modo que la tradición martirial en Talavera la Vieja parece que tiene un acendrado origen, que no sabemos si tiene que ver con el descubrimiento del cementerio romano en cuestión y sus epígrafes” (56f) .
Por su parte, parece indudable que nada tiene que ver esta Ermita de los Santos Mártires Fabián y Sebastián (sita junto al Puente del Conde). Con la dedicada a los Santos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta; que fue salvada de las aguas; resultando muy interesante leer la historia del traslado del edificio. Llevado -piedra a piedra- desde Talavera la Vieja, hasta Talavera de la Reina en 1962; cuando el pantano iba a engullir la población donde inicialmente se levantaba el templo. Lugar que guardaba el ara de San Vicente, estudiada en el epígrafe anterior; y que -al parecer- se conserva en la iglesia de Bohonal de Ibor. En nuestra cita (57) podemos consultar la página oficial PARROQUIA SANTOS MÁRTIRES DE TALAVERA DE LA REINA; donde se narra el modo en que fue llevada esta ermita desde una población hasta la otra (tardando en abrirse de nuevo como lugar de culto, unos catorce años). Pudiéndose confirmar, que aquella iglesia levantada a las afueras de Talavera la Vieja, a la que denominaron de los mártires; fue construida con restos expoliados de la muralla de Talavera la vieja. Con el fin de que originariamente pareciese un edificio muy antiguo (de origen romano); del mismo modo que hicieron con el ara milenaria, al borrar su epigrafía inicial y labrarle la referida inscripción que hablaba sobre los tres hermanos santos.
Para terminar este epígrafe, desearía añadir algunas ideas personales; que redacto de un modo absolutamente intuitivo y sin poder demostrar su certeza histórica. El primero, es considerar que el mejor refugio de la zona, en época de persecuciones; a mi juicio, sería el Puerto de San Vicente y no la Sierra de San Vicente. Por lo que en la tradición de ese mártir; creemos que se conservó el recuerdo de aquel pico sito entre Guadalupe y Toledo, al que pusieron su nombre. Zona en la que se esconderían los católicos, cuando tuvieron que huir; en tiempos romanos y durante la dominación de los árabes. Tanto fue así, que sabemos como los mozárabes subían desde Sevilla y Córdoba, para refugiarse en las montañas de Guadalupe y en Las Villuercas. Habiéndose conservado en Berzocana las reliquias de dos de los santos visigodos más importantes: San Fulgencio y su hermana. Cuyos restos fueron traídos desde la capital hispalense hasta esta población extremeña, escapando de los andalusíes. Ello nos explicaría que el Puerto de San Vicente, pudo ser el lugar de veneración durante La Reconquista, como recuerdo del refugio del mártir (junto a Sabina y Cristeta). Trasladándose esa sacralización posteriormente a Guadalupe. Aunque en 1632, cuando Felipe II nombra “villa” a Hinojosa de San Vicente; comienza la tradición de buscar en sus inmediaciones, el lugar donde se escondió el santo, en su huida hacia Ávila. Siendo hallada una cueva en esas montañas (llamadas Sierra de San Vicente) que encontró en 1633 Francisco de Randona; quien afirmó que allí había señales de aquel refugio de los tres mártires. Por lo que toda la tradición de San Vicente se trasladaría hasta este punto, donde se levantó un pequeño eremitorio. Pese a lo que es más lógico pensar que el lugar donde huían los cristianos, era el Puerto de San Vicente, Las Villuercas y Los Ibores. Perfectamente protegidos por los desfiladeros del Tajo y rodeados de un sistema montañoso casi inexpugnable. Lo que convirtió miles de años antes ese lugar, en la Guarida de Viriato; que también se sitúa equivocadamente en El Real de San Vicente. Todo lo que explicaría la sacralización de la zona y de su valle, desde tiempos inmemoriales.
Finalmente, diremos sobre la historia del milagro de San Vicente, al ser llevado al templo de Júpiter (para que renunciase a su fe). Momento en que las piedras del suelo se reblandecieron, quedando las marcas de sus pies en el suelo del foro. Que, posiblemente, recoge la síncresis de una tradición muy romana; relacionada con la efigie votiva de los pies. Un ritual que solían hacer los gladiadores, quienes entregaban como exvotos, una placa con sus pies marcados; en la que también podía leerse el nombre del que la mandaba.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes del sepulcro de los tres hermanos mártires, en el interior de la Basílica de San Vicente, en Ávila; a la que agradecemos nos permita divulgarlas. Arriba, una epifanía esculpida, en su parte superior. Abajo, la tumba relicario de los mártires.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos fotos más del sepulcro de los tres hermanos mártires, y del interior de la Basílica de San Vicente en Ávila; a la que agradecemos nos permita divulgarlas. Al lado, lugar donde se conservan las reliquias. Abajo, la espectacular nave central del templo.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de la capilla de San Vicente, Santa Cristeta y Santa Sabina; en la Colegiata de Santa Ma. De Talavera de la Reina (a la que agradecemos nos permita divulgarlas). Al lado, la piedra del templo de Júpiter, que quedó reblandecida, tomando la forma de los pies y el báculo del Santo; cuando fue arrastrado hasta allí para que abjurase de su fe. Abajo, el altar con las estatuas de los tres hermanos mártires.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: de nuevo, detalle de las fotos anteriores, tomadas en la capilla de San Vicente, Santa Cristeta y Santa Sabina; en la Colegiata de Santa Ma. De Talavera de la Reina (a la que agradecemos nos permita divulgarlas). Al lado, una baldosa en que narra el milagro. Abajo, las marcas de los pies y el báculo de San Vicente, aumentadas.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes de exvotos de Némesis, hallados en el anfiteatro de Itálica (Híspalis); tal como los exponía el Museo Arqueológico de Sevilla (al que agradecemos nos permita divulgarlas). Se trata de grabados sobre mármol, en los que se imprimían los pies votivos del oferente: junto a su nombre. Creyéndose que se trata de un rito realizado por los gladiadores, antes de luchar (o tras su victoria). Algunos piensan que son simples ofrendas de los sacerdotes de Némesis, o de miembros destacados de Itálica. Sea como fuere, su relación con el culto a los pies de San Vicente (en Talavera); nos parece tener un paralelo. Quizás al haber existido un templo de Némesis en esta ciudad; urbe que en tiempos romanos sabemos que se llamaba Caesaróbriga.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes más, de exvotos de Némesis, hallados en el anfiteatro de Itálica (Híspalis); tal como los exponía el Museo Arqueológico de Sevilla (al que agradecemos nos permita divulgarlas).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos fotos más, de exvotos de Némesis, hallados en el anfiteatro de Itálica (Híspalis); tal como los exponía el Museo Arqueológico de Sevilla (al que agradecemos nos permita divulgarlas).
G) LAS “PIEDRAS DE TOQUE”:
Intitulamos este último epígrafe, de un modo tan llamativo; porque creemos que en él podremos resolver el misterio de estas lápidas, en las que se ha basado la localización de Augustóbriga, reducida a Talavera la Vieja. Un enigma sin resolver, del que hemos ido dando nuestra opinión; basada en una desarrollada exposición, que fuimos recogiendo en los cuatro capítulos anteriores. Todo lo que vamos a exponer y resumir, de un modo más exhaustivo y documentado; en los cuatro apartados siguientes. Epígrafes en los que trataremos el tema desde el punto de vista puramente analítico. Sin aportar opiniones subjetivas, sino -simplemente- dudas objetivas; tal como un investigador policial o un juez, pudiera observar (cuando analiza y las pruebas de un caso abierto; tratando de resolverlo con la mayor rectitud).
G-1) La losa hallada en 1887 adosada a las murallas de Talaverilla:
Dudas que a mi juicio presenta; para admitirla como prueba de la reducción de Augustobriga en el lugar y momento donde apareció:
1º)- Fue encontrada adosada a la muralla, no en una excavación.
2º)- Fue hallada por el juez de Navalmoral de la Mata; no por un lugareño, ni por un estudioso.
3º)- Apareció años después de que Hübner dijese que probablemente en esta población estuviera Augustóbriga. Siendo dada a conocer por amigos e investigadores muy cercanos a el alemán (especialmente Fidel Fita y Luis Jiménez de la Llave; grandes admiradores de Hübner).
4º)- Pese a haber sido “arrancada” de una muralla, no presenta roturas, como es común en toda pieza fina de mármol que se saca de una pared antigua. Haciéndose trozos, debido a que al estar fijada con cementos o morteros, no es fácil extraerla.
5º)- No presenta desgastes en la inscripción; pese a haber estado a la altura del suelo y junto al río. Algo que parece casi imposible; ya que la tierra en este lugar es muy ácida y meteoriza toda pieza de mármol blanco.
6º)- Sus desgastes son laterales y redondeados. Lo que supone que se deben a la erosión simple del aire o a haber sido muy tocada con las manos. Sin haber perdido el relieve de las letras; lo que supone que habría estado protegida (quizás boca abajo), enterrada en un lugar muy seco. Donde el mármol no se meteoriza. Es decir, no parece cierto que pudiera haberse encontrado adosada a la muralla, porque se hubiera desgastado por su zona frontal y no por los lados; pues las piezas encajadas en un muro, conservan las aristas, antes que su frente. Asimismo, de haber estado durante siglos expuesta a la humedad del río y a la tierra de la orilla (ya que se afirma, fue hallada a flor de suelo); tendría un color oscuro, con moho. Presentando manchas verdosas y marrones.
7º)- Parece altamente extraño, que aquella losa jamás hubiera sido vista por nadie (ni lugareños, ni estudiosos). Siendo una zona visitada por especialistas y buscadores de restos romanos, desde el siglo XVI.
8º)- Para que nadie se apercibiera de su existencia, hasta que en 1887 la encontró el juez de Navalmoral; tendríamos que suponer, que permaneció enterrada hasta entonces. Aflorando poco antes de ser descubierta. Habiendo salido a la luz -quizá- después de una riada, que barriese la falda de la muralla. Ello supondría que la losa estaría absolutamente desgastada y manchada, ya que la tierra húmeda junto a la orilla es muy ácida (meteorizando toda pieza hallada allí).
9º)- Es muy raro que una lápida de mármol blanco, con estas características, se adose a una muralla en su parte baja y en el exterior (máxime, junto a un río). Pues por motivos de conservación y hasta decorativos, se suelen colocar en el interior, protegidas y a bastante altura (con el fin de que no se meteoricen rápidamente, como sucedería a flor de suelo).
10º)- No presenta manchas en el frente, como debía haber tenido de haber permanecido siglos junto al suelo.
11º)- No tiene manchas en su lateral, ni diferencias de color traseras; que muestren su unión a la muralla durante siglos. Viéndose tan solo, una línea de cemento gris; tipo Portland (que se usó como mortero desde el siglo XIX; pero no antes).
12º)- Y final; en el epígrafe grabado en ella se dicta que Cayo Julio; hijo de Glaber, recibió la hospitalidad del senado y pueblo de Augustóbriga. Lo que no significa que el lugar donde apareció la losa, sea el mismo en que fue entregada la “hospes” al mencionado Cayo Julio.
Por todo lo antes expuesto: Tenemos grandes dudas de que haya sido encontrada casualmente por el juez de Navalmoral de la Mata; adosada a la muralla, en la parte baja. Pareciendo más bien que su aparición se trate de una “fórmula”, usada para certificar judicialmente que Talavera la Vieja era Augustóbriga.
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes de la losa de Augustóbriga, tal como la exhibe el Museo Provincial y Arqueológico de Cáceres -al que agradecemos nos permita divulgarlas-. En ellas podemos observar que la pieza no está desgastada, tan solo tiene una rotura en un lado; pero no aparenta haber permanecido siglos expuesta a los elementos naturales, junto a un río. Menos aun, al agua y arenas como las que tenía Talaverilla; muy agresivas y que producen la pronta meteorización del mármol. Tampoco hay en ella marcas de haber sido fijada a una pared, aunque conserva una “extraña” línea de cemento tipo Portland (gris). Además, vemos en su lateral, un gozne o agujero para engarzarla; quizá original de la pieza.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: al lado, de nuevo la lápida de Augustóbriga. Abajo, foto de un damero de mármol, procedente de Lancia y expuesto en el Museo Provincial y Arqueológico de León -al que agradecemos nos permita divulgarla-. El desgaste de este tablero de juego marmóreo; es muy similar al de la losa anterior. Lo que indicaría que ambas piezas habrían permanecido durante siglos bajo tierra; protegidas en un lugar seco (pero nunca junto a un río, en exterior y a la altura del suelo).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: tres retratos romanos hallados en Talavera la Vieja tal como los expone el Museo Provincial y Arqueológico de Cáceres -al que agradecemos nos permita divulgarlos-. Todos ellos presentan igual estado. Pudiéndose observar que el mármol ha sido muy meteorizado por efecto de la humedad y de las arenas sitas junto a la población (a orillas del río). La capa externa de estas tres estatuas ha sido lavada por el agua y la acidez del terreno; presentando un color blanquecino, habiendo perdido gran parte de los rasgos en los retratos. En nada se relaciona su estado, con el de la lápida anterior; que teóricamente habría permanecido durante siglos en un lugar con las mismas características a estos tres bustos: En la zona del suelo, junto al río; por el lado externo de la muralla de Talavera la Vieja.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos imágenes tomadas en el Museo Romano de Mérida, al que le agradecemos nos permita divulgarlas. Al lado, lápida con tres crismones, dedicada a Proiectus y fechada hacia fines del siglo IV. Originariamente estaba sobre la muralla romana de Emérita; al ser rescatada del lienzo, se partió en varios fragmentos (como sucede normalmente al arrancar una losa de un muro, donde lleva adosada siglos). Abajo, estela fechada en el siglo IV, llamada “de la Luna”; con una inscripción dedicada al satélite terrestre. Estuvo adherida a una estructura, por lo que sufrió daños al separarla de su lugar de origen.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: otras dos imágenes tomadas en el Museo Romano de Mérida, al que le agradecemos nos permita divulgarlas. Al lado, lápida llamada de la tabernera, fechada en los siglos II-III. Fue hallada en la necrópolis oriental de Emérita, bien protegida (en seco) por lo que conserva perfectos sus relieves y lados (salvo la rotura central). Abajo, otra losa hallada en una de las necrópolis; en este caso dedicada a un judío peregrino, llamada Ananius. Su desgaste es similar al que tiene la laja de Augustóbriga; cuya apariencia es la de haber estado en un terreno seco (no en las arenas o en una pared, cerca del río Tajo).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: dos fotografías en las que podemos ver qué tipo de piezas antiguas se adhieren a la zona baja de las murallas, por la parte externa. Donde suelen colocarse grandes bloques (esculpidos o no) con el fin de reforzar sus lienzos; sin ser normal situar allí losas inscritas (menos de mármol; por motivos decorativos). Al lado, las murallas de Mérida, en su parte interna. Como observamos, en época árabe, han introducido tumbas tardo romanas, entre los sillares antiguos. Con el fin de añadirlas a las piezas cuadradas; pero siempre con respeto; conservando el sentido. Abajo, murallas de Coria, en su zona exterior. En este caso se trata de una construcción romana, donde han introducido entre los sillares, verracos vettones. Lo hicieron para reforzar la estructura del lienzo, aprovechando esas esculturas (consideradas divinas entre este pueblo lusitano). Siendo importante entender, que en esa parte de los muros, tan solo se pueden adherir piezas de gran tamaño y peso; pues, de lo contrario se meteorizarían rápidamente (por efecto de la presión, la humedad y otros factores de acidez, que el terreno desprende).
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Las murallas de Talavera de la Reina. Al lado, foto mía reciente; donde podemos observar como sus paredes contienen numerosas piezas reutilizadas y añadidas. Abajo, lugar que ocupa una estela reaprovechada, colocada en el exterior de esos muros de Talavera. Pieza importante de granito, que fue adosada en la parte más alta; seguramente para que no se dañase.
JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Al lado, torre de la muralla de Talavera de la Reina, en cuya parte alta se halla la estela adherida. Podemos observar la altura a la que se ha situado, con el fin de conservarla bien; pues de situarse en la parte baja, es fácilmente asequible (para su hurto o destrozo). Abajo, una placa moderna, de mármol blanquecino; de unos tres centímetros de grosor y rota hace unos cinco años. Como se observa, la tendencia de esta piedra es que sus aristas se redondeen progresivamente, hasta que el desgaste les dé la forma que se observa en los laterales en la losa de Augustóbriga. Cuya apariencia es la de haber estado enterrada en un lugar seco; sin tener aspecto de haber sufrido las inclemencias exteriores, menos aún las provocadas por las arenas de un río como el Tajo (que la hubiera desgastado; seguramente, llegando a “lavar” su inscripción).
G-2) El estudio de García y Bellido:
Hemos de destacar -de un modo muy especial-, las excavaciones que llevó a cabo el insigne profesor D. Antonio García y Bellido. Al que encargaron la importante -pero triste- labor de realizar las últimas prospecciones en los terrenos de Talavera la Vieja; antes de que se hundieran bajo el embalse de Valdecañas. Así fue como hizo un trabajo encomiable, sin apenas recursos; pues la intención era no dar demasiada importancia al yacimiento, para que muy pronto se pudieran terminar las obras del pantano. Pese a ello, en una labor incansable, D. Antonio García y Bellido, preparó una relación de cuanto se pudo saber acerca de los orígenes de Talaverilla. Guardando una carpeta de campo, que se conservó y que ha estudiado en profundidad Carlos Jesús Morán (58) . Este último, es otro de los grandes expertos que ha investigado el pasado del Arañuelo, junto a A. González Cordero; y en especial, el de la desaparecida Talavera la Vieja. Opinando C.J. Morán y González Cordero, que en esa población hoy bajo las aguas, estuvo la antigua Augustóbriga. Un criterio que no podemos compartir, pese a lo que no dejaremos nunca de valorar sus importantísimos trabajos y aportaciones; que han facilitado grandes datos, para el estudio de la zona.
Continuando con la carpeta de García y Bellido, Carlos J. Morán nos dice: “En 1958 y 1959 Antonio García y Bellido dirige dos campañas de excavación en Talavera la Vieja (...) El hallazgo casual, a finales del siglo XIX, de un epígrafe dedicado al Senatus populusque augustobrigense (Fita 1887), vendrá a confirmar que la población es la Augustobriga de origen vetón citada por las fuentes (Salas 1985). La institución que se menciona en la inscripción, el senado, sugiere, por otra parte, que la población habría alcanzado el estatus de municipium" (58a) . “La carpeta que contiene la documentación relativa a las excavaciones arqueológicas, realizadas entre 1958 y 1959, presenta varios tipos de documentos: correspondencia personal, diarios de excavación, fotografías, fichas epigráficas y calcos numismáticos. También se pueden encontrar numerosas notas, dibujos y planos realizados por el profesor García y Bellido durante los años que duraron las campañas arqueológicas.” (58b) . De tal manera, entre aquellos dibujos hechos por el gran arqueólogo, mientras realizaba las últimas prospecciones de Talaverilla; se conserva un croquis en el que se estudia la rotura de la referida losa de Augustóbriga. Pudiendo deducirse, que la piedra sufrió un golpe en su zona izquierda; perdiendo aproximadamente un tercio de su mármol. Por lo que teniendo unos 40 de alto y otros tantos iguales en su horizontal; deberíamos considerar que originalmente fue una pieza de unos 40·55·5 ctms. (midiendo su tamaño en vertical, horizontal y grosor). Probándose la lectura que Hübner le dio en 1892; en un epigrama que el profesor García y Bellido demuestra y que cuadra perfectamente en su tamaño antes de romperse.
SOBRE Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Arriba, hoja del cuaderno de campo, donde García y Bellido dibujó la referida pieza (tal como lo recoge C.J. Morán). Agradecemos al prof. Morán y a la familia García y Bellido, nos permitan divulgar el croquis (especialmente a Da. Ma. Paz García y Bellido). Abajo, el mismo croquis, copiado por mí (con el fin de que lo veamos de un modo más claro).
G-3) El fragmento de mármol 24999, donde se ha querido leer la palabra Augustóbriga:
Se trata de un trozo, actualmente en paradero desconocido, cuya inscripción es absolutamente indescifrable; al conservar tan solo nueve letras intermedias -de unas cinco palabras en las que consistió el texto inicial-. Siendo imposible su traducción y menos dilucidar desde esos signos incompletos, su referencia a Augustóbriga. Al consistir en un pequeño fragmento de mármol de unos 21 ctms. por unos 11 ctms.; que documenta HISPANIA EPIGRAPHICA, del modo en que podremos ver en cita (60) . Donde expone que fue encontrada junto a BOHONAL DE IBOR – TALAVERA LA VIEJA; describiéndola como Placa rota por todos sus lados, de la que se conservan parcialmente tres renglones, con 9 letras. Numerándola como 24999, sigue infromando que fue hallada en casa de Agustina Arroyo en los años en que García y Bellido excavaba el yacimiento, antes de que se construyese el pantano de Valdecañas. Dándola por perdida, tras haberse entregado en el ayuntamiento de Talavera la Vieja, en marzo de 1957.
Por su parte, García y Bellido, cuando estudió y entregó esta pequeña pieza en el ayuntamiento de Talaverilla; añadió sobre ella las siguientes particularidades. Numerándola como C-5348, escribe “fragmento con letras elegantes, del siglo II; ya estudiada por Fidel Fita en 1887, según un calco enviado por Luis Jiménez de la Llave”. Anotando que estaba colocada en una jamba de entrada, en la casa de Agustina Arroyo; de donde el profesor pidió que fuera extraída el 14 de marzo de 1957 y depositada con los otros restos hallados en excavaciones (en el ayuntamiento del pueblo). Añadiendo García y Bellido. que se trataba de una pieza de mármol blanco, de 27 por 32 ctms. de ancho y unos 5 de grosor; cuyas figuras o lecturas de Fita y de Hübner “es falsa” (ver imágenes siguientes). Dictando que en sus letras él interpreta: “[- - -]OVIR [- - -] // [- - -] FLAV [- - -] // [- - -] P ・ [- - -] ”.
Esta curiosa pieza, volvió a ser estudiada por Gimeno Pascual hace unos años, en su “paper” Aportaciones a la epigrafia de Augustobriga (Talavera la Vieja, Cáceres) -ver (61) -. Donde nos dirá que “Hübner (...) editó este fragmento a partir de un calco de Jiménez de la Llave que le envio Fita (...) después de que este (cf. Fita 1887, 361) publicara únicamente (...) las letras que el veía en el calco sin ningún otro dato. Hübner, sin intentar establecer una lectura, propuso entender en las líneas 1 y 2 [Cl]outii y Flav[i] en el comentario a la inscripcion indicando que aparentaban ser nombres”. Añadiendo que García y “Bellido anotó que la vió a 14 de marzo de 1957 en casa de D.a Agustina Arroyo, a la entrada, bajo la jamba de la puerta. Solicitó que la sacaran y la llevasen a las excavaciones. Según consta en su ficha, pasó al Ayuntamiento el mismo día. Lamentablemente no se conoce el paradero actual de esta inscripcion. El texto que transmite G. Bellido es como sigue: [- - -]OVIR [- - -] // [- - -] FLAV [- - -] // [- - -] P ・ [- - -]" (61a)
A partir de aquí, la autora comienza a sugerir una serie de cambios en las letras y en sus interpretaciones, hasta llegar a afirmar que se puede leer: “un esquema de un tipo similar al siguiente: [nomen dei/deae] // [praenomen nomen -. f. tribu? Cognomen] // [aed. du]ovir [pontifex mun(icipum)] // [mun(icipii)] Flav(i) [Augustobrig(ensis)] // [d(e) s(ua) p(ecunia)] d(edit) [d(edicavit)]" . Añadiendo Gimeno: "Sin embargo no hay que descartar que la primera letra hubiera sido una Q que hubiera perdido la cola por el desgaste del marmol. Entonces en vez de [du] ovir restituiriamos Quir[ina], la tribus a la que, como hemos dicho, parecen haber estado adscritos los ciudadanos de Augustobriga (...) tras el edicto de latinidad" (...) "Quizá en la tercera detras de Flav(ium) un acusativo indicaria el objeto de la donacion. Así resultaría un esquema similar al siguiente:
[praenomen, nomen -. f(ilius)] Quir(ina) [cognomen IIvir?]
[m(unicipum) mun(icipii)] Flav(i) [Augustobrig(ensis) - - - -m/-s]
[d(e) s(ua) p(ecunia)] d(ono) [d(edit)]" (61b)
Llegando Gimeno Pascual a la siguiente conclusión: "En ambos casos estaríamos ante un fragmento de una placa que parece pertenecer a algún edificio público y que deja constancia de un acto evergético de un miembro de la élite de Augustóbriga que ocupó alguna magistratura civil y quiza también ejerció algún cargo religioso. No hay que descartar tampoco que la placa hubiera revestido un pedestal de mampostería que sostuviese una estatua bien erigida por el personaje mencionado en la primera línea, bien dedicada a el por los decuriones del municipio o por los municipes del municipio" (61c) . Conclusiones y razonamientos, a los que nada vamos a añadir; pues nos resulta absolutamente improbable que en este fragmento con nueve letras, se pueda leer algo más que términos difusos cercanos a OVIR – FLAV – P (con algunas variaciones). Cuya segunda palabra algunos han querido trasformar en “FI” “AV”, separando sus signos, con el fin de que allí pudiera leerse Augustóbriga. Más exactamente: “FIlium” - “AVgustobrigensis”; todo lo que dictaminaban Jiménez de la Llave y Fita. Aunque -finalmente- Hübner no admitió esta interpretación.
Lo que narramos, nos lleva de nuevo hasta el año de 1887, cuando en el XI Boletín de la Real Academia, Fidel Fita presentó la “famosa losa de Augustobriga”. Redactando el pequeño estudio intitulado “Noticias”, que ya hemos analizado. Donde explicaba el modo en que aquella lápida había sido descubierta por el juez de Navalmoral de la Mata (en la zona baja de la muralla); lo que suponía que Augustóbriga estuvo en aquel lugar, por entonces llamado Talavera la Vieja. Finalizando el padre Fita el mismo opúsculo, citando otros hallazgos de la zona; recogiendo esa pequeña pieza encontrada en Talaverilla, que él lee como:
UV Li
FI AV
D
Este último es el fragmento del que tratamos y en la interpretación que insinúa Fidel Fita (separando FI de AV), se observa “veladamente” el nombre de Augustóbriga, en la segunda línea. Pudiendo determinarse que la inscripción nos habla de un “Filius Augustobrigenses” (Fi Av). Pero, con gran criterio, no admitió esta lectura el experto y genial arqueólogo, D. Antonio García y Bellido. Aunque no fue solo García y Bellido quien desestimó esa trasliteración; siendo asimismo denegada por Hübner. Íntimo amigo de Fidel Fita, a quien el sacerdote dedicaba su estudio titulado “Noticias”, del Boletín; quien en su “supplementum” del corpus de inscripciones hispanas, no quiso incluirla como un texto relacionado con Augustóbriga (tal como Fita proponía). Leyendo el profesor alemán, en este fragmento de mármol, las siguientes palabras: ClOuti et FLAVi (que considera un “nombre propio”) -ver imágenes-. Es decir, que esta segunda pieza incluida en el Boletín de la Real Academia de la Historia, se trata de otro caso de epigrafía “forzada” (por no decir, falsificada). Con la cual, Fidel Fita, intenta de nuevo probar que Augustóbriga estaba en Talavera la Vieja. Pese a ello, su admirado Hübner no se “atrevió” a incluir el fragmento de mármol, como prueba de una inscripción que mencionaba la ciudad dedicada a Augusto. Debido a que en sus letras se lee claramente FLAV (Flavia) y no FI AV (Filius Agustóbriga); tal como hace ver la interpretación del padre Fita. Todo este intento por demostrar con esta segunda inscripción, la ubicación de Augustóbriga en el lugar; se corrobora con el calco que envió Luis Jiménez de la Llave a Alemania. En el cual no se observan bien, más que las letras AV; correspondientes a AVgustóbriga -ver imágenes-. Lo que nos hace pensar, de nuevo, en un intento muy forzado por colocar epigrafía con referencias a Augustóbriga, en suelo de Talavera la Vieja (ese año de 1887).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes del fragmento hallado en Talavera la Vieja en 1887; también publicado por Fidel Fita. Arriba, dibujo mío; donde vemos que en su segunda línea no se lee FI-lius AV-gustóbriga; sino FLAV(ia). Al lado, detalle fotografiado de la pieza. Abajo, lo que apuntó el profesor García y Bellido acerca de esta pieza; señalando claramente que la lectura de Fidel Fita (Hübner) era “falsa”. Tachando posteriormente “lectura”, para colocar “figura”, quizás con el fin de evitar conflictos con la escuela alemana.
Lo anteriormente descrito nos hace pensar en una situación y características que hemos de calificar como otra posible falsificación. Resultando de nuevo “muy extraño” que ambas piezas se publicasen en un mismo estudio y aparecieran en igual lugar, en fechas tan cercanas (las dos en 1887). Pudiendo afirmarse, que la lectura de este pequeño fragmento, intentando ver allí la palabra “Augustóbriga”, es una adulteración (ya intentada por Fidel Fita). Del mismo modo que el descubrimiento de la otra losa inscrita, en la parte baja de la muralla; presenta serias sospechas. Dudas que simplemente nacen al observar que esa pieza carece de desgaste por filtraciones del suelo; sin rasgos de haber estado en un lugar salino y húmedo (como era el exterior de los muros de Talaverilla). Hechos que nos hacen suponer que tanto este pequeño fragmento, como la otra laja (donde se lee “Augustobrigense”); son dos elementos “forzados” -por no decir, adulterados-.
Unos fragmentos de inscripciones romanas, que -a mi juicio- pudieron ser así leídos o incluso “colocados” en tierras de Talaverilla; para que el lugar pasase a ser la antigua Augustóbriga. Quizá, con el fin de restituir a ese pueblo el daño que los epigrafistas le habían causado. Al confirmar la falsedad del ara de San Vicente; pieza que ya hemos estudiado y que contenía una inscripción apócrifa, indicando que en Talavera la Vieja habían nacido los tres hermanos mártires. Estela que los estudiosos de los siglos XVIII y XIX desclasificaron; por lo que, desde entonces, Talavera la Vieja dejó de ser la Ebura originaria de Vicente, Sabina y Cristeta. Perdiendo de ese modo, las peregrinaciones de fieles que llegaban hasta ese pueblo, con el fin de ver la cárcel en la que estuvo San Vicente y el templo de Júpiter (cuyo suelo se derritió al entrar el mártir). Por lo que no sería extraño, que observando el padre Fita el perjuicio causado a los lugareños, debido a los estudiosos de “antigüedades”; tras haber considerado falsa el ara, desestimándose que Talaverilla fue la patria chica de los tres mártires. Decidiera el sacerdote y académico, promover allí el descubrimiento de Augustóbriga, también a manos de epigrafistas; potenciando con ello el turismo, para que volvieran visitas hasta ese lugar, que antes fue de peregrinación. Aunque para terminar, añadiremos que la credibilidad e intención intelectual del padre Fita, se puede medir en su obra. Especialmente durante las excavaciones en la Catedral de Santiago de Compostela, en las que intentó por todos los medios, que los académicos admitieran que allí estaba enterrado el cuerpo del Apóstol Santiago. O en su extenso estudio sobre El Niño de la Guardia; un terrible episodio que solo él deseó recordar y que muestra el gran antisemitismo del clérigo (todo lo que quizás nos hace entender su unión a una parte de la escuela alemana, que en esos años tenía un enorme componente anti-judío).
SOBRE, JUNTO Y BAJO ESTAS LÍNEAS: Tres imágenes del fragmento que hemos estudiado, en los textos de Hübner y en el archivo de La Real Academia de la Historia, de Berlín. Arriba, El calco que envió Luis Jiménez de la Llave a Hübner en 1887; conteniendo la impronta de la pieza que hemos estudiado -CIL II 5348, Corpus de Inscripciones Latinas de Hispania- (propiedad de la Academia de Berlín, a la que agradecemos nos permita divulgarlo). Observando este modelo, se comprende que al calcar las letras, tan solo se han querido destacar las palabras “AV”; con el fin de vincular el fragmento a AVgustóbriga. Al lado, la lectura que Fidel Fita da a la pieza en su pag. 362 del opúsculo NOTICIAS -Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo 11, Año 1887-. Como podemos ver, separa las letras FI de AV; con motivo de hacer creer que allí puedan estar inscritas las palabras Filium y Augustobriga. Abajo, la página 113 del Corpus de Hübner con el análisis de este fragmento, donde el alemán lee: "ClOuti et Flavi" (lo que le parece un “nombre propio”).
G-4) Piedra de Toque
En el ejemplar de la Hispania Epigraphica editada en 2016-2017, obra de Isabel Velázquez Soriano y María del Rosario Hernando Sobrino (63) ; podremos encontrar una “extraña” pieza que apenas se ha mencionado, en relación con la epigrafía de Augustóbriga. Hablamos de una lápida que fue hallada en una escombrera de Mérida, en los años setenta “fragmento central de una estela o placa de mármol blanco (Estremoz) con el campo epigráfico moldurado, que ha perdido por la rotura sus partes superior e inferior. La cara izquierda está bien pulida, así como su cara posterior, lo que sugeriría que el monumento era visible por todos sus lados y no estuvo fijado o empotrado en una pared. Medidas: 28 x 18 x 3” (63a) . Cuya inscripción apenas tiene roturas y dicta claramente: “- - - - - - / Augustob(rigensi) / Hispano /-C(aius) Iulius / Nectar(eus?) / lib(ertus) · / -posut” .
Sobre su leyenda, las autoras nos dicen: “Se trata del epitafio (o, menos probablemente, de una inscripción honorífica) de un inmigrante de la ciudad lusitana de Augustobriga (Talavera la Vieja, Cáceres). La identificación por su étnico –Augustob(rigensi)– y por su origen regional –Hispano– es rara, pero no carece de paralelos (RIB 159 = ILS 2517). El cognomen griego del liberto, NECTAR carece de paralelos en todo el Imperio Romano, por eso, se propone restituirlo como Nectar(eus?) o Nectar(ius?), cognomen conocido, por ejemplo, por C. Iulius Nectareus de Roma (CIL VI 38484a), aunque sin gran difusión en el mundo romano. Por la paleografía se podría datar en la segunda mitad del siglo I d. C.” (63b) .
Asimismo, JONATHAN EDMONDSON y JOSÉ MARÍA MURCIANO CALLES, publicaron la referida estela, cuatro años antes (64) y nos dicen que se trata de un: “Fragmento de una posible estela erigida para conmemorar a un inmigrante de Augustobriga (...) estela o placa de mármol blanco de tipo del Anticlinal de Estremoz con su epitafio enmarcado por una moldura sencilla” (64a) . Pasarán más tarde a explicar los pormenores de la pieza, con sus defectos y los rasgos de sus signos; añadiendo que “La forma de las letras sugiere una fecha de la segunda mitad del siglo I d.C.. El estado fragmentario del monumento no permite más precisión (...) Se descubrió en la escombrera cerca de Tejar del Río en Mérida. La entregó D. Ángel Vivas García en el MNAR el día 28 de marzo de 1973 (inv. 17635), donde se conserva en el almacén. ” (64b) .
Dictaminando que su texto dicta:
Augustob(rigensi)
Hispano
C(aius) Iulius
Nectar(eus?)
S lib(ertus)
posuît
Cuya traducción sería:
“A [- - - - - -],
de Augustóbriga,
Hispano.
Gayo Iulio
Nectáreo,
su liberto,
(lo) puso”. (64c)
Acerca de lo que Edmonson y Murciano Calles escriben: “Se trata del epitafio (o, menos probablemente, de una inscripción honorífica) de un inmigrante de la ciudad lusitana de Augustobriga (Talavera la Vieja, prov. Cáceres), a 150 km al NE de la capital lusitana. La identificación por su étnico – Augustob(rigensi) – y por su origen regional – Hispano – es rara, pero no carece de paralelos. Por ejemplo, otro lusitano, L. Vitellius Mantai f. Tancinus, eques del ala Vettonum c(ivium) R(omanorum), que murió en Britannia en Aquae Sulis (Bath) en la primera parte del siglo II d.C., se presenta en su epitafio como cives Hisp(anus) y Caurie(n)sis, es decir, ciudadano de origen hispano y también de la comunidad cívica de Caurium (Coria) en el conventus Emeritensis (RIB 159 = ILS 2517). El cognomen del liberto aparece en la forma NECTAR en la línea 5, pero no existen paralelos de este cognomen griego en ninguna parte del Imperio Romano. Por eso, preferimos restituirlo como Nectar(eus?) o Nectar(ius?), cognomen conocido, por ejemplo, por C. Iulius Nectareus de Roma (CIL VI 38484a), aunque sin gran difusión en el mundo romano”. (64d)
Los estudios publicados sobre esta lápida, no mencionan paralelos con la otra losa aparecida en Talavera la Vieja (en 1887). Pieza que hemos analizado en profundidad y cuya leyenda sabemos era: “C(aius). Iulius.C(ai). f(ilius). Gl[aber] / Senatui.Popu[loque] / Augustobri[gensi] / hospes [d(onum) / dat. ”. Inscripción que se parece sobremanera a esta otra, emeritense, en la que leemos: “Augustob(rigensi) / Hispano / C(aius) Iulius / Nectar(eus?) / S lib(ertus) / posuît ”. No solo porque el referido Caius Iulius, Augustobrigensis; pudiera ser un familiar. Sobre todo, porque en ambos casos se contiene la voz Augustóbriga. Por lo que resulta incomprensible la falta de comparaciones entre las dos piezas; en los estudios publicados sobre esta última laja, hallada en 1973.
Ante lo que nos planteamos si -quizás- no han deseado vincular ambas estelas, debido a que ello plantearía nuevamente dudas sobre la ubicación de Augustóbriga en aquel pueblo (hoy bajo las aguas del embalse de Valdecañas). Ya que al existir otra inscripción mencionando un Cayo Julio de Augustóbriga -en este caso, procedente de Mérida-; podría ponerse en cuestión la localización de esta ciudad romana. Pues su reducción fue tan solo “confirmada”, al encontrarse en 1887 la referida lápida (descubierta por un juez en Talavera la Vieja). Aunque, ante la presencia de dos losas con una leyenda tan similar; finalmente, no se podría confirmar la situación definitiva de esa urbe dedicada a Augusto. Ya que esa pieza aparecida en 1887, es la única base histórica existente, para considerar que aquella civitas perdida, se elevaba en Talaverilla. Pero tras haberse hallado en Mérida otra estela, con casi la misma inscripción; podríamos -incluso- afirmar que la finada Augustóbriga estuvo en esa escombrera de Tejar del Río (junto a la antigua Emérita). Una idea que puede resultarnos un absoluto disparate; pero -a mi juicio- no lo es menos, admitir como ciertos, los testimonios arqueológicos dados para determinar que esa ciudad dedicada a Augusto se situó en Talavera la Vieja.
BAJO ESTAS LÍNEAS: dibujo mío de la lápida aparecida en 1973, en una escombrera de Tejar del Río (Mérida); donde podemos leer: “Augustob(rigensi) / Hispano / C(aius) Iulius / Nectar(eus?) / S lib(ertus) / posuît ”. Resultando evidente su paralelo con la hallada en 1887 en Talaverilla; cuya inscripción dicta “C(aius). Iulius.C(ai). f(ilius). Gl[aber] / Senatui.Popu[loque] / Augustobri[gensi] / hospes [d(onum) / dat. ”
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Este fué el capítulo SEXTO
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